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LA TIERRA HABLA

MINGA DE COMUNICACIÓN DEL PROCESO DE LIBERACIÓN DE LA MADRE TIERRA

NO FRENARÁ LA PANDEMIA LA LIBERACIÓN DE LA MADRE TIERRA EN COLOMBIA

Mientras gran parte del mundo se paralizaba a causa del Covid-19 y el sistema capitalista se aprovechaba para imponer globalmente unas nuevas reglas de vida, acá en el norte del Cauca, Colombia, se mantuvo con fuerza la lucha por la liberación de la Madre Tierra de la esclavitud de la agroindustria cañera. Esta lucha no frenó, no flaqueó.

El mundo entero se enfrentó a un virus que a la luz de los noticieros y diarios hacía parecer que iba ganando. Mientras tanto, a lo largo y ancho del globo, se veía cómo se debilitaban aún más los sectores que el sistema ha empobrecido, aumentó la pobreza, el hambre, la persecución a quienes se rebuscan la vida sin patrón. El peso del virus recayó sobre la gente de a pie. Por otro lado, las grandes industrias se siguieron enriqueciendo y pese a toda prohibición no pararon, y sus trabajadores tampoco. Así que, como la destrucción de la Madre Tierra no para, la lucha por su liberación tampoco se detiene.

Nosotros y nosotras, quienes desde hace seis años estamos en movilización permanente cuando entramos a acabar con el monocultivo en las fincas cañeras, no paramos ni un momento y no retrocedemos ni un centímetro. Hasta el momento nos hemos quedado a vivir en los territorios que desde hace más de quinientos años han venido siendo despojados a nuestras comunidades. Hasta ahora hemos liberado doce fincas de la explotación del monocultivo de caña de azúcar, que suman cuatro mil hectáreas ubicadas en el valle geográfico del río Cauca. Aquí nos hemos asentado sembrando comida y dejando crecer el monte para buscar el equilibrio arrebatado durante estos largos años de despojo, violencia, explotación y agroindustria.

A un pueblo que tiene una historia de lucha de más de 500 años, que trabaja de la mano con todos los seres de Uma Kiwe (Madre Tierra) y tiene bien clarito el sueño de liberarla de la explotación agroindustrial, no lo detiene ni el bichito del monstruo. Ya sabíamos que de tanto desequilibrio no saldría nada bueno, y ante esto ¿qué puede ser más esencial para la vida si no es la liberación? “La pandemia a nosotros no nos afecta porque la Madre Tierra nos orienta”, dice un liberador en una minga de trabajo durante la cuarentena.

Palabra extraña ésta que “la Madre Tierra nos orienta”, pero para nosotras y nosotros es lo cotidiano. La Tierra habla a través del color y la forma de las nubes, el canto de los pájaros, el rugir del cielo (trueno), la dirección y el calor del viento, el rugir del volcán… Cada quien que llegamos a este mundo tenemos esa habilidad de leer los mensajes de la Tierra, sólo que a algunas personas se nos borra con el tiempo. Tema ancho y profundo, como para próximas conversas.

Así como nuestro proceso no se detuvo, los ataques coordinados por el eje del mal (Incauca —la refinería de azúcar más grande de Latinoamérica—, Asocaña —el gremio de los industriales cañeros— y el Estado colombiano) no dieron tregua. Desde que entramos a las fincas cañeras han instalado bases militares y durante estos meses ellos han sido, junto con los grupos armados y los jefes mayores del Estado y la industria cañera, los protagonistas de los fuertes ataques que han derramado sangre en nuestras tierras liberadas. Se empeñaron en aprovechar la llegada del virus para atacarnos y debilitar nuestro andar, como si nos fuéramos a rendir tan fácil.

