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AGUACATE: UN FRUTO ANTEDILUVIANO ES HOY MERCANCÍA DE FUROR CONSUMISTA Y VIOLENCIA

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GRAIN y el Colectivo por la Autonomía publicaron hace unos días “Aguacates de la ira”, un relato sobre la transformación de este fruto en lo que es hoy una mercancía ambicionada por muchos enclaves. Hoy, el aguacate es la fruta más comercializada en el mundo después del banano y la piña; “su cultivo crece en producción y hectáreas acaparadas, y no cesa de expandirse a cada vez más países”. GRAIN y COA preguntan: “¿Qué implica la expansión mundial de esta fruta? ¿Qué y quiénes empujan el negocio? ¿Cómo funciona a nivel global y a nivel local este modelo que logra mantener precios a la alza? ¿Cómo llegó a su auge actual que lo hace presente en todo tipo de celebraciones y eventos deportivos? ¿Qué repercusiones sociales generan sus negocios opacos?”.

Si para la edición 57 del Super Bowl, el mayor evento deportivo del fútbol “americano” en EUA, a principios de 2023 se preparaba en Kansas City la recepción de “decenas de miles de toneladas de aguacate en las empacadoras de Michoacán, México”, imaginemos el auge que hace decir a Armando López, director general de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Aguacate de México (APEAM), que pagó cerca de siete millones de dólares por emitir un anuncio publicitario durante el partido: “Con el guacamole que se consume solamente en el Super Bowl se alcanzan a llenar 30 millones de cascos de fútbol”. Estados Unidos absorbe 40% de las importaciones globales de esta fruta y el Super Bowl es el momento culminante, dice el documento.

“Visto desde el laboratorio del negocio aguacatero que es México, esta es la historia de un fruto prehistórico con millones de años registrados que hoy se ha transformado por estas dinámicas en commodity impertinente. Su actualidad rezuma violencia y el furor de un consumismo impulsado por los medios”.

Según los datos, “el aguacate es la fruta tropical que más rápido crecimiento tuvo en la última década. El primer exportador mundial, México, es responsable del 40% del total. Según las proyecciones de la OCDE y la FAO, tal proporción podría alcanzar 63% en 2030. Estados Unidos absorbe ahora 80% de las exportaciones mexicanas de aguacate. Pero la producción se va intensificando en cada vez más países. En 2021, la producción global sumó 8.8 millones de toneladas”. Una tercera parte fue exportada por un valor de 7 mil 400 millones de dólares. Para 2030, se proyecta una producción de 12 millones de toneladas. Si consideramos en conjunto a los 10 primeros productores mundiales, constatamos que el área cultivada se duplicó en la última década. En Colombia, Haití, Marruecos y República Dominicana se multiplicó por cuatro, y en Zimbabue por cinco. Recientemente, en Malawi y Vietnam, la producción comenzó de golpe. “Ambos países son ahora de los primeros veinte productores globales”.

Diez países concentran cerca de 80% de la producción, pero en algunos es un cultivo dedicado en gran parte a la exportación —México, Perú, Chile y Kenia. Sus principales mercados son Estados Unidos y Europa, que concentran un 70% de las importaciones globales. México provee todo el año a EUA. Los aguacates que se comen en Europa provienen en verano de Perú, Sudáfrica y Kenia, y en invierno de Chile, México, Israel y el Estado español. El principal puerto europeo de entrada son los Países Bajos, que es ahora “el tercer exportador global”.

Kenia, Etiopía y hace poco Tanzania se suman como plataformas de exportación a India y China. Esta última importa desde Perú, México y Chile: en 2021 superaron las 41 mil toneladas, pese a la pandemia por Covid. “Además, para reducir los costos, empresas aguacateras estadunidenses se lanzaron a la producción local en China, en particular en la provincia de Yunnan”.

La multimillonaria industria del “oro verde”. Según cálculos, en 2021 el mercado global del aguacate sumó 14 mil millones de dólares y podría alcanzar los 30 mil millones para 2030. Quien más se beneficia del negocio son unos cuantos grupos empresariales que apuestan por la integración vertical. Van ampliando operaciones a cada vez más países productores, donde implantan subsidiarias e incrementan su control sobre empresas importadoras en los principales polos de consumo global.

