TRAVESÍA DETRÁS DEL CIELO MIXE
Se trataba de alcanzar el sueño estadunidense pregonado en voz alta, pero jamás de perderse en un sueño a la oscuridad eterna. “Mi cabeza es un laberinto oscuro” (Ernesto Sábato). Y ahora se ha ido en una travesía sin regreso. No fue posible un adiós o un hasta pronto. Desvalido se quitó los huaraches, sus únicos protectores y acompañantes en esta inmensa ciudad. Los huaraches habían quedado abandonados debajo de su camastro. Poco después se dispuso a soñar de un sueño que nunca regresaría, descalzo emprendió el viaje al pasadizo de los ancestros y con ligereza alzó el sombrero de palma dando señal del primer momento de una nueva existencia a lo desconocido. Aún confundido encontró torbellinos que encumbraban sus brazos dibujando polvos en imágenes grotescas. Había espinas que se clavaban en las plantas de los pies que no dolían ni causaban heridas ni sangre en sus huellas, cada paso que daba escuchaba gritos agudos que confundían su oídos, no escuchaba ni miraba hacia atrás, sólo caminaba y caminaba descalzo hacia una luz que estaba al fondo de una caverna,
yo no sé
porque voló detrás de la oscuridad,
porque decidió abordar el barco,
me decía que no me sintiera sola, estaría por siempre a mi
Pues, yo los veo en el espejo,
unas veces se evapora dibujando mi silueta perdida,
otras veces hace alianza con los brujos,
me da miedo,
tengo miedo,
miedo al tiempo.
Han transcurrido varias mudanzas del día, varias noches tan oscuras, noches en que no ha despertado la luna, por ahora, sólo miro el suelo para no perder el equilibrio y me sostengo en la pared de adobe que tantas veces recargó su cuerpo fatigado, sé que el tiempo me dará la mano y podré mirarlo a él cuando éramos unos niños.
La magia de mis ojos no se agrandan, comprendo que hacen falta aquellas risitas que despierten la madrugada y orienten mi sombra, su ida al borde del embarcadero final donde esperan los ancestros ha dejado mi corazón desatado partido en pedazos, desde su marcha lloro en cada soplo del aire, las lágrimas no desearían caer, desearían escurrir en las pecas que adornan mi rostro, las lágrimas con insistencia golpetean al suelo esfumándose en el polvo, quisiera que saltaran una tras otra sin dejar de silenciar, tal vez así las lágrimas pudieran regresarlo,
me di cuenta que ya eran las gotas de lluvia.
Al igual que todos los días, hoy amanece con neblina
así como la lumbre existe para las cenizas, dentro de mi
Nuevamente las brasas harán el fuego que alumbre las
escuchará voces y coros lejanos de dolor,
la lumbre —recitará y dirá— quédate en silencio
no veas —cierra tus ojos—
sentirás cómo hablan y balbucean,
sentirás regresar al polvo,
estarán ahí cerca de tu hombro,
te darás cuenta que hablan con tu pequeño garganta.
Volverán al espejo de la vida, al espejo del viento, al espejo transformado en nahual, no secarán tus lágrimas ni tampoco se apagarán.
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BENITO RAMÍREZ CRUZ, autor mixe originario de Oaxaca y radicado en Los Ángeles, California.