VIDA EN MEDIO DE LAS LLAMAS. PROCESO DE LIBERACIÓN DE LA MADRE TIERRA EN COLOMBIA
El mundo está en llamas y cuesta trabajo respirar. Esto es metafórico, y es literal con los incendios, de la Amazonía a California. Basta asomarse al Fire Information for Resource Management System de la NASA para ver las imágenes satelitales. Otro incendio son las incertidumbres causadas por la combinación de pandemia y recesión económica. Hoy, 1% del territorio del planeta es una zona caliente apenas habitable. Según un estudio publicado por Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, para el 2070 esa cifra podría aumentar a 19%. Lejos de cambiar el rumbo en este parteaguas que es 2020, la devastación se acelera y se ejecutan planes y guiones de muerte. En el caso de Colombia, tan cierto es que resulta difícil centrarse en una sola de las múltiples masacres y asesinatos ocurridos tan sólo en agosto.
El 12 y 13 de agosto en el norte del Cauca, Colombia, policía, ejército y Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) buscaron sembrar el miedo y frenar el Proceso de Liberación de la Madre Tierra (PLMT), proceso organizativo que libera tierras en esa región desde diciembre de 2014. No lo lograron, aunque a su paso dejaron dos asesinados, varios heridos, y cosechas de alimentos destruidas.
Este punto de liberación antes era una finca, uno de los múltiples territorios devastados por el monocultivo de la caña donde se había vuelto a formar comunidad con el maíz, la yuca, el plátano, los guatines, los pájaros, las abejas nativas y los “dueños” del monte.
El PLMT es heredero de una tradición larga de lucha del pueblo nasa (aunque no es sólo para nasas) y busca no sólo recuperar su territorio ancestral, sino su liberación. Esto quiere decir liberarla de monocultivos y terratenientes, para volver a tejer una red de relaciones con los demás seres humanos y no humanos.
Como han dicho en algunos de sus comunicados, “la liberación de la Madre Tierra no es un nido dentro del Estado ni dentro del capitalismo. Liberamos la Tierra del capitalismo, nos liberamos nosotros mismos, para volver al tiempo en el que simplemente gozamos la vida comiendo, bebiendo, danzando, tejiendo, ofrendando al ritmo de Uma Kiwe. Somos un nido en el camino de la Madre Tierra.”
En Corinto se habían preparado abonos agroecológicos para empezar a devolverle vida a esta tierra desgastada tras varias décadas de producir caña para azúcar y etanol implementando un paquete tecnológico de la Revolución Verde. Así en el Cauca están agotando agua fósil de 20 mil años de reservorio hídrico a razón de 25 millones de litros por segundo. 1
Por lo menos desde abril de 2020, poco después del inicio de la pandemia, se preparaban acciones de un guion más extenso, que podría calcularse desde el momento en que distintas fuerzas paramilitares, narcos, guerrilla desmovilizada y el Estado (este último miembro activo de todas las anteriores) se disputan con fuego y sangre el territorio ancestralmente indígena. Los muertos, por supuesto, los ponen siempre los de abajo. Suena familiar, ¿cierto? En este “fuego cruzado” piensan que es muy fácil evadir toda responsabilidad.
Desde abril se fraguaban ya planes para envenenar, en el punto de Liberación de La Emperatriz, a “las compañeras vacas”, como les llama la gente. El gremio cañero, Incauca, Asocaña y el Estado no están tranquilos porque el Proceso de Liberación continúa, sin prisa, pero sin pausa, liberando tierra desde diciembre de 2014. A pesar de todo, con cientos de heridos y quién sabe cuántos liberadores caídos hasta la fecha, en una de las regiones más letales del mundo, en todas esas fincas que ahora son puntos de liberación, la caña no se ha vuelto a levantar.
La tormenta que inició el 12 de agosto con la entrada del Esmad y ejército y policía a los puntos de Liberación en Corinto y que al día siguiente cobró la vida de Jhoel y Abelardo, dejó varios heridos (entre ellos una autoridad indígena) y un liberador sujeto a proceso judicial.
