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HACIA LA POESÍA. EN LOS 32 AÑOS DE OJARASCA / 294

HERMANN BELLINGHAUSEN

Cuando inició el proyecto de Ojarasca, bajo el nombre de México indígena, hace 32 años, no se vislumbraba en el horizonte una “literatura indígena”, aunque un punado de lenguas llevaran tiempo produciendo páginas y autores notables, además de las esforzadas traducciones de “textos” prehispánicos, que a veces rayaron en la invención de “poemas” en términos occidentales, lo que no les quita importancia ni mérito.

Sólo han pasado tres décadas y el panorama no podría ser más distinto. La profusión y diversidad de autores y autoras en lenguas originarias mexicanas ha crecido extraordinariamente. Editoriales y revistas publican textos bilingües como nunca antes. Constantes son los talleres, las conferencias y recitales virtuales y físicos, el rap y la poesía hablada. También se hace narrativa original, ya no sólo tradición oral. Hay ensayos, incluso una suerte de auto-etnografías, además de que son ahora los pueblos quienes escriben su historia. Se prodigan premios, becas institucionales y tiempo al aire en medios y redes sociales. En 2018 Ojarasca reunió una amplia gama de poetas publicados en nuestras páginas, Insurrección de las palabras (Editorial Ítaca, México). De entonces para acá esa “insurrección” no ha cesado.

No seamos triunfalistas. Persisten desdenes y discriminaciones en ciertas élites culturales, aunque autores, autoras y editores en lenguas mexicanas ya poseen un estatus cultural, y con frecuencia literario.

Debemos celebrar que esta evolución sea honda, casi una revolución cultural y lingüística, aparejada al despertar político de los pueblos, sus migraciones masivas, la lucha por la dignidad de las mujeres, su defensa de los territorios y la Madre Tierra, la resistencia contra los distintos rostros del etnocidio. Pero también ha llegado la hora de elevar las exigencias formales, temáticas, lingüísticas y hasta ideológicas que caracterizan a la escritura llamada indígena en México, ese fenómeno sin paralelo en el mundo del siglo XXI. Muchos intentos escriturales en lenguas han sido rudimentarios; la escritura en caracteres latinos impone serias dificultades a quien escribe en (o se traduce a) nuu savi, ayuuk, zoque, wixárika o mazateco. Por fortuna crece la masa crítica de autores y textos. A pesar de la morosidad, cuando no inoperancia del Estado moderno en la verdadera promoción y defensa de las lenguas originarias, éstas son difundidas y promovidas con vigor y visibilidad desde los pueblos mismos, sus comunidades, sus educadores, sus intelectuales y artistas.

Más allá de las nuevas demagogias indigenistas, indianistas, new age, y del mero oportunismo presupuestal, los logros son inmensos. Lo alcanzado en algo más de 20 años por autoras y autores, jóvenes en su mayoría, encarna una de las hazañas más hermosas de nuestra historia reciente. La escritura en lenguas mexicanas debe ahora acrecentar su rigor en todos los frentes, sin dejarse domesticar. La rápida juventud de esta literatura la conduce a una madurez temprana y ya urgente, al menos en algunas vertientes actuales como la binnizá, la nahua, la tsotsil o la maya peninsular. Ello demanda nuevos horizontes temáticos, el asomo a otras culturas, la revaloración de lo que ocurre hoy, no sólo raíces, tradiciones y mitos ancestrales.

Para conmemorar un año más de Ojarasca, acogida desde 1997 por La Jornada, presentamos un pequeno muestrario, titulado Hacia la poesía a partir de unos versos de Margaret Randall incluidos aquí. Un poco de buena poesía para brindar por la flor de la palabra, hoy tan fértil pese a los riesgos y las amenazas de extinción que se ciernen sobre nuestras casi 70 lenguas nacionales.

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