LENGUAS ORIGINARIAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
“DE NADA SIRVE TENER UN USO AMABLE DEL LENGUAJE SI EN EL FONDO SEGUIMOS SIENDO RACISTAS O DISCRIMINADORES”: IRMA PINEDA
Los medios de comunicación contribuyen a una mirada racista y clasista sobre los pueblos originarios, advierte la poeta diidxaza Irma Pineda, activa defensora de las lenguas, quien del 2020 al 2022 represento a los pueblos indígenas de México, Latinoamerica y el Caribe en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los medios, señala en entrevista con Ojarasca, tendrían que proyectar un lenguaje incluyente, que no dañe ni violente y, por supuesto, que no reproduzca el racismo y la discriminación, desde, por ejemplo, el uso de palabras como “indio” o “inditas”.
La también profesora y traductora trae a colación el encabezado de una nota publicada en primera plana en un medio de Querétaro, que decía: “Las inditas buscan trascender”. Este tipo de discriminación, enfatiza, “hay que señalarla para eliminarla y para que, en la medida de lo posible, desde el periodismo o desde los medios de comunicación se transforme la mirada de la sociedad, porque ese es, o debería ser, el “gran papel que tienen los medios de comunicación”.
–¿Cuáles serían los términos violentos más comunes en los medios hacia los pueblos originarios?
–Creo que “indita” es una de las más violentas. De por sí la palabra “indio” o “india” a estas alturas resulta agresiva y ofensiva, y ahora súmale el diminutivo. Además de ser una palabra violenta, está la disminución de la persona. Es como ver a la indígena inferior, minimizada. Sucede lo mismo con “negro” o “negra”. En algunos contextos de comunidades afromexicanas sí lo usan y así se dicen entre sí, pero cuando se dice desde afuera o desde los medios de comunicación es otra cosa, y es todavía peor que para intentar suavizarlo agreguen el diminutivo “negrito” o “negrita”. Ya no sabemos si reír o llorar.
-¿Por qué “indio” resulta violento?
–La palabra “indio” resulta violenta porque su uso social se volvió peyorativo. Si bien, por muchos años, se nombró a la población originaria con esta palabra, fue la misma sociedad la que la usó como sinónimo de desprecio o humillación. Con el tiempo se le fue confiriendo una carga tan despectiva que se transformó en un elemento que ahora nos resulta violento.
Con el tiempo, también se fue transformando la palabra “indígena”. Si bien la palabra “indígena” se empieza a usar para intentar dar un término más amable a la palabra “indio”, poco a poco se dio una carga negativa. Ahora hay una palabra más que se propone: “originario”, cuyo uso nos metería en conflictos legales, porque los convenios internacionales, las cartas o los acuerdos a nivel internacional hacen referencia a la población indígena o étnica. Usar la palabra “originario” para términos legales implica muchas reformas, desde la Constitución mexicana. Por eso seguimos usando la palabra “indígena”. La palabra “originario” es una propuesta que viene de la gente para que tengamos un vocabulario menos despectivo, con una carga menos negativa.
-¿Y la denominación “etnia”?
-La he visto en medios de comunicación y también en textos académicos. La palabra “etnia” no está tan presente en el uso general de la gente y por eso creo que no tiene una carga tan violenta o despreciativa. Por eso no nos hace tanto ruido, aunque no sea correcta.
-¿Dialecto o lengua y por qué?
–Desde que tengo uso de razón, “dialecto” es la forma de referirse al lenguaje de los pueblos originarios y es, por supuesto, una manera de minimizar estas lenguas. Por convicción de activistas e instituciones desde hace varios años se propuso que se eliminara la palabra “dialecto”, aunque lingüísticamente sí es un vocablo correcto, cuando justo se trata de un dialecto y no de una lengua. Pero en el uso de los medios, aunque no tenga una carga deliberadamente despectiva, de cualquier forma considerar “dialecto” a una lengua es una forma de ignorancia.
Lo dramático es el clasismo. Si “indio”, “indígena” u “originario” no estuvieran asociadas a la pobreza, no tendríamos el desprecio que tenemos de la sociedad. Esto hace que su uso, además de racista, sea clasista. Te desprecian no sólo por tu origen o por tu color de piel, sino porque te consideran pobre o miserable. El clasismo interiorizado se suma a la ignorancia y al desconocimiento de la riqueza que tenemos como poblaciones indígenas y la riqueza que tiene este país, sustentada en la diversidad cultural.
