LOS MUNDOS QUE PROPUSO ROSA ELENA CURRUCHICH
FUE LA PRIMERA MUJER PINTORA DEL PUEBLO KAKCHIKEL DE COMALAPA, GUATEMALA
San Juan Comalapa es un pueblo kaqchikel conocido por su amplia tradición de artística. Su abuelo, el pintor Andrés Curruchich, inició allí la tradición de la pintura al óleo en la década de 1930. Rosa Elena siguió sus pasos, pero no basada en las enseñanzas de su abuelo. Su ejercicio artístico se dio en medio de la negativa de su familia, en un contexto machista que impedía a las mujeres aspirar a ser pintoras, obligándole a ser autodidacta y expresarse desde una especie de clandestinidad, ocultando su oficio de pintora en su comunidad e incluso frente a su familia.
Rosa Elena Curruchich (1958-2005) creó pequeños espacios desde los que reflejó su mundo, lugares que retratan las costumbres, cotidianidad, religión, los vínculos familiares y comunitarios de San Juan Comalapa, en Chimaltenango. Entre otras cosas, la importancia de su obra reside en que siendo la primera mujer kaqchikel en apropiarse de la tradición pictórica comalapense, enfatizó desde el profundo ejercicio de la observación, el importante rol de las mujeres en los procesos sociales de la vida en Chixot.*
“Para la investigación, la historia que escribimos y para los artistas, es vital entender la ruptura que supuso Rosa Elena en un contexto patriarcal”, comenta el investigador maya k’iche’, Diego Ventura Puac-Coyoy, al referirse a la importancia de su obra. Rosa Elena comenzó a pintar a mediados de los años sesenta, en un momento histórico en el que la pintura en su comunidad estaba limitada y resguardada por los hombres, era la norma. Los formatos de Curruchich siempre fueron pequeños, así podía transportar en su tzute (cinta para la cabeza o pañuelo para cargar objetos) con discreción sus obras fuera de Chixot y comercializarlas a escondidas en otros municipios. Dice Diego Ventura Puac-Coyoy:
Los datos que tenemos de Rosa Elena son escasos. Existe una especie de nebulosa alrededor de ella. En este momento es necesario hablar de su obra y de las implicaciones de su ejercicio artístico. También es necesario entender su contexto, su comunidad y abordar esas dinámicas en su momento.
De hecho, lo poco que se sabe sobre su vida y lo que se advierte en el “secretismo” de su obra, está relacionado con lo difícil que fue desarrollarse con libertad como pintora y vivir de ello; según Linda Asturias de Barrios y Mónica Berger, Rosa Elena fue tan “duramente criticada” y se “sintió tan presionada” que incluso cambió de residencia. Según testimonios de Comalapa, su esposo le prohibió pintar, pero también fue restringida por integrantes de su propia familia que entonces opusieron una fuerte resistencia a que ella se dedicara al oficio, lo que le valió en varios momentos el rechazo y la soledad. Por algunas obras en las que se autorretrató sabemos que pintaba en parajes alejados de Chixot, espacios donde podría sentirse segura de pintar.
Durante uno de sus viajes a Antigua Guatemala, municipio donde trataba de colocar sus pinturas en el mercado, comenzó a venderle a un coleccionista, convirtiéndose en su comprador másfrecuente. Para 1979 expuso por primera vez en la Alianza Francesa de la Ciudad de Guatemala y vendió todas las obras. Es aquí donde se dice que la comunidad de pintores varones de Comalapa comenzó a sentir recelo de la artista, llegando incluso a amenazarla, razón por la que tuvo que mudarse de su comunidad. Sin embargo, desde entonces Curruchich comenzó a adoptar los formatos pequeños, como un distintivo de su trabajo.
