TIEMPO PAÍS
Qué lleno de cosas está el mundo
y de nombres y de panes y de gente
velas encendidas y apagadas
y el cerillo y la cera en el vaso
casas con ventanas por enfrente
cordeles atados de una a otra nada
y tan tranquila la ropa que se seca
las arañas en las esquinas
los periódicos en las esquinas
las bicicletas las naranjas los charcos
los aviones despavoridos
pasan sobre las esquinas
Porque hay puentes derruidos
y peatones desahogados
con la culpa de llevar
la camisa entre los dientes
y un anillo roto en cada dedo de la mano
y lucen antifaces calurosos
la caricatura les revienta a carcajadas
a puñetazo limpio
de tanto ir lleno el costal
de maíces papas o frijoles
Las cebollas en atados grandes
despeinan sus cabelleras rubias por los bulevares
sin que los policías puedan evitarlo
—de lo contrario llorarían
tan amargamente
que habría que llenar con ellos
las cárceles las dulcerías
y los hospitales
Qué triste la tristeza despoblada
en este país de pueblos y piedras
y ríos que pierden el agua
antes que el nombre
donde nacen las montañas pero crecen
crecen tanto que las nubes se retiran
porque quieren y ya no llueven
hasta que un nuevo corazón lo ordene
Las tazas escurren chocolate caliente
y las cucharas medicinas
Unos tosen en la calle
otros muerden sin saber bien dónde
Una mujeres desaparecen en manos de una magia negra
que esfuma lo que está
y desmoronan cuanto debimos
adorarlas y protegerlas
Unos niños piden agua
y otros niños no les dan
porque hay ráfagas y ceniza
sobre casas de hormigón o adobe
edificios inmisericordes
autobuses apresurados con su carga de máscaras cansadas
sin freno hacia el abismo donde perecen todos los coches
todos los perros
todos los saguaros que no cupieron
en los jardines y los estacionamientos
porque los relojes, sí, porque los relojes
nunca se arrepienten
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Hermann Bellinghausen ha publicado cinco libros de poesía y tres plaquettes.