La propuesta concreta es que en lugar de “dialecto” se use “lengua” o “idioma”. Desde hace varios años, en algunas instituciones como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), se propuso que se dejara de usar la palabra “dialecto” para nombrar a las lenguas originarias, precisamente por la carga negativa que adquirió. Y, en el caso de las variantes, llamarlas “variantes lingüísticas”, para nombrar las ramas que tiene una lengua. La lengua que yo hablo es el diidxazá, una variante de la gran familia zapoteca.
Se trata de separarnos de las palabras que nos lastiman o nos violentan. Es un trabajo lento, pero poco a poco vamos. Cada vez escucho menos la palabra “dialecto”. Quienes somos profesores tratamos de trabajar esto en nuestros salones, pues creo que ahí se puede contribuir mucho. Y por supuesto también desde los medios de comunicación, pues tienen una gran influencia en la gente y terminan siendo formadores o educadores de un modo involuntario.
Los medios de comunicación ayudan mucho a legitimar los términos. Lo pienso, incluso, de manera positiva. Nos pasa en las lenguas originarias con los neologismos. Hay cosas de la modernidad que nos cuesta nombrar y hemos creado palabras para ello, y son los medios los que nos ayudan a legitimarlas. Los periodistas entonces pueden contribuir a difundir estos términos más amables y dejar atrás aquellos que nos han lastimado.
-¿Cuál sería la denominación correcta, desde el periodismo, que se les tendría que dar a los pueblos?
–Lo más importante es que los pueblos y la gente sean nombrados como prefieren ser nombrados. En medio de esta diversidad que existe en México también nos nombramos de formas diferentes. Los yaquis usan “tribu”; así deciden asumirse y ésa es su organización y estructura. Algunas poblaciones deciden llamarse o autonombrarse “naciones”, pero no están hablando del concepto de “nación-Estado”. Esto viene desde los pueblos con su territorio y su forma de gobierno. También están quienes deciden llamarse pueblos indígenas o pueblos originarios, y está bien. Lo que debe priorizarse es el respeto a cada una de estas asociaciones, como el respeto a la persona misma. Cuando decidimos como personas nombrarnos de una u otra manera es porque así queremos que nos nombren. A cada comunidad y pueblo se le debe respetar la decisión de ser llamados tribu, nación o pueblo, y esto es fundamental en la labor periodística.
–¿Qué tendrían que hacer los medios para modificar el uso discriminatorio de nombrar y tratar a los pueblos, naciones o tribus originarias?
–De entrada recomiendo muchos cursos de capacitación y sensibilización. Me parece que la educación es sumamente importante y necesaria para los medios. Educarse en el conocimiento de las diferentes culturas que conforman nuestro país y el mundo, y que cada una de ellas tiene sus especificidades, empezando por el nombre. También deben educarse sobre la riqueza que cada uno de estos pueblos tiene, y después modificar el uso del lenguaje y, sobre todo, modificar las miradas. Mientras no cambiemos la mirada racista, clasista y discriminadora hacia la población originaria, no importa si cambiamos el lenguaje, porque el fondo seguirá siendo triste.
No niego que sea necesario cambiar el lenguaje, porque al final la forma se convierte en fondo. Pero debemos eliminar la actitud hipócrita de aprender un uso correcto del lenguaje cuando en el fondo seguimos discriminando. Pasa con población originaria como con poblaciones de la diversidad sexual. De nada sirve decir “todes” cuando seguimos violentando, y de nada nos sirve tener un uso amable del lenguaje cuando nos dirigimos hacia la población indígena si en el fondo seguimos siendo racistas o discriminadores.
En todos los medios debería haber talleres sobre la diversidad cultural, de conocimiento de las regiones que les toca cubrir o por lo menos el estado al que van a realizar coberturas. Y no sólo los medios de comunicación deben sensibilizarse y acotarse, sino también los funcionarios. El otro día escuché una entrevista con la secretaria de Turismo de Oaxaca diciendo que el estado tiene seis regiones, y entonces pienso que si los funcionarios no conocen su estado, cómo podemos exigirle a los medios de comunicación que hagan una nota correcta si las mismas autoridades no les dan información correcta.
