Y TU, AHORA, ¿QUÉ PIENSAS HACER? / WAN TE, ASHA, ¿TLEN TYK MATY TYK CHYWAS? — ojarasca Ojarasca
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Y TU, AHORA, ¿QUÉ PIENSAS HACER? / WAN TE, ASHA, ¿TLEN TYK MATY TYK CHYWAS?

JORGE AMADOR TLATILOLPA

En los accesos principales por carretera (huey otly) a la cabecera de un pueblito ubicado en la sierra norte de Puebla se ubican los módulos de prevención, operados por servidores públicos del gobierno municipal. Hacen recomendaciones sobre el uso adecuado del cubrebocas y la sana distancia (aunque ellos no lo cumplan); limitan y previenen el acceso de las personas. La indicación es clara: “no puedes entrar a vender en la plaza si no traes productos de primera necesidad”.

Sin poner en tela de juicio estas acciones, por el momento que se vive por la enfermedad (kokolystly) Covid-19 en el estado, son pertinentes y oportunas, pues es probable que colapse el sistema de salud del país.

Es domingo, día de plaza (tianguistly). Aunque es un lugar con clima templado, se siente bochorno cerca de la plaza pública, pues el calor del sol que está próximo a salir y los lazos afectivos entre las personas permiten que sea posible.

Son las seis de la mañana, el tlanesy (alba) nace. Es muy temprano. El tiempo transcurre rápido y el tlanesy muere, con la esperanza de reencontrarse nuevamente con aquellos que madrugan, quienes tienen fe y esperanza de que todo cambiará y será mejor mañana.

Durante el día, las conversaciones y diálogos en masehual (náhuatl) se entablan en la orilla de la plaza pública, frente a casonas grandes de piedra.

No fue un día fácil para José Pedro, pues trajo a vender a la plaza medio bulto (costal) de ayohuichtli (pipián); sin embargo, regresará a casa sin haber vendido mucho, sin obtener un ingreso por cosecha que obtuvo por casi cinco meses de trabajo.

Como las autoridades municipales regresaron a los comerciantes, la gente se enteró y no salió a hacer su recaudo; por eso hubo muy poca venta.

José Pedro busca un lugar para sentarse y poder acomodar las ideas. En su búsqueda encuentra un ventanal en donde pone su costal y se sienta a reflexionar.

Aún no cree lo que está pasando, y quiere meditar que lo que sucede hoy, tiene una pregunta que lo obliga pensar y repensar: ¿esto es sólo una pesadilla (temyctly)?

Con la venta que pudo haber hecho hoy, tal vez compraría algo de jabón, azúcar, aceite, verdura y un poco de carne para alimentar a su esposa, que por cierto tiene siete meses de embarazo; serán padres de una niña.

Fatigado, se acomoda en el ventanal y cierra los ojos por un instante, y al abrirlos, observa que a su lado se encuentran dos campesinos, Mazatl y Tochtly.

Ambas personas tienen más o menos una edad de sesenta años, nahua-hablantes, visten ropa tradicional, calzón de manta, huaraches de cuero blanco, estilo pata de gallo con suelas hechas de llanta llenas de tierra, sombrero de plástico y portan morral huasteco.

Sus manos lucen agrietadas, como si fueran caminos hechos por tanto arar la tierra, con color a la tierra labrada, los labios secos y la mirada triste.

José Pedro sólo los observa y trata de sonreír, pero la realidad le sujeta los músculos del rostro y no puede gesticular movimiento alguno; pareciera que está en shock, no puede hablar, los ojos reflejan desconcierto y dolor. Apoyando el codo en su costal, trata de asimilar para creer lo que oye:

a –Nolty Mazatl

b –Panloty tzino Tochtly.

a –Shymotlally

b –Tlazocamaty

a –¿Tleca ty yshtlocoya?

b –Tleka opatyuwak in tlaoltzintli, achto ma asyny yn cocolystly coronavirus ypaty in akaly matlaktly tomy, asha ypaty zempoaly tomy.

a –Wan asha, ¿tlen tyk maty tyk chiwas?

b –Amo nyk maty, tleka asha amo netch ashylya yn tillenke ik ny kowas tlaoltzintly yk tlakuasky no siwha, yeyi no pipilwa no poloko, omi nopitsowa, yeyi kuanakame no echelek, wan notscui, yek campash. Wan te, asha, ¿tlen tyk maty tyk chywas?

a –Yone amo nyk maty tlenyk chiwas, tleca tatapanamaka amo panok wan ye nech makany makuyl cempoal tomy, tleka nyk palewya tlanamaka. Leka amo nyk nynywelya tlen panowa, yk yno ni ischoka.

 

* * *

a –Hola Mazatl.

b –Te saludo Tochtly.

a –Siéntate.

b –Gracias.

a –¿Por qué tu cara está triste?

b –Porque se encareció el maíz, antes de que llegara la enfermedad-coronavirus el precio por cuartillo era de diez pesos, ahora vale veinte pesos.

a –Y ahora, ¿qué piensas hacer?

b –No lo sé, porque ahora no me alcanza el dinero para comprar maíz para darle de comer a mi esposa, mis tres hijitos, mi burro, mis dos puercos, mis tres gallinas, mi gallo y mi perrito, el glotón. Y tú, ahora, ¿qué piensas hacer?

a –Tampoco sé qué hacer, porque el vendedor de ropa no pudo llegar a la plaza, él me daría hoy cien pesos, porque le ayudo a vender. No sé qué está pasando, por eso estoy llorando.

Sin creer lo que pasa, José Pedro sabe que esto no es un sueño, esto es real, aunque le cuesta mucho asimilar que Mazatl no pudo vender, porque su empleador (el comerciante de ropa, que lo emplea cada ocho días, en los días de plaza) no pudo acceder al tianguis ni ganar cien pesos, el único ingreso que tiene por semana.

Por otro lado, Tochtly no pudo comprar maíz, porque se duplicó el precio; su familia y sus animales pasarán hambre por un tiempo, no se sabe cuánto, puede ser un tiempo breve o prolongado, pero el hambre será una aportación del Covid-19 para toda su familia.

La gente aparentemente sigue su vida normal, sigue en la calle, sin tomar las medidas de prevención ante la pandemia.

José Pedro tiene ganas de decirle a quienes pasan cerca de él, ¡si no tienes necesidad de salir, quédate en casa!, pero no lo hace, porque tiene un nudo en la garganta que no lo deja hablar. También quisiera gritar frases prosaicas a esos irresponsables e imprudentes que andan en la calle habiendo contingencia sanitaria, porque pueden contagiar y contagiarse.

Piensa que tal vez a la humanidad le puede pasar lo mismo que a tlanesy; el único problema es que la humanidad no podrá renacer.
Agobiado de todo, cierra los ojos, inhala profundamente y se pregunta: wan te, asha, ¿tlen tyk maty tyk chywas?

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