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INVESTIGAR ES LA ESENCIA DEL PERIODISMO

RAÚL ALLAIN

La esencia del periodismo es investigar para encontrar la verdad. El desarrollo histórico del llamado “periodismo de investigación” es relevante porque ha marcado una diferencia total con la llamada “prensa del corazón” y más aún con lo que ahora se denomina “fake news”, noticias falsas o fabricadas que circulan en las redes sociales y que muchos las “comparten”, generando así más desinformación.

Los trabajos de periodismo de investigación más conocidos se sitúan en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y casi todos se ubican en los Estados Unidos. El florecimiento del nuevo género se produce entre 1955 y 1973. Por esas fechas, y como consecuencia de la guerra de Vietnam, los periodistas confrontaron al gobierno y empezaron a analizar críticamente la actuación de los políticos. La prensa había alcanzado un estado de madurez suficiente como para enfrentarse a las otras fuerzas establecidas, muy en particular los políticos profesionales.

Algunos de los primeros trabajos llegaron al público a través de las páginas de Life y Look. Pero, en general, el periodismo de investigación recibió poca atención del público, fuera de la audiencia de algunos medios minoritarios (como la revista radical Ramparts). En 1969 se fundó una organización en Washington llamada Fund for Investigative Journalism (Fondo para el Periodismo de Investigación) para financiar los esfuerzos de investigación periodística, pero es poco conocida en un primer momento.

 

El caso Watergate

 

A comienzos de los años setenta un acontecimiento político de enorme magnitud puso por primera vez en boca de la opinión pública internacional las palabras “periodismo de investigación”. Se trata de la dimisión forzada del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, tras el escándalo que supuso el descubrimiento del asunto “Watergate” por parte de dos periodistas del diario The Washington Post.

“17 de junio de 1972, un sábado por la mañana: Hora: las nueve. Demasiado temprano para telefonear. Woodward tomó el receptor de manera vacilante y acabó de despertarse. El redactor-jefe local del Washington Post estaba al otro lado de la línea. Cinco hombres habían sido detenidos esa madrugada cuando trataban de penetrar ilegalmente en el Cuartel General del Partido Demócrata; llevaban consigo un completo equipo fotográfico y una serie de instrumentos electrónicos. ¿Podía presentarse para hacerse cargo del asunto?”. Así comienza el relato escrito por los dos periodistas que investigaron el caso Watergate, Carl Bernstein y Bob Woodward, quienes publicaron en 1974 los detalles del caso en el libro Todos los hombres del presidente (https://tinyurl.com/atmt6fe9).

En aquel día de junio de 1972 el Washington Post decidió cubrir ampliamente esa información aventajando a los demás periódicos, incluidos The New York Times y el Washington Star. De los 433 periodistas acreditados en ese momento en Washington, solamente 15 fueron asignados durante un tiempo a esa corta tarea.

El hecho por investigar era aparentemente simple: un robo frustrado cometido en un edificio que podía tener un alcance mucho más relevante si se consideraba la intencionalidad de los supuestos ladrones de “espiar” al Partido Demócrata —atendiendo al sofisticado equipo electrónico que portaban— y si se podía suponer que detrás de aquellos “fontaneros” podía estar actuando una red completa de manipuladores políticos que se extendía hasta la propia cabeza de la Casa Blanca.

Nueve meses después, el 21 de marzo de 1973, James McCord, uno de los cinco detenidos, rompió el pacto de silencio y envió al juez John Sirica, encargado de instruir el correspondiente expediente judicial, una carta sellada repleta de acusaciones.

En agosto de 1974 Richard Nixon, atrapado en el conflicto y con el porcentaje de credibilidad entre la opinión más bajo de toda la historia política de los Estados Unidos, pidió su dimisión como presidente del gobierno bajo la amenaza de acusación pública.

Las consecuencias para el mundo periodístico fueron inmediatas. 1974 se convirtió en “el año del periodismo de investigación”. Nunca antes una investigación periodística había conseguido llegar tan lejos con pruebas tan irrefutables, a pesar de que se publicó mayoritariamente citando fuentes anónimas. Y el poder de la prensa volvió a ser tomado muy en serio por la opinión pública y por toda la escala del funcionario norteamericano.

Entre los efectos “periodísticos” inmediatos del caso Watergate tenemos la necesidad de considerar la información, entendida hasta el momento como la base simple para elaborar textos periodísticos, desde un prisma diferente.

Se oponía con cierta urgencia la necesidad de considerar la información como algo susceptible de ser trabajado más a fondo, de ser documentado, ampliado, verificado, contextualizado, indagado y, en definitiva, investigado.

 

Algunas lecciones

 

El Watergate marcó un hito en cuanto a mostrar como fundamentales algunos principios que afectaban directamente el papel que debía jugar la prensa:

1. El de no limitarse a ser meros intermediarios entre los canales —prácticamente los poderes— oficiales y la opinión pública, reproduciendo las notas de prensa o los comunicados que las distintas instituciones transmitían para el conocimiento del público receptor, sino que había que empezar a cuestionar esas versiones oficiales de los acontecimientos.

2. Instalar la “duda” en la información oficial.

3. Indagar en todas aquellas situaciones que por alguna razón desconocida quedaban ocultas y no llegaban hasta los medios de comunicación por los canales estandarizados.

El asunto Watergate no es el único suceso histórico que señala el nacimiento de esta modalidad periodística.

De hecho, en Estados Unidos la prensa empezó a practicarla ya a principios de este siglo, en las décadas diez y veinte, aunque nunca hasta entonces se hubiera hablado tanto de este tema como cuando The New York Times publicó los famosos documentos del Pentágono sobre la guerra del Vietnam.

Hasta ese momento el periodismo de investigación solamente se aceptaba en determinadas publicaciones marginales, fuera de la prensa del establishment, y, en cualquier caso no era la manera habitual de trabajar del periodista americano.

Salvando distancias, en el Perú ha habido casos históricos de investigaciones periodísticas que han tenido impacto social y político, como la “Página 11” (desaparición de un folio de un contrato con la International Petroleum Company durante el primer gobierno de Belaunde), el caso de la matanza de Barrios Altos, el asesinato de los estudiantes de la Cantuta (develado por la revista Sí), y a partir del año 2000 el tema de los “Vladivideos” (videos grabados por el ex-asesor presidencial Vladimiro Montesinos).

Más recientemente, el caso del libro Plata como cancha del periodista Christopher Acosta ha tenido gran impacto mediático. En el mes de enero, el juez Jesús Vega, del 30 Juzgado Penal Liquidador de la Corte Superior de Lima, condenó por difamación agravada a dos años de prisión suspendida a Christopher Acosta y a Jerónimo Pimentel, director de la editorial Penguin Random House, debido a que considera que esta publicación tiene frases difamatorias (https://tinyurl.com/3wxad2tx).

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Raúl Alain es escritor, sociólogo y analista político peruano. Consultor Internacional en Derechos Humanos para la Asociación de Víctimas de Acoso Organizado y Tortura Electrónica (VIACTEC).

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