–¿Qué opinas del uso, o no, de lenguas originarias en los medios de comunicación, no solo por el derecho de los hablantes, sino por la audiencia? ¿Tiene el público derecho a escuchar voces en otras lenguas, las entienda o no?
–Los medios de comunicación deberían proyectar hacia las audiencias —los públicos lector, escucha o televidente— toda esta variedad lingüística que tenemos en el país, pues hay que aprender a mirarla como riqueza, y no como elemento de menosprecio. En México no tenemos una lengua oficial. En la ley de derechos lingüísticos se reconocen el castellano y las 68 familias lingüísticas como lenguas nacionales. Hubo una propuesta de que se suba al artículo 2 constitucional el reconocimiento de las lenguas indígenas como lenguas nacionales, pero la iniciativa se quedó atorada.
Seguimos hablando de educar a la sociedad desde los medios de comunicación. Enseñar, mostrar y compartir con el público las diferentes lenguas que existen en el país también es contribuir a nuestra educación porque nos está permitiendo saber que en México se hablan otras lenguas además del castellano, y saber que además de decirle a un árbol “árbol” hay otras formas de decirle, pues hay otras formas de nombrar el mundo y vincularnos con él. Y todas estas palabras tienen que ser escuchadas.
Como personas indígenas tenemos el derecho a que se escuchen nuestras lenguas, y las personas que no hablan más que el castellano tienen derecho a conocer otros sonidos, otras palabras, otras formas de nombrar el mundo. Para esto el Estado tendría que asumir de manera firme su compromiso con los pueblos y los idiomas originarios. No bastan los discursos, no basta que en cada presentación haya alguien que salude en lenguas indígenas. Debe haber un compromiso que se evidencie a partir de las reformas legales que sean necesarias, incluso constitucionales.
Hay propuestas que buscan fortalecer las lenguas originarias en nuestro país y están congeladas. Algunas sólo fueron aprobadas en la Cámara de Diputados y se atoraron en la de Senadores y al revés, debido a que hay una clara intención política de seguir negando a los pueblos indígenas. Nombrarlos es hacerlos que existan y eso es amenazante. Que tengan derechos en las leyes les resulta riesgoso a los gobiernos.
Hay un doble discurso. Por un lado se finge reconocer a los pueblos indígenas desde el show mediático, entregando bastones de mando, con el copal, con los rebozos que lucen las funcionarias, pero no hay modificaciones legales que permitan fortalecer a los pueblos indígenas, empezando por sus lenguas. En enero del año pasado tuvimos la noticia de la posible desaparición del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali). En los hechos todavía está en riesgo, porque hace unos meses sacaron una convocatoria para nuevo director y, aunque ya acabó el periodo del anterior, aún no han nombrado nadie. Sospechamos que sí lo van a desaparecer.
–¿Y las lenguas en los medios públicos...?
–La televisión pública, como Canal 11 o 22, han hecho algunos programas más incluyentes y diversos, pero los medios privados y las grandes corporaciones no han incluido de manera visible temas indígenas o lenguas indígenas, ni programas realizados directamente por personas de los pueblos. La Raíz Doble, de Mardonio Carballo, es uno de los pocos espacios que dan voz a temas o personas indígenas, pero prácticamente es el único espacio que está realizado desde la idea, la producción y todo por una persona indígena. Y eso ha costado mucho. Han sido irrupciones, no es algo que se da, sino que se arrebata.
Los que tienen el poder en los medios de comunicación deben saber que ahora hay una generación de personas indígenas que están formadas y especializadas para el abordaje de diversos temas en los medios de comunicación. Hay jóvenes indígenas que están estudiando periodismo, radio, televisión, fotografía, muchas ramas de la comunicación, pero desafortunadamente están tocando puertas que aún no se logran abrir. Ojalá que la sociedad mexicana no indígena sea más sensible y abierta para aprender y enriquecerse de todo lo que pueden aportar los pueblos y las personas indígenas, y deshacerse de la mirada racista que ha permeado este país.