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OSTULA: RESISTENCIA ANCESTRAL

CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA

En la región de la Costa-Sierra colindante con el Océano Pacífico, dentro del municipio de Aquila, Michoacán, se localizan las comunidades de El Coire, Pómaro y Santa María Ostula, tres poblados nahuas que en conjunto son propietarios de unas 200 mil hectáreas bajo el régimen comunal y que tienen en posesión la mayor cantidad de playas del estado, mismas que destacan por su gran belleza, su cuidado y no ser detentadas por intereses extranjeros. Todo esto excepcional para la región y el país entero.

El liberalismo decimonónico y el porfiriato propiciaron el exterminio sistemático de las comunidades indígenas de la región: Coalcomán, acaso una de las comunidades con mayor extensión territorial en México hasta su sangrienta desintegración, entre 1869 y 1871; Huizontla entre 1891 y 1893; Aquila en las mismas fechas; y finalmente Maquilí, en 1911, fueron pulverizadas en sus bienes comunales una tras otra de frente a la política desamortizadora del Estado mexicano. Ostula, Coire y Pómaro sobrevivieron, no sin daños, a dicho periodo tan oscuro.

El proceso antes descrito propició, a finales del siglo XIX y durante el siglo XX, la invasión de dicha región por parte de rancheros, muchos de origen europeo, así como el surgimiento de “pequeñas propiedades” y la formación, en 1967, del ejido de La Placita sobre tierras, otrora comunales, de Maquilí.

Lo anterior llevó a que en abril de 1964 el presidente de la República dictara una Resolución sobre Reconocimiento y Titulación de Bienes Comunales a favor de Santa María Ostula, sumamente defectuosa en cuanto a la superficie titulada, misma que fue mutilada con respecto de las tierras que le habrían sido reconocidas mediante diversas diligencias judiciales a finales del siglo XVIII y principios del XIX. La superficie en cuestión quedó sobrepuesta con “pequeñas propiedades” de dudoso origen, con los terrenos comunales de El Coire y Aquila y, a partir de 1967, con el reciente ejido de La Placita.

En este paulatino proceso de despojo, actualmente El Coire tiene invadidas más de 10 mil hectáreas en la parte alta de la serranía y Pómaro más de 40 mil; a su vez, Ostula fue invadida gradualmente en más de mil hectáreas por el lado de las supuestas “pequeñas propiedades” de Maquilí, hoy de La Placita.

Estas tierras invadidas a Ostula fueron ocupadas en su momento tanto por sedicentes pequeños propietarios como por lugartenientes del crimen organizado, quienes iniciaron un juicio contra la Comunidad, con número de expediente 78/2004, que hoy se encuentra en la última instancia: el amparo directo. Por su parte la Comunidad en 1997 y en 2003 intentó recobrar las tierras invadidas, pero no fue hasta el 29 de junio de 2009 que recuperó una importante porción de tierras comunales lindantes con el Pacífico y levantó el poblado de Xayakalan, apoyado en la refundación de su guardia comunal, misma que tuvo que enfrentar al crimen organizado.

Un año antes el profesor Diego Ramírez, coordinador de la Comisión para la Defensa de las Tierras Comunales, fue arteramente asesinado; en 2010 el presidente del Comisariado Comunal, Francisco de Asís Manuel, fue desaparecido por un comando armado sin que sepamos nada de él hasta hoy; entre 2011 y 2012 fueron violentamente eliminados por el cártel de Los Templarios Pedro Leyva, Trinidad de la Cruz, Crisóforo Sánchez y Teódulo Santos, importantes dirigentes de la Comunidad; la mayoría de los comandantes comunitarios nombrados entre 2008 y 2009 fueron también masacrados y a la fecha Ostula suma 35 comuneros ultimados y 5 desaparecidos por causa del conflicto social agrario.

No está de más señalar que entre 2011 y 2014 la organización comunitaria de Ostula casi desapareció ante el asedio de Los Templarios, quienes aprovecharon para robar sus finas maderas, conservadas durante siglos. Todo esto con la colaboración, ya sea por omisión, ya sea deliberada, tal vez nunca lo sabremos, de la Marina Armada de México, que justo en esos años se instaló en toda la región.

Fue en febrero de 2014 que la Comunidad, con el apoyo decisivo de los autodefensas de Coahuayana, Aquila, Chinicuila y Coalcomán, logró expulsar a Los Templarios de su territorio y prácticamente de todo el municipio. Para ese momento la Comunidad se encontraba agotada y sus dirigentes históricos, formados a lo largo de sucesivas generaciones que abrevaron de la lucha agraria, de la teología de la liberación, del movimiento poselectoral de 1988 y del movimiento magisterial, pero, sobre todo, de la historia propia, ya no existían más que contados con los dedos de una mano.

Sin embargo, con esa característica rara llamada resistencia, Santa María Ostula ha renacido en una robusta organización comunal, en sus fiestas y ceremonias, en sus trabajos cotidianos, en su guardia comunal y en un renovado y joven liderazgo colectivo.

Si miramos un plano del mundo podremos observar que Santa María Ostula, El Coire y Pomaro, comunidades pródigas en minerales preciosos, en playas de ensueño y en toda clase de recursos naturales, se localizan entre Manzanillo y Lázaro Cárdenas, los dos puertos más importantes de América del Norte; y que también forman parte estratégica del corredor que comunica, a lo largo del centro del país, a dichos puertos con el centro y el este de Estados Unidos, uno de los nichos de mercado más grandes del mundo.

Lo anterior provoca, cada vez con más fuerza, la voracidad de empresas multinacionales y cárteles criminales que han sentado o pretenden sentar sus reales en la región. De hecho, la empresa Ternium —segunda acerera a nivel mundial— tiene títulos de concesión minera sobre tierras pertenecientes a Ostula, muchas de ellas en conflicto con los sedicentes pequeños propietarios.

Teniendo como fondo lo antedicho, el juicio agrario 78/2004, en el que se dirime el pleito por tierras entre la Comunidad y la “pequeña propiedad”, ha llegado a su última instancia en el tramado legal de la Nación: un amparo directo en manos de un tribunal colegiado de circuito. Ostula exige, no sin razón, que tan relevante y significativo caso sea atraído y resuelto favorablemente por la Corte; ya la Segunda Sala se va a avocar al asunto para determinar si procede la atracción. En las manos de este alto y controvertido tribunal está la decisión de sembrar paz en forma definitiva o seguir sembrando guerra en abono de los intereses más nefastos que podamos imaginar. La Corte tiene la palabra.

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