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VIGENCIA DE JEAN ROBERT. INVESTIGACIONES PARA LA EMANICIPACIÓN

JOSÉ GODOY BERRUETA

Los cronófagos. Después de leer el libro Los cronófagos: la era de los transportes devoradores de tiempo, de Jean Robert, tengo la sensación de ir en un tren, auto o avión pero ya sin paradas ni destino final, sino sólo por la necesidad de mantener la velocidad, una de las grandes contradicciones de la modernidad atrapada en el tráfico y el tumulto. Esta velocidad remite al crecimiento, a la producción y al pensamiento industrial que nos aqueja. A la sociedad gobernada por los sistemas e intereses económicos.

Uno de los conceptos que explica Jean-Pierre Dupuy en su prólogo es el de desvío de la producción, que sincroniza con el principal argumento jurídico utilizado para enjuiciar los efectos del libre comercio en México en el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), Capítulo México, que fue el de desvío de poder (concepto utilizado, entre otros, por la Corte Interamericana de Derechos Humanos). Jean tuvo una participación importante en las audiencias relativas a la defensa del maíz, la vida campesina y la subsistencia.

Desvío de la producción y desvío de poder, que favorecen a los privilegiados de la sociedad de acumulación industrial capitalista, van de la mano. Por un lado se desvía la energía y el trabajo hacia la producción de mercancías ajenas a la necesidad real de la reproducción y por el otro se desvía el poder de la soberanía popular para justificar y encubrir las operaciones de acumulación que devastan los territorios y los pueblos.

Las sociedades que cuestionan el desarrollo de la sociedad industrial son las más atacadas por los poderosos de cualquier afiliación política o partidaria. Los pueblos indígenas han declarado que tienen “otros tiempos” y no hay nada que le duela más a la forma urbana industrial que ese cuestionamiento de la modernidad y el desarrollo. Incluso la defensa que hacen los pueblos de su territorio circundante de las ciudades, como en la CDMX, es la que contiene y cuida dando viabilidad a semejante caos conglomerado. A los Estados capitalistas les causa más escozor estos cuestionamientos que la existencia de su supuesto antagonista socialista, pues éste sí se adhiere, en muchas ocasiones, al desarrollo y a la competencia por la velocidad industrial, lo cual es muy triste.

En el libro se compara a la conurbación con un cáncer, lo que es también una reflexión, premonición, vislumbramiento de lo que es la ciudad o la forma urbana industrial, que trastoca todo más allá de la ciudad y arrasa y destruye cada cerro, árbol, arroyo, parcela, comunidad o vida silvestre que se encuentra a su paso. Y hace cada vez más largas las distancias “exportando fatigas hacia las horas no asalariadas de las esferas más humildes”. Indigna el avance de lo urbano pero no sólo de lo habitado por el ser humano: también la ciudad agroindustrial, industrial o minera.

Pensemos en la desviación de la producción agroindustrial (que no produce alimentos) que confirma el abuso de transporte motorizado de mercancías o commodities alimentarios. Jean distingue entre el transporte de mercancías y de personas, ya que las personas tenemos la función autónoma de poder andar. “El rol de la política no es alimentar a las personas sino proteger su capacidad de producción vernácula”, reza el libro. También son indignantes las cuatro horas de transporte que pasan los trabajadores rurales para laborar en invernaderos, mineras y otras actividades que destruyen el territorio y la autonomía. El libro me recuerda lo que es caminar, andar, peregrinar el territorio como una actividad fundamental para la autonomía y la subsistencia de los pueblos, como lo viví en la sierra huichola, tarahumara o con los mismos zapatistas. La experiencia de andar largas distancias, pero no con un espíritu de volverse ironman, sino para conocer los linderos de un título virreynal, los lugares sagrados, asistir a una asamblea o sembrar, todo con la firme intención de conocer y defender el territorio, como mucho ha narrado Ramón Vera-Herrera.

Hace cuarenta años Jean estaba con todo criticando la ciudad como nos ha tocado conocerla. Fue pasado el año 2000 cuando en Guadalajara y nuestros pueblos vimos nacer el boom de las ciclovías, los andadores, las rodadas nocturnas, como actividades para reivindicar la bicicleta y nuestro derecho a andar. Tanto que se criticó el carácter arcaico y antidesarrollista de los pueblos que se han resistido a los autos y las carreteras y ahora resulta que es un lujo poder vivir andando.

Es una delicia poder contar con el prólogo de Jean en 2020 y las notas en el texto de “así sucedió en 2019” o “superó las previsiones de contaminantes”.

Con este libro se abren argumentos para continuar la crítica a la imposición del tren llamado maya o visualizar el porqué de la disputa entre Santa Lucía y Atenco; la obsesión de políticos por prometer calles, carreteras y trenes ligeros. Son múltiples los intereses a que responde la obsesión cronófaga. “En mayo de 1967, un white paper inglés anunciaba que se estaba estudiando la construcción de un tercer aeropuerto en la región de Londres. Sir Colin Buchanan comparaba los daños que hubiera provocado la construcción de ese aeropuerto en el lugar propuesto por los expertos con la devastación de una guerra”, escribe Jean.

Algo muy importante desde que comencé las lecturas hace 25 años de Jean Robert, Iván Illich y demás allegadas y allegados al CIDOC es que nos incitan, como lo menciona Jean en este libro, a la crítica disciplinada y rigurosa, a la actividad y el diálogo constante y a fomentar la amistad, una mezcla muy necesaria para mantener el pensamiento crítico a largo plazo, con alegría y con coraje y con una comunidad de apoyo (me arriesgo a decir) anti-psiquiátrica.

La subsistencia es más viable que la industrialización. Cuando Jean habla de subsistencia terminé de entender lo que nos explicó en una reunión en El Grullo, Jalisco, y en el TPP. Jean sabe que toda la energía del ser humano utilizada para sostener la vida por sus propios medios es viable. (Yo lo suponía, estaba seguro, pero nunca lo vi tan claro y con tanta seguridad frente al derroche de energía de la forma urbana industrial capitalista que se describe en Los cronófagos.)

Esta afirmación motiva al movimiento agroecológico y de autonomía de los pueblos que estamos impulsando.

En la citada reunión preparatoria para la preaudiencia del TPP titulada “Territorialidad, subsistencia y vida digna”, Jean, además de sostener el “carácter intolerable de la desigualdad”, como lo hace en Los cronófagos, nos incitaba a quitarnos de encima el despojo agroindustrial y a recuperar la narrativa campesina, a ejercer conceptos como el territorio que llama a un abordaje integral del entramado de nuestra narrativa. Identificar y usar los conceptos que nos ayuden a hacer la crítica de la modernidad y sus instituciones para fortalecer nuestras esferas autónomas, Como el agua, la tierra, el bosque, las semillas, la alimentación y los oficios.

En la presentación del libro, Sylvia Marcos, compañera de vida de Jean, nos compartió la crítica implacable de Jean Robert a los urbanistas modernos que, lejos de criticar las contradicciones de la forma urbana industrial, imponen cada vez más distancia y más niveles y diferencias a la transportación pendular de ida y vuelta del trabajo industrial al hogar. Una crítica al urbanismo como materialización del progreso.

También nos conminó a retomar el ejemplo del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) de emprender investigaciones comprometidas con el cambio y que mediante la conversación se puede ir más allá. Desmitificar las certezas industriales y atacar la espontaneidad con que se nos presentan. Llevar a cabo reuniones colectivas y enriquecer los temas que se propongan desmitificando la normalidad que venden las instituciones modernas y la normalidad con que nos las venden los Estados y los poderosos.

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