La empresa de origen californiano Mission Produce reportó en 2021 una venta equivalente al 3% de la producción global. Su facturación aumentó constante en los últimos diez años, alcanzando 1,045 millones de dólares en 2022. Calavo Growers facturó en 2022 un total de 1,191 millones de dólares. Estados Unidos representa 80% de su mercado, pero distribuye también en Europa, Japón y China. Exporta desde Perú, México, Chile, Colombia, Guatemala, República Dominicana, Sudáfrica, Kenia, Marruecos e Israel. Controla 8 mil 600 hectáreas en Perú, Guatemala y Colombia.

Estas empresas han recurrido a actores financieros de peso. Mission Produce y Calavo Growers cotizan en la bolsa de Nueva York y atraen inversiones de financieras de BlackRock, Vanguard Group y otros.

Los fondos de capital privado, los fondos de dotación y los fondos de pensiones le apuestan de forma creciente al aguacate. Mission Produce se asoció al fondo de capital privado Criterion Africa Partners para lanzar la producción de más de mil hectáreas de aguacates en Selokwe (Sudáfrica).

Fruto prehistórico obligado a ser commodity impertinente “Originario de México, fue llamado ‘ahuacatl’, que en nahua significa árbol de los testículos, por la forma del fruto. El nombre vistió al aguacate con un aura mágica. Los aguacates se plantaron en suelo sagrado y en su historia remota se les veía como personas que revivían como árboles. Esta fruta (Persea americana) en sus incontables variedades ha acompañado a las comunidades de Mesoamérica desde que el teocintle (ancestro del maíz) y luego el maíz comenzaron a ‘amigarse’ en mutualidad con las comunidades hace 9-10 mil años en las cuevas de Coxcatlán en el valle de Tehuacán. Ahí mismo se han encontrado vestigios de aguacate en variantes de semi-domesticación”.

Es probable que el término “avocado”, provenga de una mala pronunciación de la palabra aguacate. Avocado es más “el híbrido que Rudolph Hass desarrolló por accidente en 1932, y que se ha impuesto como la variedad más vendida en el mundo por ser más resistente a la intemperie y a los manejos del maltrato, el transporte y el almacenaje. En sus primeros años como híbrido comercial fue despreciado. Se dice que la Asociación de Comerciantes de California le cambió de ‘aguacate’ a ‘avocado’ para que el nombre sonara ‘menos mexicano’, por temor a no tener éxito en su venta”. Entre ese aguacate ancestral y la rauda devastación de su producción actual, atestiguamos la caída brutal a la destrucción en que incurre la agricultura, “hoy más industria que agro, sumergida en la devastación y el despojo violentos que hoy la caracterizan”.

Laboratorio de lucro y devastación. Los riesgos en los nuevos territorios que se incorporen en el modelo industrial del aguacate se miran en el espacio de experimentación mexicano. Siendo el mayor productor mundial, se trenzó a la dinámica de la agroindustria en California, donde el cultivo del aguacate inició con el siglo XX. “Ahí creció rápidamente protegido de la importación mexicana por la prohibición de 1914”, dice el estudio, “que alegaba la presencia de plagas”. California comenzó a exportar a Europa y su superficie sembrada alcanzó “las 30 mil hectáreas a mediados de los años 80, cuando comenzó la rivalidad con Chile”.

Las corporaciones californianas crearon subsidiarias en México, comenzaron a comprar en directo a los productores e instalaron sus propias plantas de empaque en Michoacán. “Para 2005, Mission Produce, Calavo Growers, West Pak, Del Monte, Fresh Directions y Chiquita acaparaban 80% de las importaciones estadunidenses de aguacate mexicano”.

Hoy Michoacán concentra 75% de la producción nacional, seguido de Jalisco con 10% y Edomex con 5%, logrando un negocio redituable de sus impactos sobre el territorio y las formas de vida campesinas y comunitarias. “El auge del aguacate en México depende hoy del derribamiento de bosques enteros y muchas veces recurre a incendios o a talas bestiales para abrir espacio a más huertas del fruto, consumiendo agua que se chupa las existencias de localidades o regiones enteras. Sus costos sociales son también extremos”.

