VENDO PAHUA / NIK NAMAKA PAHUA — ojarasca Ojarasca
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VENDO PAHUA / NIK NAMAKA PAHUA

JORGE AMADOR TLATILOLPA

Shick, shick shick, tres veces se escuchó la ignición, causa del arrastre de fósforo sobre la carterilla de cerillos para que encendiera uno. De repente, por un lapso muy corto el olfato percibe un olor desagradable, parecido al que emite la pólvora y el azufre; sin perder tiempo, se junta el cerillo prendido al pabilo de una cera amarilla, ese momento se convierte en algo mágico, pues aunque la cera ilumina de una manera endeble es constante, ello ayuda a la vista a percibir los objetos que se encuentran dentro de la habitación de la choza.

Se puede observar al fondo un bracero, un metate, una olla y un par de cazuelas. Al centro se aprecia una mesa cubierta de un mantel estampado de flores, se observa un enorme ventanal cerrado; cerca de la puerta se encuentran dos camas improvisadas, pues se les nota las patas de burro. En una cama se encuentra Soledad, mientras su mirada está fija por un rato sobre la cama de a lado, en donde duermen sus dos pequeñas hijas Metstly y Cytlaly. Soledad reza de manera apresurada a sus santos y les pide que intercedan por ella ante Dios para que tenga un día bueno.

De inmediato, Soledad se pone sus huaraches de plástico, y corre rápidamente al baño para asearse, arreglarse y estar lista para salir de casa; sale del baño y busca su ayate y mecapal que están colgados en la pared y los pone sobre la mesa. Sin hacer tanto ruido, busca y saca debajo de la mesa un chekewite lleno de pahuas que dejó la noche anterior antes de acostarse y lo pone sobre la mesa; después con mucha fe y de manera enérgica expresa las siguientes palabras:

–Ty chikiwitl, amo shy nech kawa ypan otly, shiy mochicawa ypan otly, amo shy mo shyshytyne.

–Tú chekewite, no me abandones en el camino, ponte fuerte en el camino no te descompongas.

–Ty ayatl, amo ty tsomonys, tyknawatykys chykawak yn chykiwytl yk amo ma mosymana yn pahua.

–Tú ayate, no te vas a romper, abrazarás fuerte al chekewite para que no se riegue la pahua.

–Ty mecapali, tyk kytskys chikawak yn ayatl uan amo tykkakawas, nimyts tlatlanylya ma asy asytok no tlanamak tyankysko.

–Tú mecapal, agarraras fuerte al ayate y no la soltarás, te pido que llegue completo mi producto al tianguis.

–Namewa nan pahuamy, amo shy tlocoyaca, tla nyly namech namkas, tleka nech polowa tomy ik ny mo panoltys, sash matyka kaye in aky ma namech kowas yk kynyky shyk panoltyca, shyk tlamakaka, shyck chykawaka, shyk yskaltyka, ma tlacaayoty.

–Ustedes pahuas, no se pongan tristes, que los voy a vender, necesito dinero para vivir, pero sepan que quien los va a comprar es porque quiere que le den vida, lo alimenten, le den energía, reanimen, para que sea persona-humano. Después de estas palabras, Soledad le habla a Metstly:

–Metstly, shynechkaky, nyau ny tlanamaka ipan tyankystly Shometytla, nykwyka pahua, onka shy kyta mo ikny Citlaly, que ma tlanecy shy mo yshamyka, uan tyk totonys shokoatol na ky onysky, ompaka ypan tlykuyly.

–Metstly, escúchame, voy a vender al tianguis de Shometytla, llevo pahua, aquí cuida a tu hermana Cytlaly, cuando amanezca se lavan la cara y calientas el atole agrio para que se lo tomen, está en el bracero. Recién terminaba de hablar Soledad cuando a lo lejos escuchó que el camión del pueblo arrancó, sí, el primer camión que se dirige para Cohchinanko.

