“EL AGUA ES NUESTRA MEMORIA Y NUESTRO LEGADO” / 305
PRIMERA ASAMBLEA NACIONAL POR EL AGUA Y LA VIDA
Zacatepec, Puebla
Que el agua es un ámbito de comunidad no quiere decir solamente que el agua es de los pueblos, o un “bien común”, como tanto se dice.
Cuando decimos que el agua es un ámbito de comunidad, como lo expresa Jean Robert, respondemos a la convicción y certeza que recorre las comunidades en su trabajo cercano con el monte, que siempre es agua-cerro-tierra, es decir, territorio. Indisoluble es la relación. Tal convicción implica que la existencia del agua es posible por el entrevero de relaciones de muchos tiempos. Unas ocurren entre diferentes capas de metabolismos naturales que rigen el ciclo social del agua, y a la vez hay relaciones humanas que mueven el ciclo natural del agua. Pero cómo detallar tales tejidos para que no queden oscuros o ambiguos.
Como dicen en las sierras, el agua va al mar pero de ahí viene y alimenta desde lo subterráneo a las nubes y al caer como lluvia en humedales de la montaña la filtran a los cerros para ir apareciendo en caídas o cascadas, en floraciones u ojos de agua, en flujos subterráneos que recorren o se asientan por las entrañas del monte, ayudan a que broten selvas, mueven ríos y torrentes, iluminan pozas. El grandioso bosque de niebla tiene por corazón el agua siempre y cuando mantenga su dimensión comunitaria y sagrada.
Las comunidades humanas cuidan desde hace milenios esta relación con su gestión comunitaria, sus celebraciones y diversos sistemas de “cosecha del agua”. La cuidan sincronizando su siembra con los temporales, con las humedades del suelo, protegiendo que no se deslave la tierra y entendiendo qué sembrar. Protegen el bosque que imanta las nubes. Las comunidades rejuntan agua y equilibran, y a veces pueden recuperar aguajes y manantiales que se creían perdidos. Los antiguos saben hacer llover, saben amainar el granizo sin desbalancear las lluvias (como sí hacen los cañones antigranizo de las empresas). Saben construir acequias y pozas, y en el camino entienden cómo operan los metabolismos del agua con la milpa, el bosque y la asamblea.
En el círculo de los cuidados, el entendimiento comunitario en las asambleas es crucial para acordar en qué coamil se hará la siembra esta temporada, dónde están los jagüeyes de donde agregar humedades necesarias o alimentar a los animales.
Como lo muestran en su día a día y en sus narraciones y prácticas rituales, los pueblos serranos, pero también los mareños y quienes viven al pie de las montañas y en los llanos, el agua con sus brotes y sus afluentes ha sido fuente de vida y “hacedora de comunidades”. Jean Robert mismo nos recuerda que la mitopoética elemental del agua recorre la historia de la humanidad y diversas son sus expresiones y personificaciones. Por esta razón la “abolición del agua como ámbito de comunidad inaugura un nuevo orden ecológico donde la sinuosa vitalidad sagrada se torna la funcionalidad de un recurso”. Este elemento que nos brinda vida, al entrar en el ciclo económico y ser valorizado como depósito y mercancía socava los lazos de las comunidades y desenraiza a la gente de su tierra, de su tradición y principio de mesura. Rompe los vínculos comunitarios y su matriz cultural, trastoca las propias formas de regulación y distribución, y más aún, altera el metabolismo social con su entorno y por ende el ciclo del agua. Este quiebre es parte de la “guerra contra la subsistencia”: el proceso de desposesión y desvalor contra los pueblos que deshabilita y destruye al paso sus capacidades innatas, su autonomía y sentido de comunidad.
Las corporaciones y los gobiernos le tienen destinada esa guerra a las comunidades, sabiendo que el agua es el corazón que, desangrado, hiere de muerte la unidad comunitaria y cuela la voracidad del capitalismo.
En todas las luchas de las comunidades contra los megaproyectos, la agroindustria, la minería, la fractura hidráulica, las granjas porcícolas, la industria refresquera y embotelladora, las automotrices y las fábricas procesadoras que utilizan químicos para su funcionamiento, está en disputa el agua. Por eso los movimientos saben que el agua es el espejo de todas las luchas. Hoy, el acaparamiento del agua es multimodal. Quien la acapare, sabe que podrá destinarla a muchos procesos a la vez, por eso la urgencia les come a los gobiernos. Construyen presas y represas, emprenden trasvases, concentran el agua, la utilizan para generar energía o, una infinidad de veces, la dejan inservible habiéndola usado sacrificialmente, contaminada con desechos ultra-tóxicos.