Unos de sus primeros actos violentos durante la cuarentena fue el envenenamiento de 16 vacas liberadoras en el punto de liberación de La Emperatriz, el 25 de abril de 2020, en el que gente de Incauca y Asocaña lanzaron veneno en los potreros donde la comunidad pastorea sus vacas dentro de las fincas en proceso de liberación. Les decimos vacas liberadoras porque ellas son un gran apoyo para acabar con la caña. Días antes, el 18 de marzo, un grupo armado hostigó contra la policía que custodia la casa de la finca La Emperatriz —en proceso de liberación— generando un combate en el que los liberadores de la Madre Tierra se convirtieron en objetivo de los disparos. El resto del año 2020, hasta el 31 de diciembre, fue igual: los grupos armados lanzan explosivos y hostigan a la fuerza pública que cuida las casas de las fincas cañeras que estamos liberando y luego policías y soldados apuntan sus armas contra la comunidad liberadora. La fuerza pública nunca sale afectada.

A esto se suma uno de los más brutales ataques que hemos recibido, por parte del Esmad (Escuadrón Móvil Anti Disturbios) y el ejército colombiano. Sucedió el 13 y 14 de agosto de 2020, un operativo en el que la orden era acabar con todo, hasta con nuestros compañeros de lucha. Así que se empeñaron en quemar los cambuches (pequeños ranchos de plástico) donde la gente vive, en destruir los cultivos que con tanto esfuerzo se levantan sobre este valle envenenado por la industria. Además, dentro del plan estaba debilitarnos a punta de violencia, así que a sangre fría asesinaron a dos de nuestros compañeros, el comunicador nasa Abelardo Liz y el liberador de la Madre Tierra Jhoel Rivera, e hirieron y judicializaron a otro liberador de la Madre Tierra, quien duró varios meses detenido injustamente.

Creyeron que nos debilitarían, pero como dijo un liberador: “La sangre de nuestros compañeros nos tiene que dar ánimos para seguir adelante”. En cada minga, en cada siembra, en cada cosecha nos acompaña su fuerza y su deseo de ver la Madre Tierra en libertad. Así como el rollizo (variedad de plátano) de La Emperatriz, que dos años después de ser destruido por el Esmad renació, floreció y dio fruto, así es nuestra resistencia.

Así que mientras nos atacan, tanto los virus colombianos como el virus mundial, nosotros y nosotras nos mantenemos haciendo lo que sabemos hacer, así lo decíamos por el mes de abril de 2020: “estos días que el monstruo dio la orden de cese mundial, la liberación ha estado en el trabajo de preparar abonos orgánicos, sembrar alimentos en nuevas huertas, cortar caña en varias fincas, cuidar y mejorar las huertas existentes, organizar trueques y mercados dentro de la liberación y hacia las veredas, encaminarnos hacia las tecnologías ecológicas y preparar las nuevas acciones que vendrán” (https://liberaciondelamadretierra. org/en/el-gobierno-sigue-atacando-la-liberacion- sigue-liberando/).

Sumado a esto, decidimos volver nuestra solidaridad una acción, así que en medio de la cuarentena, en abril, recolectamos parte de la cosecha entre todos los puntos de liberación y logramos enviar dos camiones llenitos para la ciudad de Cali con yuca, frijol, calabaza, hierbas medicinales y más. Marcha de la comida, así le llamamos a esta acción, y esta vez hicimos la tercera y la cuarta. En 2018 y 2019 hemos hecho la primera y la segunda. Los enviamos porque nos nació del corazón, porque queremos recordarles que la liberación es una lucha para todos los seres y que sólo el pueblo acompaña al pueblo en estos momentos de crisis. Y le dejamos un mensaje a quienes destruyen los cultivos, en palabras de un liberador: “De lo poquito que nos dejaron cuando destruyeron los cultivos, de ahí mismo sacamos para llevar la comida a Cali”.

Con todo esto, decimos que no hay pandemia que trunque el andar de la liberación de la Madre Tierra. El virus interno ha sido más letal que cualquier otro pero nos ha enseñado a ser fuertes, a echar raíz, y desde esta raíz, desde el sueño de verla en libertad, con nuestros muertos que nos acompañan, desde que caminemos orientados por la Madre Tierra, resistiremos a cualquier ataque y responderemos como sabemos hacerlo, liberando la Madre Tierra.

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