Lugares íntimos y comunes en la pintura de Rosa Elena. La obra de la pintora es un verdadero registro historiográfico y visual que narra las actividades sociales, religiosas y cotidianas en el San Juan Comalapa, de la segunda mitad del siglo XX, historias que en la expresividad de sus elementos hablan de las alegrías y tristezas de una comunidad, los proyectos de vida y rituales necesarios en la configuración social kaqchikel. En sus obras agregaba breves textos para asegurarse de nombrar y describir las acciones y personajes que participan del cuadro. Rosa Elena tenía claro que su mundo era desconocido a los ojos del comprador y con esta acción trataba de aproximarles aún más al suceso en sus pinturas.
En sus imágenes no solamente se destacan las acciones, hay toda una serie de elementos que acompañan desde la materialidad al suceso. En ellas destaca la amplia tradición artesanal que sostiene a San Juan Comalapa, especialmente la producción textil a la que en sus pinturas pone especial énfasis, con detalles que pincela en tan solo centímetros, correspondiéndose esto con el significado y valor de la indumentaria maya para las mujeres de su comunidad y probablemente para ella misma. Pero su obra también es una exploración en los espacios para las mujeres.
En los años 60 cuando las narrativas de representación pictórica eran normadas por los pintores hombres de Chixot, Rosa Elena Curruchich propuso una forma de representar las narrativas más aproximadas a sus espacios, reclamando en las temáticas de sus cuadros la importancia política en las labores, espacios y actos presididos por las mujeres, de esta forma también abrió una puerta para hablar de las violencias que les atravesaban y los rituales cotidianos y más formales en los que ellas han tenido un papel central, de esta forma, lavar ropa a la orilla de un río o la bendición de una fuente de agua, son rituales que sólo el sentipensar de una mujer, como Rosa Elena, hubiera podido dimensionar.
Rosa Elena frente al racismo y machismo de las categorizaciones. Recientemente, varios artistas mayas de Comalapa reivindicaron su ejercicio como “pintura maya kaqchikel” frente a términos despectivos como “arte primitivista” o “arte naif”, que por décadas y, especialmente en la época creativa de Curruchich y su generación, la academia empleó para referirse y categorizar la pintura de Comalapa y por extensión la pintura realizada por artistas mayas. El propio término “naif” actualmente es poco aceptado por ser profundamente problemático y racista (se trata de una palabra francesa que hace referencia a lo “natural, inocente e ingenuo”).
Para el investigador, artista y curador de arte Diego Ventura, “el término es problemático ya que le resta intención a la pintura maya y le coloca la ingenuidad cómo atributo preponderante”. Además, afirma que las categorías de la historia del arte han sido planteadas desde el eurocentrismo y, por ende, son racistas, segregacionistas, patriarcales; “esencialmente la pintura de Rosa Elena es pintura maya”, concluye Ventura.
De esta manera entendemos que al machismo de primera línea que censuró su genio artístico habría que sumar el racismo y clasismo que condicionó por décadas la forma en que entendimos los mundos que pintó Rosa Elena y los términos en los que vivió de su ejercicio pictórico. Por ejemplo, existe una gran sospecha alrededor de los precios con los que comercializaba sus pinturas; hoy su obra, muy apreciada por coleccionistas, no se compara ante los bajos precios con los que probablemente vendía sus pinturas.
Quizá la historia del arte aún tiene muchos espacios vacíos y deudas importantes por comenzar a nombrar; la obra de Rosa Elena es una de esas deudas pendientes. El genio creativo y la sensibilidad en la vida y obra de Curruchich comienzan apenas a reivindicarse y la reafirman como una figura importante para la plástica de nuestro territorio, por lo que seguramente en ese proceso encontraremos cuestionamientos y sorpresas alrededor de esta pintora kaqchikel que desafió, hace más de 60 años, su contexto y su tiempo desde una mirada sensible y poderosa.
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Con la autorización de Prensa Comunitaria Kilómetro 169, agencia de noticias independiente de Guatemala.
*Chi, “en o boca”; Xot, “comal”. “En la boca del comal” es el nombre en kaqchikel del municipio de Comalapa.
Juan José Guillén Flores, comunicador y escritor de la costa sur de Guatemala, historiador del arte y artista de calle.