Entonces, los pueblos y comunidades en diversos territorios declaran de manera contundente: “no es sequía, es saqueo”, dando cuenta por diversos medios de los estragos provocados por la apropiación privada del líquido vital o del despojo de los cuerpos de agua a nombre del “bien público”. El cambio climático y la crisis hidroecológica asociada, que vez tras vez más nos alarman y nos tienen en vilo, no son resultado de la escasez o de una modificación del clima de causas “naturales”. Han sido provocados por las relaciones capitalistas y su depredación de los territorios. El estrés hídrico es consecuencia de la apropiación y control del agua, de su desvío y la concentración de sus fuentes por y para la industria extractiva y de manufacturas, el agronegocio, la generación de energía, el hidronegocio y la especulación inmobiliaria.
El agua es vastedad para unos cuantos y escasez para la inmensa mayoría de gente que tiene razón al quejarse de que el agua no la tienen los pueblos, aunque en la Constitución surgida de la Revolución hubiera estado contemplada la unidad indisoluble monte-agua, la cual se invocara en el Plan de Ayala y reuniera a múltiples pueblos y comunidades que se reconocieran en este plan y en la lucha por ese binomio, el altepetl nahua o los an dehe nttoehe o anáehe antae hae otomíes, por citar sólo dos de las 68 lenguas en que se nombra el mundo en nuestro país. Conjunción de agua y monte que en su equivalencia al castilla se tradujo como “pueblo” y que en su integración se significa a la vez la comunidad y el hábitat. En ese encuentro se condensa la trama de la vida comunitaria que nos vuelve a evocar la relación entre el ciclo social, agrícola, hidrológico y cosmológico que expresan las celebraciones en los manantiales y otros cuerpos de agua, en las milpas, las oquedades y en las elevaciones de los cerros.
De ahí la fuerza de la advertencia que hicieran las Guardianas del Río Metlapanapa: “Olvidamos que el ciclo del agua y la vida es el mismo”. Y de ahí que en el contexto del cierre y la toma de la planta de Bonafont, como Pueblos Unidos hicieran memoria y deliberaran en colectivo en las asambleas de comunidades asentadas en la región de los Cholultecas y de los Volcanes con otras organizaciones, comunidades y colectivos de otras regiones del país reunidos en el Altepemelcalli.
Entre marzo de 2021 y febrero de 2022 este tejido comunitario, activado en la Casa de los Pueblos, refundó la planta de Bonafont ocupada —bajo la Ley de los Pueblos— y le dio un destino de cultura y fraternidad, un verdadero centro generador de saberes. Pero la Guardia Nacional recuperó la planta para la filial de la corporación francesa Danone, aun cuando las comunidades habían hecho una solicitud formal de expropiación del terreno donde se encuentra la planta embotelladora al ayuntamiento de Juan C. Bonilla. La propiedad privada se hizo valer arrebatando ese espacio de las comunidades integrantes de Pueblos Unidos.
La voracidad por chupar el agua de los pueblos y comunidades que son quienes a fin de cuentas la han cuidado y la siguen cuidando desde sus regiones llegó a extremos acuciantes, y entonces la gente de varias regiones del país sintió la necesidad de poner en común los agravios. Presentarle a los demás, en una fraternidad muy cariñosa, pero aguerrida, las condiciones en que se encuentran los conflictos que mantienen con las corporaciones y particulares que les roban el agua.
Así, este pasado 27 y 28 de agosto se celebró la Primera Asamblea Nacional en Defensa del Agua y la Vida en Santa María Zacatepec, Puebla, población donde se fundó la Radio Comunitaria Zacatepec y se organizaron las Guardianas del río Metlapanapa ante la amenaza de descarga de aguas residuales por el Parque Industrial asentado en Huejotzingo, donde con otras comunidades de la región se agruparon como Pueblos Unidos contra la Privatización del Agua, se negaron a la imposición de registros y medidores y conformaron con otras de los estados de Tlaxcala y Morelos el Frente de Pueblos por la Defensa del Territorio y el Agua ante el Proyecto Integral Morelos. Frente donde se reivindicaron y fortalecieron los comités de agua independientes, sosteniendo adecuadamente que el agua no puede ser privada ni pública sino comunitaria, es decir, asumida como responsabilidad por quienes la cuidan, la usan y la mantienen viva.
Estos pueblos cerraron Bonafont al constatar la desmesurada extracción implacable contra la gente y ver disminuida la cosecha de agua en sus pozos artesanales a niveles sin precedentes.
Durante dos días, la gente habló desde sus propios lugares, con sus agravios en la mano, genuinamente preocupada por la viabilidad del agua que es de todos, “haciendo reflexión desde el corazón y la digna rabia, la gente bien comprometida con sus espacios y tiempos, sin sesudas reflexiones teóricas, sino por la vida”, como dijo David Jiménez.
