PARA QUE LA PALABRA SEA PROMESA DE JUSTICIA / 303 — ojarasca Ojarasca
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PARA QUE LA PALABRA SEA PROMESA DE JUSTICIA / 303

RAMÓN VERA HERRERA

Silvana Rabinovich, La Biblia y el dron, IEPALA, Madrid, 2013 (segunda edición, corregida y aumentada, publicada por Casagrande/Último Recurso/Heredad en Rosario, 2020; tercera edición, aumentada y publicada por Heredad en México, 2021).

Editorial Heredad ha emprendido la recuperación de textos cuyo corazón está puesto en cómo fluye la conciencia propia en relación al mundo. Y la conciencia, la que es plena, está todo el tiempo latiendo en sus vicisitudes políticas y morales y, por ende, históricas y hasta lingüísticas. Habitando el lenguaje podemos constatar los modos en que una historia milenaria, cargada de leyendas y de mitos, puede recuperar las raíces de un amor a la justicia que transita por las páginas de la Biblia, pero también nos puede alertar de cómo ha sido interpretada para volverla útil a los fines de la dominación.

Tal es el caso de este libro valiente y transgresor, La Biblia y el dron, cuyo subtítulo es muy iluminador: “Sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel”.

Silvana Rabinovich, de origen argentina, es una investigadora en toda la extensión de la palabra y es el hebreo un idioma que domina a la perfección, lo que en palabras de Enrique Dussel “le ha permitido profundizar sobre los secretos escondidos de esta lengua de tribus palestinas en su origen, según los estudios históricos y sociológicos más recientes”. Recordemos que es “en la segunda mitad del siglo XIX que algunos rabinos y judíos secularizados comenzaron a expresarse oralmente, en su hogar y en sus comunidades, en la lengua hebrea reconstruida desde sus raíces bíblicas”, según el mismo Dussel afirma. Esto significa que los términos del hebreo contemporáneo partieron del hebreo antiguo para ir retejiendo los eslabones históricos de esta nueva lengua viva, pero siempre con la Biblia como referente fundamental cuya “resonancia antigua se actualizaba en el presente”.

La compleja situación que tiene sumida a la región en un conflicto en apariencia irresoluble por la actitud implacable del Estado israelí, ocurre en el espacio de confluencia de tres religiones y de la narrativa histórica de cada una de éstas, se expresa en varios planos y desde varias posibilidades de la lengua, lo que aloja voces históricas, filosóficas y también poéticas.

No obstante es posible resumir el conflicto haciendo las preguntas pertinentes. Dice Rubén Chababo, quien hace un prefacio a la obra: “De qué modo la lengua dejó de decir, traducción mediante, una cosa para nombrar otra. De qué modo los nombres de la tierra fueron borrados, rehebraizados y judeizados configurando un doloroso capítulo de la memoria territorial”.

Esto de inmediato nos pone en un cruce de caminos donde podemos leer la trama en los textos bíblicos, pero también en las voces de los protagonistas de la historia —poetas, guerreros, escribas, profetas, intérpretes, líderes políticos— cuya rememoración es indispensable.

Silvana Rabinovich, haciendo eco de tradiciones de lectura e interpretación de la Biblia, perteneciente ella misma a la tradición de un judaísmo amoroso y a la vez crítico de las culpas del Estado israelí que no es posible ocultar, nos devela una Biblia donde los poderes de dominio buscan claves para emprender una guerra de conquista y avasallamiento hacia los antiguos pueblos cananeos, que hoy son el pueblo palestino. En esta guerra, cuyo origen está en la dominación, esa lectura e interpretación particularmente sesgada le permite al gobierno israelí justificar el exterminio.

