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MORIR COMO HÉROES

RAÚL GATICA

MIGRANTES INDÍGENAS EN CANADÁ

Gracias al Covid-19, ojalá y pronto llenemos los botes de basura con los inútiles Capitán América, Iron Man, Superman, Batman, Aquaman y demás fantasías hollywoodenses, mientras que campesinos, pescadores, trabajadores de limpieza, domesticas y muchos otros de actividades esenciales vuelan con el súper poder de crear bienestar para todos. Claro, estos superhéroes deben sobrevivir primero, porque están muriendo sin que les importe mucho al gobierno federal y provincial, por más declaraciones mediáticas que hagan.

Los llamados trabajadores esenciales en lugar de medallas reciben golpes, como la ilegal prohibición impuesta por infinidad de granjeros en todo Canadá que impide a muchos trabajadores extranjeros temporales (TFW en ingles) salir de las granjas a realizar sus compras. Otro golpe es el olvido y desatención que los oficiales consulares de los países exportadores de mano de obra tienen para con sus conciudadanos, a grados tales que incluso amigos y familiares de los fallecidos por Covid-19 en Ontario debieron organizar colectas para repatriar sus cenizas.

Los trabajadores mexicanos vienen a los campos canadienses desde 1974 y, hasta ahora, el rol del gobierno mexicano ha sido deplorable. La justificación de su alcahuetería es que exigir derechos llevaría a los empleadores a reemplazar a los mexicanos por otros de cualquier parte del mundo. Por tal “razón” tienen medio siglo colaborando con el régimen semiesclavista y de apartheid que padecen sus conciudadanos. De ahí que no sea poca cosa que por primera vez, en medio siglo, aunque fuera tibiamente, el embajador de México en Canadá declarara una suspensión temporal del arribo de trabajadores a las granjas donde no existe seguridad para su salud.

Además, el presidente López Obrador abordó el tema el 15 de julio de 2020 con su par canadiense, conforme lo menciona él mismo en el video de esa fecha. Quizás eso llevó al primer ministro Justin Trudeau a reconocer que las cosas no están bien y a lanzar los máximos guiños declarativos presentados hasta hoy sobre los TFW: “Sabemos que hay muchos problemas —desde las condiciones de vivienda hasta el estar atados a una sola compañíá a o empleador, incluidos varios retos sobre los estándares de trabajo— que requieren ser revisados.” En otra rueda de prensa deslizó: “También podemos explorar una vía para la ciudadanía que pueda darle a la gente más derechos”.

El actuar de ambos gobiernos, sin duda, tuvo que ver con el fallecimiento de trabajadores, lo numeroso del contagio en trabajadores agrícolas, lo escandaloso de la inacción de la representación diplomática en Leamington, Toronto y Ottawa y, sobre todo, de la presión constante de organizaciones como la Dignidad Migrante Society que desde hace quince años viene demandando derechos para los TFW.

Tema complicado. Como en muchas cosas, hay matices en cada provincia. Por ejemplo la Columbia Británica (BC) logró controlar los contagios en TFW debido a la presión que las organizaciones hicieron para forzar al gobierno provincial a tomar medidas. Pero no ha pasado lo mismo en el resto del país. Según las autoridades de salud canadienses, sólo en Ontario y únicamente en el sector agrícola hay tres TFW fallecidos y al menos mil contagiados. ¿Pero cuántos más hay en otras provincias, en otros sectores y de otros países? ¿Cuántos TFW más habrán de volver a su patria hechos polvo?

El total de esos datos es la justa dimensión del abandono de los TFW (con permiso de trabajo o indocumentados) por parte de los gobiernos. Por ello muchos trabajadores se preguntan: “¿de qué́ sirve ser héroes si morimos sin derechos?”.

La ausencia de derechos tiene muchas aristas, actores y complicaciones. México, por ejemplo, tiene en Canadá́ cuatro tipos de trabajadores migrantes. El núcleo mayoritario está formado por quienes vienen con el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (SAWP, por sus siglas en inglés), quienes en 2019, de acuerdo con las autoridades mexicanas, sumaron alrededor de 40 mil, de los cuales aproximadamente 20 mil fueron a Ontario. Otro grupo es el del Programa de Trabajadores Extranjeros Temporales (TFW-LS, por sus siglas en inglés), que empleadores y reclutadores promueven, con la complacencia de los gobiernos, porque garantiza trabajadores con cero protección y beneficios. Hay por lo menos 20 mil. Un tercer grupo lo forman quienes llegan con visa de turistas. Están legales en el país, pero sin permiso para trabajar, entonces lo hacen ilegalmente. En los dos últimos años han llegado al menos 20 mil. El último grupo son los indocumentados, integrado por quienes escapan de las políticas de Trump en EUA y por quienes entraron como turistas y decidieron quedarse al expirar su visa. El gobierno mexicano sólo tiene mediana idea de lo que pasa en el primer grupo y hace muy poco por ayudarlos. De los otros no saben dónde están ni qué hacen, y mucho menos se preocupan por ayudarlos.