Soledad ya sabía que eran las cinco de la mañana, pues el camión saldrá a las cinco y media de la mañana rumbo a la ciudad, el guajolotero siempre arranca media hora antes de salir. Fue en ese momento que apurada se echó sobre su espalda el ayate que abrazaba fuerte el chekewite lleno de pahuas; en lo que con la mano derecha acomodaba la frentera del mecapal en su cabeza, con la mano izquierda acomodaba el ayate en su espalda. Mientras ya emprendía su camino, con una voz melancólica dijo:

–Ma nyau, ycel sewys yn cera, shy kochyca syhuapylmy, no konewa.

–Ya me voy, se apagará sola la cera, duerman mis niñas, mis bebés. Era tan fuerte el motivo de Soledad que rápido llegó al centro del pueblo. El camión serrano estaba listo para salir, los focos encendidos del totolero animaban a la gente, pues en el pueblo desde hace cuatro días que no hay luz eléctrica. Soledad saluda de lejos al chofer del camión:

–Nolty Pancho.

–Hola Pancho. El chofer del camión responde:

–Panolty Sol.

–Pasa Sol. Sin dirigirse más palabras, Soledad siguió su camino, en unos minutos se alejaba del pueblo, mientras pensaba cosas bonitas que vive con sus hijas y cómo debería de cuidarlas. De repente Sol se dice ella misma:

–No voy en el tepozkokomoka porque el pasaje está muy caro, no tengo ni un centavo, mejor camino para ahorrarme dinero, con ese dinero ahorrado puedo comprar comida para la semana. Este tipo de pensamiento le dictaba a su corazón, que sin darse cuenta ya iba llegando al pueblo de Shometytla, el lugar en donde hoy sábado es día de tianguis. Al llegar a la calle que se ubica atrás de la iglesia, busca un lugar para instalarse, encuentra un árbol y es ahí en donde de manera inmediata descansa el ayate que trae. Mientras se acomoda, se escucha al son de las campanadas el huapango de Moncayo, proveniente de la torre del palacio de gobierno municipal; al terminar el son, se escucharon diez retintines, todo indica que el reloj marca las diez de la mañana. Soledad toma un respiro y ofrece la primera pahua:

–Siwatl, ¿tikowa pahua?, ypaty ome tomy, shyk kowa, wealatyk.

–Señora, ¿compra pahua?, cuesta dos pesitos, anímese a comprar, está cremoso. De la oferta, no recibe respuesta alguna, es ignorada completamente. En eso llega Chypawak, una mujer que vende ytykokok (tamal relleno de verdura, pipián y picante); saluda a Soledad y le dice:

–Nolty.

–Hola.

–¿Tleny mo toka?

–¿Cuál es tu nombre?

–No toka Soledad.

–Me llamo Soledad.

–¿Uan te tleny mo toka?

–Y, ¿cuál es el tuyo?

–Ne no toka Chypawak.

–Me llamo Chipawak.

–¿Tlen tik namaka?

–¿Qué vendes?

–Nik namaka pahua.

–Vendo Pahua.

–¿Tleka tik namaka pahua?

–¿Por qué vendes pahua?

–Nik namaka pahhua tleka no kakakala amo catky tykytl, a mo katky tomy, amo katky tlen yk ty o panoltysky, tleka yk ny kyn palewys no ichpokawa.

–Vendo pahua porque en mi comunidad no hay trabajo, no hay dinero, no hay nada para que podamos sobrevivir, para solventar gastos de mis hijas.

–¿Keny ny patyo yn pahua?

–¿Cuánto cuesta la pahua?

–Y Paty omy tomy.

–Vale dos pesos.

–¿Tleka ypaty ome tomy in pahua, mal amo patiyo?

–¿Por qué vale dos pesos la pahua, a poco no es caro?

–¿Tyk patyo yta se tlackualxochitl tlen o motyk panowa cempoaly uan makuyly shywytl?

–¿Crees que es caro comer un fruto que se corta de un árbol que tardó más de veinticinco años para producir?

No yjky, yalwa ony se tonaltyk yk onyk pypy, uan asha, onyk asysnyky makuyl tlapoahual tonal otly yk onyk ashyltyko.

Además, ayer todo el día le dediqué para juntar las pahuas, y hoy, hice casi cinco horas de camino para traerlos.

Asha tyk maty, nik namaka pahua, ¿ty kowas/neke? Ahora ya sabes, vendo pahua, ¿quieres comprar/me?

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