En 2021 México se produjeron casi 2.5 millones de toneladas de aguacate, deforestando directa o indirectamente casi 100 mil hectáreas en 10 años. Tan sólo en Michoacán, entre 2000 y 2020, la superficie de plantaciones de aguacate pasó de 78,530.25 hectáreas a 169,939.45. “El daño causado por la destrucción del bosque no puede ser reparado por prácticas de reforestación, puesto que el sistema de relaciones ecológicas de biodiversidad implica procesos lentos que requerirían de amplios periodos para lograr una restauración integral tras la deforestación, la aplicación de agrotóxicos y la devastación hídrica”.

“Según Ruth Ornelas, investigadora del fenómeno aguacatero en México, hoy el negocio se expandió aun siendo más ineficaz por tener muchos más costos. ‘Esto se traduce en los precios. La extorsión en la siembra es del 1.4% del total producido. [...] Entre 4 y 6 pesos por kilo de aguacate’. Este esquema representa una suerte de ‘impuesto’ que no es cobrado por el gobierno, sino por los grupos que controlan el negocio. Según Francisco Mayorga, ex secretario de Agricultura con Vicente Fox y Felipe Calderón, ‘no sólo le cobran al dueño de la huerta, le cobran a la empacadora, a los que derriban árboles, a quienes los sacan, los que hacen caminos. Y deciden quién manda, de acuerdo a los pagos, los embarques a Manzanillo, a Lázaro Cárdenas y Michoacán y Jalisco pues tienen el monopolio de lo que se puede enviar al comprador más grande del mundo que es EUA’. Al cobrarse peaje en todos los eslabones de la cadena, hay un control del proceso paso a paso —de la huerta cultivadora, al almacenaje, el empacado, el transporte, la refrigeración y los diferentes modos de la distribución”.

Según la doctora Ornelas, el crimen organizado funge como policía pues cumple cierta función de protección que venden y ejercen. Son la autoridad reguladora. Y fiscalizan, controlan el paso y el ritmo de su ciclicidad. “Mayorga puntualiza: ‘Hay una simbiosis entre productores, delincuentes, comercializadores y proveedores de insumos. Si se desquicia ese orden, tal vez se pierda incluso el estatus sanitario, el control de las huertas certificadas para exportar’. Mayorga insiste en que como los maleantes administran el mercado y ponen ‘un cierto orden’, al gestionar el proceso en el nivel nacional e internacional, ‘se va regulando el flujo de la fruta en el mercado para que los precios no caigan drásticamente por la sobreoferta’. Esta inversión/extorsión permite el lavado de dinero, pues es muy difícil hacer un seguimiento de cómo se genera el producto, quién invierte y hacia dónde se mueve. Aun así, el Estado lo promueve y festina como un éxito agroalimentario”.

Los datos oficiales indican que en Michoacán hay 27 mil 712 huertos menores a 10 hectáreas que involucran a 310 mil personas y 78 mil trabajadoras y trabajadores temporales. “Son fincas pequeñas atrapadas en la lógica del capitalismo aguacatero que presiona hacia la deforestación y sobreexplotación del agua descritas, pero que sobre todo establece como moneda de cambio una violencia permanente. Ésta se activa en ausencia de políticas públicas y controles gubernamentales, en la corrupción y en la presencia de grupos de delincuencia que, en efecto, sincronizan algunos pasos en las cadenas de suministro y valor mundiales. Pero no podemos afirmar que estos grupos sencillamente manejen el agronegocio aguacatero. Están más bien absorbidos por la integración vertical que fija relaciones de violencia multidimensional. En esa espiral, inversionistas y grandes comercializadoras, apalancados en fondos de dotación y pensión, en fondos de capital privado, mantienen la expansión mundial del aguacate.”

Una de las principales problemáticas asociadas al cultivo del aguacate según el estudio del Colectivo por la Autonomía y GRAIN es el agua. “En México, el consumo por hectárea llega a 100 mil litros mensuales, además de la destrucción de bosques biodiversos fundamentales para el ciclo pleno del agua.” Tan sólo los agrotóxicos que contaminan los acuíferos merecen un estudio aparte. Nomás en Michoacán, se aplican al año en el aguacate 450 mil litros de insecticidas, 900 mil toneladas de fungicidas y 30 mil toneladas de fertilizantes cada año.