Pese a la ausencia de derechos, el riesgo de contagio, el abandono de sus gobiernos, etcétera, los trabajadores vienen a Canadá́. Dependen de este trabajo para sobrevivir. Si no viajan, no tienen para sobrevivir, pues ni México ni Canadá́ han establecido apoyo para ellos. Tristemente los TFW aseguran: “Ayudamos a la economía de dos países, pero a la hora de las desgracias, ninguno de los dos países nos da una mano”, como dice amargamente Mauro Nava, de Guerrero, quien sólo hasta mediados de agosto pudo viajar. Pero no sólo quienes llegaron tarde la han pasado mal en tiempos de Covid-19.

“Ahora ya no disfrutamos ni los domingos. Antes al menos podíamos salir al pueblo a dar una vuelta. Hoy ni a salir tenemos derecho. Con el pretexto del Covid-19 estamos más aislados que nunca”, dice al teléfono Sofía, trabajadora guatemalteca con tres temporadas en Canadá́.

“Y sale más caro vivir. Como no podemos ir de compras, el patrón nos trae lo que quiere porque no tiene tiempo para andar buscando ofertas. Lo peor es que nos compran cosas que ni comemos, pedimos frijoles y traen frijoles dulces que no nos gustan, o pedimos tortillas y nos traen tortillas de harina, que son más caras, pocas y no nos gustan mucho”, cuenta José́ Luis, de Chiapas.

“Y dos veces nos trajeron carne caducada”, nos pide que anotemos Miguel de Michoacán en la queja mandada al departamento de integridad de Service Canadá para que permitan a los trabajadores salir a sus compras. “Sin más ni más, mi patrón me dijo que no me va a pagar. Según que por el Covid-19 no le van a pagar trabajos que le deben”, cuenta José́, un turista-trabajador de Guadalajara en su queja a la Oficina de las Normas Laborales de la Columbia Británica.

Y los casos son interminables. Nunca antes la Dignidad Migrante había presentado tantas quejas de abusos laborales en tan poco tiempo. Si bien el Covid-19 ha hecho visible la importancia de los TFW y la violencia que padecen, al mismo tiempo facilita el abuso a muchos de ellos y justifica el mayor control de los empleadores.

Mismas reglas pero distinta aplicación. Aunque las restricciones sanitarias son las mismas para todo el país, en las nueve provincias se aplican de distinto modo. En la Columbia Británica, todos los trabajadores van directo del avión a un hotel. Ahí́ pasan catorce días aislados antes de ser enviados a sus centros de trabajo. Durante el aislamiento el gobierno provincial paga el hospedaje y la alimentación, mientras el gobierno federal les paga al menos treinta horas semanales de salario.

Los informes puntuales de la Dignidad Migrante sobre las limitaciones del aislamiento en las granjas presionaron mucho sobre la decisión de hacer el aislamiento en hoteles. No fue fácil lograrlo, pero gracias a que por primera vez las organizaciones y gobiernos de origen de los trabajadores empujaran en la misma dirección, obligaron a granjeros y gobiernos a aceptar esto. Por primera vez el gobierno de México ayudó a cerrar la pinza. De haber estado un gobierno panista o priísta no se hubiese podido.

En Ontario no siguieron el protocolo de la Columbia Británica. Ahí los empleadores llevaban a los trabajadores del aeropuerto a las granjas. En varios casos falsearon la cuarentena y pusieron a trabajar a la gente desde el primer día. El resultado ha sido el mayor número de trabajadores agrícolas contagiados en todo Canadá y el fallecimiento de tres trabajadores: Bonifacio Eugenio Romero, Rogelio Muñoz Santos (turistas-trabajadores), y Juan López Chaparro, del SAWP.

¿Era posible evitar esas muertes en Ontario? Sí, pero la incompetencia, desatención, importaquismo, complicidad, o todo junto de las autoridades con los empleadores son responsables de esas muertes. La Dignidad Migrante fue de las pocas organizaciones que advirtió en informes públicos y confidenciales a las autoridades que esa situación traería más temprano que tarde contagios de los trabajadores. No escucharon y ahí están las consecuencias.

