EL TIEMPO SIN SOMBRA / YA PAOTHO YA XUDI / 309
EL TIEMPO SIN SOMBRA
(Fragmento en castellano)
se secan
y caen al vacío
se dibujan y se desdibujan en el aire
la sangre y la historia
lo que mi carne estima
el nombre de mi madre
su voz
su rostro
el eco de su risa.
Soy un coyote que emerge del manantial
con su poderoso aullido
coyote que llora para acelerar la metamorfosis de las
Soy el tiempo.
coyote Espíritu del Bosque
tu carne es madera
tu cuerpo es un lago
es río
es océano
fue huitlacoche que los niños hicieron con lodo mientras
en medio de la siembra
Eres memoria y omisión
olvido y presencia
canto y silencio.
Yo
soy el zopilote designado a barrer el mundo
resignado a comer de la podredumbre
castigado por un dios que no entiende lo que dice.
Tú
eres un anciano que se volvió piedra suplicando a Dios
Ellos
Le hablan a un Dios políglota que sin embargo
no habla otomí.
Te vas.
Mientras te marchas mis ruegos hablan
con el sol
con el rayo
con la tierra
con el agua
con la nube
con la lluvia
con los cerros
que está en su casa
en tu rostro
en tus ojos que filtran la nostalgia
Mis huellas el tiempo
roto por el silencio que dice y dice sin decir nada.
YA PAOTHO YA XUDI
(Fragmento en hñañhu)
ra fat’i nu ra nthede.
[ra pa.
[dëtha
thuhu ne ra hintoñä.
ge bi tsüi n’a ra ajuä ge hinbi pädi te bi xipi.
pe hinge ñä ra ñähñu.
ko ya t’oho
ha ra ndäte nu ra k’uhai.
ha ri da ge fats’i ra dumui.
MARGARITA LEÓN, poeta hñahñu (Valle del Mezquital, Hidalgo, 1983) ha, publicado Aproximaciones al otomí y tres poemarios: YaB’ospi / Cenizas, Feni / Memoria y Ya paotho ya xudi / El tiempo sin sombra. De éste, recién aparecido (Literaturas en Lenguas Originarias de América “Miguel León Portilla”, Universidad de Guadalajara, 2022), Ojarasca presenta las primeras páginas. Es un extenso y notable poema bilingüe que también podría llamarse “La niña que perdió su sombra” o, proustianamente, “En busca de la sombra perdida”. Se trata de una de las creaciones más originales y logradas de la escritura reciente en lenguas mexicanas. En el prólogo, Susana Bautista Cruz lo describe como “un canto testimonio, un canto a la memoria de la enfermedad del alma —el extravío de la sombra— pero también nos acerca a la muerte de una lengua originaria”.