Pero Silvana no sólo indaga estas fuentes, pues desde la fundación del Estado judío hubo aquellos “que advirtieron frente a la evidencia de los primeros atropellos, la posibilidad segura de un derrumbe de los ideales de ética y justicia” que están más que consagrados en la Biblia mediante una lectura consecuente con la justicia ancestral y una ética irrenunciable. Según Rubén Chababo, pese a la “fuerza de una violencia que se descarga impasible sobre el cuerpo y las biografías de aquellos a quienes se niega el derecho a la tierra ancestral bajo la forma del confinamiento, el exilio o la muerte por aniquilación”, hay otras lecturas posibles. Uno puede seguir pistas de gente cuidadosa y sumergida en las tradiciones ancestrales, como Martin Buber, Emmanuel Levinas, Walter Benjamin —o el propio Bajtin, que sirve de andamiaje a la sumersión en el lenguaje. Silvana sigue la pista de alguien tan acucioso y consecuente con la ética y la justicia como el palestino “de origen y convicción”, Edward Said, que al igual que Levinas y H. Cohen emprendieron la lectura de la Biblia desde sus filamentos históricos cananeos, los actuales palestinos.

Según la autora, “partimos de que no se piensa (ni se habla) por medio de la lengua sino en ella”. El lenguaje, pensado como la facultad de transmitir, o traducir experiencias, “se expresa en lenguas, y cada lengua viene cargada de historia. La lengua hebrea renovada está preñada del texto bíblico”. Para salir al paso de estas encrucijadas, “usar” el lenguaje de la Biblia sin abusar de él, “se entiende como un deber de estar en la lengua de manera crítica, esto es, teniendo en cuenta sus coordenadas históricas, éticas, políticas y sociales que atraviesan la palabra bíblica y su actualización contemporánea. Y habida cuenta de las complicidades del discurso con la situación de injusticia perpetrada, ensayar modos de escucha e interpretación liberadores que permitan otra relación con la palabra, esto es, que la lengua se vuelva vehículo y promesa de justicia”.

Esta postura, que no es antisemita, pero que sí critica duramente las pretensiones y abusos de la lengua plasmada en la Biblia, le es reprochada a Silvana, quien declara: “Una y mil veces se me objeta no ser ecuánime porque mis reclamos se dirigen al gobierno de Israel y no a los representantes palestinos. Ojalá y este libro contribuya a aclarar que desde una postura a la vez política y moral, desde un compromiso con la lengua bíblica heredada, la ecuanimidad forma parte de la farsa y la palabra veraz sólo es posible desde un posicionamiento heterónomo que cuestiona lo Propio”.

Por un lado el intento es rememorar los sentidos originales de justicia y amor de las tradiciones judaicas, para no permitir la alteración del sentido que se pone en efecto desde el sionismo para la dominación abierta mediante un discurso militarista y conquistador que se pavonea en acaparar tierras y exiliar comunidades, cuando no aniquilarlas. Por otro lado se trataría de ejercitar un montaje, como en el complejo proceso de edición cinematográfica o de curaduría teatral y de exposiciones, una edición múltiple, digámosle, que permita la convivencia de sentidos y de funciones del lenguaje hasta asomar “un pensamiento esperanzado”, formado de “expresiones, imágenes, poemas, voces, lecturas, surgidas de conversaciones e intercambios con seres queridos y respetados a quienes agradezco y dedico este libro (tanto israelíes como palestinos)”.

Dice Silvana Rabinovich: “El discurso político en torno a la tierra de Palestina/Israel es claramente militarista y por esa razón las figuras bíblicas escogidas aquí aluden a la guerra, la muerte y la enemistad”, pero, “como es sabido, la Biblia no es unívoca. En ella conviven diversos aspectos morales entre los cuales hay dos que se contradicen y reflejan posturas irreconciliables: por un lado se encuentran las leyes morales y sociales... cuya característica más notable es el respeto por el otro ser humano que deriva en la sensibilidad social hacia los arquetipos de la fragilidad humana, por el otro están las referencias a la conquista de la tierra prometida, que prescriben la aniquilación de los pueblos habitantes de Canaán [...] de una parte la vulnerabilidad, y de la otra, el poder. O dicho en otras palabras: de un lado el discurso profético y del otro las tradiciones monárquicas”.

Ya ni fue posible nombrar el dron. Éste ejerce su letalidad lanzando palabras de fuego y aniquilamiento.

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