Fueron personas y comunidades de Veracruz, Nuevo León, San Luis Potosí, Chihuahua, Ciudad de México, Tlaxcala, Jalisco, Quintana Roo, Querétaro, Morelos, Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, del Estado Español, la República Checa, Estados Unidos y Alemania, “en un esfuerzo de carácter propositivo, pacífico, creativo, diverso y comprometido con la vida”. Se encontraron para abordar en colectivo la espiritualidad, su autodeterminación y la gestión comunitaria del agua. Para examinar el despojo y ubicar en manos de quién está el agua de sus comunidades, sus regiones y el país. Para debatir las estrategias jurídicas en defensa del agua y sus alcances de defensa territorial. Intercambiaron experiencias y testimonios sobre la contaminación del agua, sobre las enfermedades e impactos socioambientales. Tejieron estrategias para hacer frente a la criminalización y contrainsurgencia contra defensoras, defensores y movimientos.
Derivado del encuentro y las mesas de trabajo fueron visibles los procesos propios, comunitarios y regionales, pero también los procesos compartidos donde la gente enfrenta el despojo del agua. Advirtieron que se han visto en la necesidad de tomar acciones colectivas y estrategias comunitarias ante la implementación de políticas y decretos que no revierten tal situación. Esto sobre todo frente a la privatización del agua y la prevalencia de una administración y marco legal que favorece su privatización. Porque el agua se ha defendido y cuidado por generaciones “y nos toca hacer lo mismo para los que vienen”. Como comunidades activas, dicen los pueblos en su declaración:
Nos reunimos en asamblea porque sabemos también que desde la conquista el agua nos fue despojada y se nos obligó a pensar que nosotros no somos quienes debemos administrarla, porque nuestros sistemas de gestión comunitaria han sido atacados y corrompidos y en muchos casos eliminados. Nos reunimos quienes luchamos contra proyectos y las políticas públicas que se implementan en los territorios locales que permiten la privatización desde el cambio de uso de suelo hasta los sistemas operadores de agua por parte de empresas transnacionales.
Nos reunimos porque sabemos que el agua está en manos de las empresas, los gobiernos, las instituciones, caciques y narcotráfico, y la poca agua que tenemos la están contaminando. Se nos ha despojado de nuestra cultura y con engaños y violencia nos llenan de industria y muerte. Nos reunimos porque nos cansamos de intentar defender la vida por la vía legal y que sólo se nos engañe y vuelvan a conceder el despojo y contaminación del agua en nuestras comunidades, porque ya es insoportable la muerte que navega en nuestros ríos y se filtra a nuestro subsuelo. Porque padecemos la contrainsurgencia, la división de los pueblos a través de programas sociales como Sembrando Vida que roba los tiempos de los campesinos e impide la organización, porque vivimos en carne propia la criminalización y despliegue de las fuerzas armadas para atacar al pueblo que defiende la vida y no para los verdaderos criminales que nos imponen la muerte con sus industrias.
Miguel López Vega resumió muy bien la actitud de despojo corporativo cuando dijo en alguna de las cariñosas reflexiones en las mesas de trabajo: “donde hay industria, hay pobreza para nosotros. Los invernaderos jalan los pozos profundos y tienen rendimientos sorprendentes. En cambio a nosotros se nos secan los predios, ni los chapulines llegan, y la milpa no alcanza las tallas más elementales”. El despojo es multidimensional y como bien se dejó ver en las mesas de trabajo, el proceso arranca al romper la identificación que guardan los pueblos con su territorio, al no poder reconocerse en éste ni trabajar en común o poner en marcha las variadas formas de intercambio y alianzas en ámbitos concebidos como comunidades ampliadas de la que forman parte las entidades que moran el territorio.
A un costado de esa pareja primordial, Don Goyo y Santa Rosita, el Popocatepetl e Iztaccihuatl, ahí “donde nace el agua”, en la frontera entre la región de los Cholultecas y de los Volcanes, como se ubica el pueblo de origen nahua de Santa María Zacatepec, se celebró un encuentro entre los pueblos y se anunció el “nacimiento de la Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, que es un proceso permanente y colectivo que tiene el objetivo de rescatar al agua para los pueblos, para la vida”. La explanada se convirtió en un Altepemelcalli, mostrando que aun cuando el Estado lo crea cancelado por la intervención de la GN, la iniciativa de los Pueblos Unidos transforma un espacio de despojo en otro donde se forja la vida comunitaria y se cuida el territorio. Se reinventa la gente, los modos, la lucha, que es permanente y también se reinventa en el camino. Ahí donde se reúnan las comunidades y se trame la vida, hay Asamblea y se encuentra la Casa de los Pueblos.