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1978-2023. 45 AÑOS DE LA MASACRE DE PANZÓS, GUATEMALA

KAJKOJ MÁXIMO BA TIUL

La Masacre de Panzós de hace 45 años desnudó la relación que había y sigue habiendo entre el Estado guatemalteco y los pueblos indígenas. La masacre no sólo retrata la acción violenta y desproporcionada del Estado en contra de los pueblos indígenas, en este caso la población q’eqchi’, sino que nos lleva a comprender el “nexo ancestral de la población q’eqchi’ con la tierra, y cómo, desde la colonia, la relación entre el poder y la población indígena ha tenido un componente fundamental de violencia directa y despojo agrario”,1 como nos lo describe Sergio Tischler en el prólogo del libro La Masacre de Panzós: Etnicidad, Tierra y violencia en Guatemala, de Victoria Sanford.

En este sentido, la participación de miembros del Ejército como Arturo Guillermo De la Cruz Gelpcke (Comandante de la Zona Militar de Cobán), Otto Guillermo Spiegeler Noriega (Ministro de la Defensa), Valerio Cienfuegos (comandante de la tropa), así como de descendientes de terratenientes alemanes como la familia Overdick García, Flavio Monzón y otros personajes que cedieron sus casas para que se apostaran quienes iban a disparar en contra de los y las indígenas, que eran dirigidos por Adela Maquin, conocida como “Mamá Maquin”. Es la prueba fundamental para comprender cómo el Estado y los grupos de poder ven a los indígenas como enemigos del proyecto de destrucción capitalista en el país.

Estos hechos violentos del Estado en contra de población indígena son la ilustración real de cómo el Estado colonial-oligárquico-burgués, y ahora narcotraficante, actúa en contra de una población que ha sido sometida a servidumbre, colonato y exclusión desde la invasión española hasta nuestros días.

La masacre de Panzós también ilustra el “miedo” de la burguesía-terrateniente de Guatemala ante la “posibilidad de un levantamiento indígena”,2 miedo que sigue presente, sobre todo cuando se experimenta, a pesar de los niveles de colonización en muchos sectores indígenas y no indígena, una fuerte resistencia de comunidades y territorios en contra del capitalismo, el desarrollo y el extractivismo neoliberal.

Después de 45 años desde que sucedió la masacre de Panzós, no sólo tenemos prohibido olvidar y no sólo debemos conmemorar o rememorar el hecho, sino que hay que tomar las acciones posibles para seguir el camino que trazaron las víctimas de este genocidio, para instaurar nuevas relaciones sociales y políticas que nos lleven a construir un país con justicia social, donde se respeten los derechos, sobre todo de las mayorías empobrecidas del país.

La masacre de Panzós y las subsiguientes que llevaron a cabo los mismos criminales en la región y en todo el país nos exigen no olvidar que los opresores, represores, criminales y terroristas de antes siguen siendo los mismos de hoy, sobre todo cuando siguen pensando que los pueblos originarios somos comunidades manipuladas e ignorantes, que no sabemos lo que queremos3 y que el Estado criminal debe ser el instrumento para someter a los pueblos al servicio de las élites depredadoras guatemaltecas.

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NOTAS:

1. Sergio Tischler Visquera, prólogo del libro La Masacre de Panzós: Etnicidad, Tierra y violencia en Guatemala, de Victoria Sanford, F&G Editores, Guatemala, 2019.
2. Ibídem.
3. Zury Maité Ríos Sosa, “Tesis: Análisis Geopolítico del Surgimiento de la Insurgencia en Gua
temala. Particularizado en el caso de Totonicapán”, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala, 1998.

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