“Hacia el mediodía, el ejército, en un acto provocador, cruzó por donde estaba la comunidad que, ofendida por el brutal ataque, insultó a los soldados que se dirigían hacia la casa-hacienda. Los militares abrieron fuego y simularon un enfrentamiento entre ellos mismos. Tres compañeros nuestros fueron heridos de gravedad y cerca de 15 levemente. A la autoridad indígena y a la misión médica que se dirigía a prestarles atención le quebraron los vidrios del carro, los gasearon e hirieron en una pierna a la autoridad. Dos de los heridos murieron después de llegar al hospital. La autoridad recibió atención médica y el otro compañero herido fue sacado del hospital para ser judicializado.”2
De lo descrito existen diversos videos, incluido el que el mismo Abelardo, comunicador de la Nación Nasa Stéreo, grababa en el momento en el que le dispararon. Abelardo era parte del Tejido de Comunicación del Resguardo Indígena de Corinto. Narrar y comunicar para y desde los pueblos indígenas sus propias luchas por seguir siendo lo que son es no sólo un acto de memoria viva, sino también una de las actividades más riesgosas, particularmente en países como Colombia y México.
“Quiero conocer la planada”, dicen que dijo el abuelo de Jhoel refiriéndose a las fincas que se van liberando durante el velorio en su comunidad en la montaña. Éste es un espejito de nuestro continente, una pequeña muestra. Los pueblos originarios fueron empujados, desplazados (y lo siguen siendo, además de exterminados) hacia las montañas, los lugares más inhóspitos, donde la vida es dura, a veces imposible. Mientras que los terratenientes, españoles, criollos, hoy agroindustriales, se apoderaron de los valles y las mejores tierras. De ahí surge el deseo del abuelo de Jhoel por conocer la planada y de ahí mismo la lucha de la liberación, que no es de recuperación, sino para desalambrar, para liberar- se, liberando a la Madre Tierra. Así les describe la Liberación a Jhoel a sus familiares en su comunidad, más arriba en la montaña, cuando 42 de ellos fueron a entregarlo para su siembra, porque como dicen, “no se entierra a los muertos, se les siembra”.
“Cuando les contamos que había logrado liberar 4 mil hectáreas, llenar 16 camiones de cosecha para compartirla con luchas de base en las ciudades, que tenía una huerta en el Punto 2 en Corinto, y que estaba organizando la escuela de nasa yuwe (lengua del pueblo nasa) de la Liberación… en la mirada de su comunidad creció la admiración. Qué rostro aquel, se agota el abecedario para nombrarlo. Claro, es una forma de narrar sus logros, porque en la Liberación nadie saca pecho con la lucha de los demás, nadie está haciendo carrera de candidato o candidata para ir escalando puestos.”3
Imposibilidad de captura de la historia
Desde esta lógica muy diferente a la que hoy vivimos en el mundo blanqueado del mestizaje y de la parafernalia electorera, se arremolinan los vientos de la historia de largo aliento. Si algo demuestra la pandemia es que nadie controla la historia, por más planes y estrategias que se hagan. Y sí, es cierto que tiempos oscuros como el humo de las llamas con que todo arde (literalmente) se ciernen sobre nuestros territorios por esos libretos de muerte sembrada. Y a pesar de eso, queda la tenacidad heredada, la esperanza de que no pueden controlarnos la historia. Ahí está la familia de Jhoel y tantos más que seguirán su ejemplo para seguir bajando a la planada. “Voy a meterme a la liberación”, dijo uno de sus tíos, “hasta ahora no he ido, pero por mi sobrino voy a ir”.
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Notas: 1. https://www.univalle.edu.co/medio-ambiente/cana-yganado-economias-insostenibles-para-valle 2. https://liberaciondelamadretierra.org/en-video-comoel-ejercito-colombiano-ejecuta-un-libreto-para-asesinarliberadores-de-la-madre-tierra/ 3. https://liberaciondelamadretierra.org/la-siembra-de-unliberador-de-la-madre-tierra/