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¡SIN TIERRA NO HAY SEMILLAS!

HEBER UC

Bacalar, Quintana Roo

Con singular alegría los vientos de mayo dispersan los cantos de las cigarras por los cuatro rumbos de nuestro territorio para anunciar con fervor que es tiempo de preparar el hogar de las sagradas semillas. La tierra es casa, hogar, espacio, milpa donde nacen y crecen las semillas que le dan vida a nuestros pueblos. Y así es como nos lo recuerda el colectivo de semillas Muuch’ Kanan I’inaj en el Encuentro Campesino realizado el día 28 de mayo en la comunidad de Buena Esperanza, Bacalar, donde se denunciaron las políticas gubernamentales de los tres niveles que han permitido mediante la omisión de leyes y por decretos los despojos de tierras que se encuentran en territorios de las comunidades indígenas para los megaproyectos capitalistas.

Unida en forma de mazorca, la comunidad de Buena Esperanza dio cuenta de la fuerza identitaria para recibir y organizar el Encuentro que este año abordó “la tierra, hogar y vida de nuestras semillas”. El colectivo de semillas puntualizó que hay una campaña profunda de deforestación en todo el municipio de Bacalar para llevar a cabo megaproyectos como son la agroindustria y el Tren Maya, que están destruyendo toda forma de vida que se encuentra en esos espacios. Frente a estos hechos miramos un ataque directo contra la vida de las comunidades que corren el riesgo de perder sus tierras y, con ello, la posibilidad de seguir reproduciendo las semillas que han sido horcón fundamental para tener autonomía alimentaria.

Dentro de este contexto de ataque a la vida campesina no es sostenible hablar solamente de celebrar las semillas sin una defensa política y organizativa de fondo, porque entonces los espacios dejan de ser de campesinas y campesinos. Actualmente en la Península brotan como altamisa espacios de fiestas y ferias de semillas, donde sus protagonistas son representantes de programas de gobierno, centros de investigación, universidades, instituciones del Estado y algunas ONG que lucran con estos temas fundamentales para sus propios intereses; por eso es que no se habla de las denuncias por despojo que sufren los pueblos mayas peninsulares.

La esencia de encontrarse entre campesinos con sus semillas es dialogar, compartir sus saberes, aconsejarse, organizarse, alegrar la memoria sobre la importancia de la milpa, pero también recordar las condiciones en las que se encuentran las comunidades para seguir conservando y defendiendo la vida. Es allí donde deberían surgir cuestionamientos: esta fiesta/feria de semillas, en qué sentido fortalece la organización de nuestros pueblos, cómo impacta para evitar los despojos de tierras de los campesinos, qué acciones de defensa ofrece contra los megaproyectos que despojan la vida comunitaria...

Las voces críticas alertaron desde el año 1992 —cuando se modificó el artículo 27 de nuestra Constitución— que había un grave riesgo de privatización de las tierras colectivas al ir perdiendo el carácter de inalienables, inembargables e imprescriptibles, teniendo así las condiciones iniciales para incorporarse al mercado empresarial. Estos precedentes dan cuenta de cómo los instrumentos jurídicos mutilaron los logros alcanzados durante la Revolución de 1910. Esta acción fue determinante para fracturar los territorios que cuentan con una amplia riqueza de recursos naturales, de manera que en el caso de la Península de Yucatán, el sector turístico hizo uso de estos mecanismos legales para apropiarse de espacios, pero también la agroindustria encontró las vías para despojar a los campesinos de sus tierras e imponer semillas patentadas y modificadas genéticamente. Este proceso histórico es clave para el entendimiento de las luchas campesinas que buscan un cambio de fondo y no solamente la banalización de espacios con presencia campesina.

Por otro lado, la crisis climática está generando problemas graves que enfrentan los campesinos, esto como consecuencia de los impactos del modelo capitalista, que promueve grandes deforestaciones en los diversos territorios con sus megaproyectos al contaminar el aire, los suelos, las aguas, teniendo cambios significativos en los ciclos de cultivo, en especial durante la temporada del cultivo en las milpas, que afrontan sequías prolongadas y grandes dificultades para lograr buenas cosechas. Estos efectos se vinculan con los mismos periodos de pérdida en la cobertura forestal. Tan sólo en Quintana Roo, de acuerdo con el “Sistema Satelital de Monitoreo Forestal, se estima una pérdida anual de 5 mil 904 hectáreas debido a actividades agrícolas, 4 mil 900 hectáreas anuales para dar paso al crecimiento de la actividad ganadera y 1 mil 882 hectáreas por el desarrollo urbano y turístico”.

En esa misma línea la Conafor enuncia “los cinco municipios que presentan mayor deforestación bruta en el periodo 2011-2018, en orden de magnitud son: Bacalar (24 mil 535 ha), Othón P. Blanco (24 mil 452 ha), Felipe Carrillo Puerto (13 mil 402 ha), Lázaro Cárdenas (6 mil 016 ha) y Benito Juárez (5 mil 980 ha), que, en conjunto, representan el 82% de la deforestación total observada en el periodo 2011-2018. De este 82%, Othón P. Blanco y Bacalar fueron los dos municipios en los que más se presentó deforestación; entre ambos contribuyeron con el 54% de la deforestación total registrada en la entidad”.

Cabe señalar que esta realidad es alarmante debido a la pérdida del manejo de esos territorios por parte de las comunidades indígenas que históricamente han demostrado una fuerte relación espiritual para su cuidado. Los milperos, desde sus conocimientos y saberes en cuanto a la preservación de los montes, entienden que este avance desmedido amenaza sus derechos a un territorio libre, sano, seguro y, por eso, la insistencia en no mirar aisladamente a las semillas sin territorio y sin comunidad.

Recientemente la FAO reconoce y certifica la Milpa Maya como un Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) por el manejo que campesinos y campesinas le dan a las tierras con el fin de producir sus alimentos y su relación de cuidado con ella. Sin embargo, resulta contradictorio el fondo de esta campaña mediática, ya que el Estado no quiere reconocer que todo el país es el centro de origen del maíz y legislarlo. Por lo tanto, sigue abierta la amenaza de inundar las milpas con semillas genéticamente modificadas, incluso con declaratorias que carecen de protección jurídica. Peor aún, la política agraria en la Península de Yucatán amplía el sector agroindustrial a través de la privatización de las tierras colectivas, para dar paso a las ventas de las tierras y el despojo.

Con la consigna sin tierra no hay semilla tuvo lugar el Encuentro Campesino para compartir información sobre la deforestación y despojos que se están viendo y viviendo en los ejidos ubicados al poniente del municipio de Bacalar. En éste, se abordó el papel fundamental que está teniendo la Procuraduría Agraria para facilitar la transición de los derechos agrarios a manos de empresarios, mecanismo estructural de despojo que tanto mal le hace al derecho a la libre determinación de las comunidades indígenas.

Es cierto que las semillas necesitan de los espacios de reunión y de la fiesta, pero fundamentalmente se requiere de la tierra para vivir y reproducirse. Es por eso que el verdadero festejo por la vida solamente ocurrirá si continuamos fortaleciendo nuestra organización comunitaria, defendiendo nuestro territorio y con ello la posibilidad de tener semillas libres.

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HEBER UC es defensor del territorio maya e integrante del Colectivo de semillas Much’ Kanan I’naj, de Nueva Jerusalén, Bacalar, Quintana Roo.

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