¿Las autoridades canadienses fallaron? Sí, lo han hecho desde hace más de cincuenta años. Lo confirma el primer ministro Trudeau cuando dice: “los trabajadores migrantes juegan un rol crucial en el sector alimenticio de Canadá y el gobierno debe de hacer más para protegerlos”. Falló también el consulado mexicano en Leamington, que debió socorrer de inmediato a sus connacionales. No lo hizo, como lo denuncia puntualmente un trabajador contagiado de Scottlyn, la granja con más contagiados y donde trabajaba el último de los fallecidos.

Pero también algunas organizaciones han fallado. Muchas de ellas usan a los trabajadores para obtener financiamientos y terminar sus tesis de maestría y doctorado, pero después de eso se olvidan de los trabajadores. Lo mismo sucede con organizaciones que únicamente si reciben financiamiento atienden a los trabajadores migrantes. Por eso no es tan cierto respecto a que gracias a las organizaciones se logró la vacunación a los migrantes. Pues de no haber sido porque los trabajadores de la Dignidad Migrante presionaron fuerte al gobierno y a las organizaciones en la reunión del 8 de marzo del 2021, no hubiese empezado la vacunación. La voz enérgica y los argumentos contundentes de los trabajadores en esa reunión lograron la vacunación, no fue resultado de las organizaciones, como se publicó.

Dios en YouTube. “Pero no todo es lamentarse”, dice Martín, trabajador de Puebla que nunca faltaba a las misas en español y que ahora, al estar canceladas, hace oraciones en Youtube o por WhatsApp. La pandemia forzó a los trabajadores a saber más sobre la tecnología. A bajar aplicaciones para el envío de dinero, para reuniones, capacitaciones, charlas y hasta sesiones de oración y apoyo psicológico. “No es lo mismo que reunirse en persona, pero algo es mejor que nada”, asegura Federico, del Estado de México, quien con 60 años sigue viniendo a trabajar a Canadá. Hay, pues, un proceso de deshumanización de las relaciones

Han surgido nuevos problemas como el estrés por el encierro, obesidad por mayor vida sedentaria, alcoholismo, diabetes, y otras formas de explotación mediante la tecnología, por ejemplo, sin haberse resuelto los de hacinamiento en las viviendas, la falta de privacidad y limitado equipo de cocina, baños y refrigeradores. Algo que definitivamente ninguna aplicación por internet puede resolver, ni Dios, que ahora sí se encuentra en todo lugar… del ciberespacio.

¿Héroes sin derechos? De los aproximadamente 10 mil trabajadores agrícolas que llegan a la Columbia Británica cada temporada, sin contar los otros miles que llegan a otras industrias como la construcción, cuidado de niños y adultos enfermos, el diseño, la comida rápida, etcétera, aproximadamente un 30 por ciento no vino en 2020 por causa del Covid-19. Quienes pudieron hacerlo experimentan reducción de horas y días de trabajo por falta de demanda de sus productos, como por ejemplo en las industrias de flores y hongos.

Las asociaciones de agricultores gritan que falta mano de obra y que habrá́ una crisis alimentaria. Han abierto posiciones para que los canadienses las llenen, sabedores de que por el bajo salario, $14.60 la hora, muy pocos acudirán a realizar uno de los trabajos más pesados, temporales y riesgosos en Canadá́.

Claro, hacer ruido les ayuda en sus negociaciones para que no se aprueben derechos ni beneficios a los migrantes y logren los 2.6 mil millones de dólares que la Federación Canadiense de Agricultura ha solicitado para su sector, a lo cual el gobierno ya otorgó 252 millones en ayuda directa de emergencia. Mientras, a los trabajadores esenciales no se les ha dado nada.

Ante la misma política de sólo privilegiar a los granjeros, las organizaciones se movilizan con demandas que van desde el permiso de trabajo abierto, pago del seguro de desempleo, participación en la elaboración del contrato, hasta la obtención de la ciudadanía. La agenda de los trabajadores migrantes más completa puede leerse en la carta que enviaron al primer ministro Justin Trudeau y otra con puntos específicos al premier de la Columbia Británica, John Horgan, lanzada públicamente en la celebración del día del padre.

Los trabajadores migrantes cada vez se organizan más y mejor. Van aprendiendo que los héroes, aparte de medallas y homenajes, merecen derechos. Medio siglo sin tenerlos les dice que nada se consigue callados y mucho menos muertos. Si no es en esta pandemia que pueden dejar de ser invisibles, ¿entonces cuándo? Saben que tienen que moverse, porque hasta los héroes se mueren, y únicamente su actuar organizado y coordinado podrá evitarlo.

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Raúl Gatica (San Miguelito, Tlaxiaco, Oaxaca), activista y escritor ñuu savi, integrante del CIPO-RFM, exiliado en Canadá por razones políticas en 2005.

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