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A DÓNDE VAN LAS LENGUAS / 311

México posee uno de los más vastos panoramas lingüísticos del mundo. Cerca de 70 idiomas originarios y numerosas variantes dialectales viven en estas tierras. Algunos están por desaparecer pues quedan decenas de hablantes. Otros más son hablados todavía por decenas o centenas de miles en el territorio nacional. Pero no podemos jactarnos de nada, pocas de nuestras lenguas crecen, si alguna.

El tránsito más o menos violento de la comunidad a las ciudades no cesa. Aumenta. Los barrios y pueblos dentro o cerca de las ciudades son engullidos, desfigurados, gentrificados. Y con ellos lo que queda de sus lenguas y mentalidades originales. Lo experimentan los mayas peninsulares y en las montañas de Chiapas. En Tabasco el chontal desfallece. Los nahuas de la Ciudad de México y estados circundantes, así como ñähñúes y mazahuas, tienen su palabra verdadera contra la pared.

Víctor Cata, autor, lingüista y educador zapoteco de Juchitán dice que incluso en el Istmo de Tehuantepec, el diidxazá se ha vuelto un idioma “de ancianos”. Nada garantiza que las nuevas generaciones de los pueblos originarios de Oaxaca o Guerrero aprendan y usen el idioma de sus ancestros, y menos aún si se enfrentan a la constante diáspora hacia ciudades como mano de obra para las urbanizaciones, los servicios de los patrones y los campos agrícolas, incluso del otro lado de la frontera.

También juchiteca, la poeta Irma Pineda registra que en 2022 el INEGI señaló la existencia de 23.3 millones de personas que se identifican como indígenas (19 por ciento de la población nacional), pero sólo 7 millones 364 mil 645 personas “son hablantes de lenguas indígenas” (La Jornada Semanal, 06/03/2023).

Esta riqueza es mucha todavía, pero se encuentra amenazada por la inercia educativa y la asimilación que promueven la sociedad y el Estado, por el consumismo y la cháchara nacionalista. La paradoja es que ahora, como nunca antes, se escriben las lenguas en obras literarias y de documentación comunitaria, se ruedan documentales e historias, se les santifica con su día internacional y su década.

Es necesario invertir la fórmula: son más que “tradición”, “herencia”, “pasado”. Debemos ver, y actuar en consecuencia, sobre todo los pueblos mismos, que estas lenguas son del futuro. Si no lo imaginamos así, no sucederá.

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