Dice el estudio: “En el nivel global, el consumo hídrico de este cultivo alcanza magnitudes abismales. Se calcula que para producir en Perú, Sudáfrica, Chile, Israel y el Estado español los aguacates consumidos en el Reino Unido, se requieren al año 25 millones de metros cúbicos de agua, equivalentes a 10 mil piscinas olímpicas. [...] En la provincia chilena de Petorca, de donde se exporta cerca de 60% de los aguacates chilenos, la producción de un solo kilo de aguacate requiere 1,280 litros de agua. La privatización del agua por la dictadura de Pinochet en 1981, que coincidió con el auge de las exportaciones chilenas, benefició el desarrollo de grandes plantaciones que han ido secando los ríos y expulsando a la agricultura campesina”.

Para regar el árido valle peruano de Olmos, donde las aguacateras californianas tienen tierras, el gobierno peruano desarrolló uno de los más conflictivos y corruptos megaproyectos del país: en 2014 se construyó un túnel de 20 kilómetros de largo que atraviesa a la cordillera andina para llevar agua represada del río Huancabamba hacia Olmos. El proyecto fue vendido como una “oportunidad de adquisición de tierras agrícolas con derechos de agua en Perú”.

En Colombia se suman incluso “inversiones de grandes empresas mineras”.

Las semillas de la resistencia. Si México es un laboratorio para la devastación, también lo es para la resistencia. Así lo ilustra la saga de la comunidad purhépecha michoacana de Cherán. En 2012, el Tribunal Permanente de los Pueblos reprobó con toda claridad “el acaparamiento de tierras, la deforestación, el cambio de uso de suelo, la masiva inundación de agrotóxicos, el agotamiento del agua, los incendios y la violencia generalizada contra la población, en gran medida provocada por el robo de madera, el modelo de producción del aguacate, los invernaderos de berries y el agave”.

“Un año antes, la población, harta de estas injusticias, y de la violencia desatada por parte de paramilitares de grupos ilegales, decidió hacer frente a la situación. La comunidad, comenzando por las mujeres, organizó retenes apostados en fogatas (que se volvieron cocinas en todas las orillas del pueblo). Asumieron la autodeterminación y confrontaron a cualquier institución o grupo que cuestionara su decisión colectiva. Se instauró una guardia comunitaria que responde a la asamblea, que a su vez responde a la decisión de asambleas barriales. Esto les llevó a cerrar sus puertas varios años, hasta que lograron recuperar su bosque y establecer la horizontalidad de un gobierno propio, respetuoso de mujeres, hombres, niños y ancianos. [...] Sin duda, esta lucha por la autonomía apenas comienza, enraizada en sus tradiciones. Los cárteles del acaparamiento no cejan en su intento de doblegar regiones enteras, y los pueblos van siguiendo los ejemplos y se declaran autónomos para defenderse”.

La insustentabilidad del modelo. El aguacate tiene una promoción desmesurada en los medios y eso mantiene a la alza la demanda, y aumenta sin cesar el consumo per capita en los países importadores. En Estados Unidos se ha triplicado en veinte años. Las innovaciones tecnológicas para ahorrar agua o para que no haya deforestación en su cultivo —le dicen deforestación cero— no sirven mientras se mantenga en ascenso el consumo global. Hay también una conveniente opacidad sobre lo que ocurre realmente a nivel local, donde no genera beneficios.

Su modelo agroindustrial expone a los pequeños y medianos productores a los riesgos de sus negocios y a que sufran todas las externalidades de los daños que se acumulan. Las grandes comercializadoras y sus inversionistas poco resienten este cúmulo de efectos en la población o la salud ambiental de los territorios que exprimen.

El informe insiste: “el control del proceso no lo tienen las personas que cultivan los aguacates o los grupos de la delincuencia organizada. La intervención de los diversos actores es siempre funcional al sistema agroalimentario industrial en la destrucción que irradia para recoger los dividendos colosales que acumula. Es por eso que es importante entender la compleja lógica del conjunto de la cadena de suministro”. Y termina: “Ante estas realidades, es impostergable la redoblada denuncia de la agroindustria y su modelo corruptor y devastador, y que la gente se organice para proponer salidas ante la pesadilla”.

Ver el informe completo con sus referencias en: https://grain.org/e/6983

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