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CHAPULTENANGO, O DE LA GEOGRAFÍA RACIALIZADA EN EL NORTE DE CHIAPAS

FORTINO DOMÍNGUEZ RUEDA

DE CÓMO EL RACISMO INSTITUCIONAL DEL ESTADO MEXICANO LEGITIMÓ EL DESPOJO TERRITORIAL

Por geografía racializada hago referencia a la distribución diagramada de la posesión de la tierra, que se caracteriza porque los zoques de Chapultenango fueron despojados y desplazados de sus tierras desde finales del siglo XIX. Por tal motivo, muchos de ellos a principios del siglo XX comenzaron a desarrollar procesos de colonización de tierras, lo cual los llevó a vivir en las faldas del volcán Chichonal, en tierras de poca calidad que posteriormente fueron reconocidas bajo la modalidad de ejidos. Por su parte, los caciques mestizos ocuparon las tierras de mejor calidad bajo la modalidad de propiedad privada.

Ramón Grosfoguel nos recuerda que el racismo es una jerarquía global de superioridad e inferioridad que ha sido política, cultural y económicamente producida y reproducida durante siglos por las instituciones del sistema mundial capitalista. El racismo hunde sus raíces en el proceso de colonización iniciado en 1492 y hasta hoy sigue estructurando la vida social por la idea de raza. Según el contexto es como las jerarquías de superioridad e inferioridad pueden construirse desde diversos marcadores raciales. El racismo puede estar marcado por el color, la etnia, el idioma, la cultura o la religión y requiere de las instituciones para su reproducción. Si miramos desde este lente podemos ver cómo en la historia de Chiapas, a partir de su incorporación a México en 1824, se configuró un espacio político donde el gran capital pretende extender su control sobre las tierras indígenas.

Hacia 1875, el presidente Lerdo de Tejada dicta la Ley General sobre Colonización, dando cabida a empresas particulares en las tareas de deslinde y colonización de tierras. En 1882, el gobierno mexicano recibe con beneplácito la decisión del gobierno guatemalteco de no reclamar más alguna jurisdicción sobre Chiapas y el Soconusco. A partir de entonces, la dictadura de Porfirio Díaz emprende medidas para estimular la colonización de tierras chiapanecas por parte de empresarios extranjeros. Así, las compañías deslindadoras participan como agentes concesionarios del gobierno para detectar, medir, cartografiar, defender jurídicamente, vender y colonizar los terrenos baldíos del país (Fenner, 2015). A su vez, las compañías recibirían en pago por sus trabajos la tercera parte del terreno deslindado. En el caso específico de la zona norte de Chiapas, se registra la llegada de la Mexican Land Colonization Company, que deslinda las tierras “ociosas” de los departamentos de Pichucalco y Palenque.

En el caso de Chapultenango —un pueblo zoque fundado a finales del siglo XVI como producto de la política de concentración de la Corona española—, registrará en el siglo XIX un auge de las haciendas para la cría de ganado y el cultivo de café, cacao y caña. Serán los caciques dueños de las haciendas cacaoteras en Ixtacomitán —poblado próximo a Chapultenango— quienes decidirán expandir sus horizontes. Frumencio Pastrana Contreras “se aventuró a abrir nuevas tierras por arriba del río Mobac entre el camino que conecta Nicapa con Tectuapác en el lado oriente de Chapultenango. Así fue como se estableció la finca Sonora en 1876” (Ledesma Domínguez, 2014). En 1889, la esposa de Frumencio, de nombre Abelarda Gordillo, realizó el deslinde del predio California de 742 hectáreas, el cual pasó a formar parte de la hacienda Sonora (Ledesma Domínguez, 2016).

Con el sistema de hacienda establecido en Chapultenango, los zoques se vieron sometidos a extensos procesos de explotación. De ahí que, a principios del siglo XX, varias familias zoques de la cabecera municipal comenzaron un proceso de colonización de tierras nacionales hacia el interior del municipio, con el objetivo de alejarse de las haciendas. Sobre los márgenes del río Tzujsnäbaj habilitaron espacios para el cultivo y se establecieron caseríos dispersos que en su conjunto recibían el nombre de Ranchería Tzujsnäbaj.

A raíz de la reforma agraria y de la consolidación de los ejidos, la Ranchería Tzujsnäbaj pasó a ser Ejido Guadalupe Victoria. Este fenómeno de colonización de tierras se replicará en varias partes del municipio y dará como resultado la fundación de varias colonias y riberas. Los nuevos poblados tendrán como características el estar situados a poca distancia del volcán Chichonal en la parte más montañosa de Chapultenango y ser las tierras de peor calidad en el municipio. Aunque estas tierras no eran del todo atractivas y para habitarlas era necesario tumbar/romper montaña, al final representaban una opción para hacerse de terrenos y ante todo representaban una posibilidad de alejarse del sistema de fincas.

A su vez, el reparto agrario impulsado por el Estado mexicano, aunque reconoció las tierras ocupadas por los zoques a raíz de los procesos de colonización de tierras, no modificó de manera sustancial la estructura agraria de la región; muchas de las antiguas haciendas y ranchos ganaderos permanecieron intactos hasta 1982, fecha en que se registran las erupciones del volcán Chichonal. Lo que hace pensar que en la región no hubo un proceso de reforma agraria en sentido estricto, sino más bien un proceso donde el gobierno reconoce como válida la colonización de tierras nacionales montañosas muy cercanas al volcán que llevaron a cabo los zoques.

Al hacer el cruce entre geografía racializada y los actuales desastres ambientales del siglo XXI (lluvias, inundaciones, deslaves, caminos y puentes colapsados, así como derrumbes y casas destruidas), sostengo que las afectaciones en las localidades de Carmen Tonapac y San Antonio Acambak de Chapultenango deben mirarse desde el lente de las disposiciones legales agrarias que consumaron una distribución desigual de la tierra y que en momentos de crisis vuelven a desplegar su materialidad.

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Fortino Domínguez Rueda es profesor investigador de la Universidad de Guadalajara.

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