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ENTRE LAS PUERTAS DEL CONOCIMIENTO ANCESTRAL Y LOS HONGOS PSILOCYBE EN MANOS DE LA CIENCIA

HERMANN BELLINGHAUSEN

Elementos, Revista de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, número 131, julio-septiembre de 2023

La ciencia y los saberes de los pueblos originarios han sido esferas que se rozan sin abrazarse desde que recolectó y estudió cuanto pudo el médico y expedicionario del rey Felipe II, don Francisco Hernández (1515-1587), “investigador de la Materia Médica Mexicana” y autor exhaustivo de Quatro libros. De la natvraleza, y virtudes de las plantas, y animales que están receuidos en el vso de Medicina en la Nueva España (Francisco Ximénez, México, Viuda de Diego López Dávalos, 1615) y la Historia de las Plantas de la Nueva España (editada por la UNAM en 1942 y 1960).

Aunque Hernández repite haber experimentado muchas de las plantas americanas que estudió, no cruzó las fronteras de la magia. Su racionalismo renacentista le impidió ver las puertas de la percepción que abrían algunas de esas “plantas” que lo apasionaron. Junto con la gran historia de Sahagún, la obra de Hernández es uno de los grandes Novae Hispaniae Thesaurus del siglo XVI. Y con aquella carga las limitaciones para el diálogo entre dos concepciones muy diferentes del mundo, una de las cuales resultó rápidamente vencedora.

Mucho ha ocurrido desde entonces entre la ciencia médica y los recursos y conocimientos de los pueblos originarios de México. Un caso relevante por muchas razones son los hongos que contienen psilocibina, conocidos como “alucinógenos” (que lo son), asociados mediática y culturalmente a la chamana mazateca María Sabina, “descubierta” por los micólogos y antropólogos en las años 50 del siglo pasado.

En su colaboración para Elementos, los investigadores M. Cristina Núñez Madrazo, Jesús M. González Mariscal y Frederique Apffel-Marglin reiteran las viejas preguntas, de cara al “proceso de apertura a la regulación del uso de las drogas en la sociedad de consumo”, al tiempo que “diversas culturas indígenas mantienen vivo el uso tradicional de plantas y hongos psicoactivos… Entre ambas realidades hay una significativa diferencia en cuanto a los marcos de uso y sus consecuencias en las vidas de las personas y sus comunidades. ¿Sería posible el diálogo entre ambas realidades? ¿Sería útil crear puentes entre estas formas de conocimiento para propiciar la generación de nuevos marcos de relación con las sustancias psicoactivas que vayan más allá de dinámicas mercantilistas? ¿Podría contribuir a la reducción de daños y la maximización de beneficios en los usos fuera de los contextos tradicionales?”.

No siempre es necesario el componente ritual o mágico. Como otros psicofármacos, el género Psilocybe ha mostrado resultados positivos en diversos padecimientos mentales. Éste es uno de los ejes de esta edición de corte académico pero gran interés.

Los editores Antonella Fagetty y Jesús M. González Mariscal presentan el dossier que ocupa la más reciente edición de la revista poblana Elementos: “Los textos aquí reunidos forman parte de los resultados del primer año de trabajo en el proyecto de investigación sobre Ciencia de Frontera 2019 del CONACYT ‘Diálogo de saberes en torno a las potencialidades terapéuticas de los hongos que contienen psilocibina’, un estudio transdisciplinario a través de la neurociencia, la psicología, la antropología, la historia y el conocimiento tradicional indígena”. Ello reunió a investigadores y estudiantes para trabajar en torno al Psilocybe.

Consideran necesario insertarse “en el escenario internacional del ‘renacimiento psiquedélico’, dado el exponencial número de investigaciones en los últimos años, los procesos de regulación legal en marcha en diferentes países, la nueva ola de consumo recreativo y terapéutico, la ingente inversión de la industria farmacéutica y el interés en la creación de una nueva generación de psicofármacos que den respuesta a la crisis global de salud mental”.

Desde que se dieron a conocer las prácticas curativas (y adivinatorias) de los chamanes en la sierra mazateca de Oaxaca mediante los hongos psilocibios, éstos “han ocupado lugares dispares en el Norte Global (potente psicofármaco, sacramento para la revolución de la consciencia, de las más peligrosas drogas para la salud humana, distribución comercial de sus esporas para que cualquiera pueda cultivarlos en el clóset de su casa, etcétera)”, mientras diferentes culturas de México conservan el uso “como parte de sus sistemas de atención a la salud”.

Los editores admiten que la psilocibina “juega actualmente un papel protagónico en la investigación clínica en neurociencias y psicología, y hay resultados interesantes para el tratamiento de la depresión, las adicciones, la ansiedad en enfermedades terminales, el trastorno por estrés postraumático y el trastorno obsesivo compulsivo”. Destacan que en su mayor parte dichos estudios no mencionen “las raíces históricas y culturales de los hongos que contienen dicha molécula, así como las prácticas y los saberes de los pueblos originarios”.

El colectivo de investigadoras e investigadores trabaja “en producir investigación de frontera desde un enfoque transdisciplinario e intercultural acerca de las potencialidades terapéuticas de los hongos sagrados, de modo que podamos contribuir al reconocimiento de la medicina tradicional indígena, de sus saberes, sus especialistas rituales y métodos de sanación, al mismo tiempo que enriquecer la investigación actual en torno a los psiquedélicos y su interés en desarrollar modelos de intervención terapéutica para el tratamiento eficaz de los trastornos mentales que siguen representando serios desafíos para la psiquiatría y la psicología modernas”.

Tal ejercicio, llamado “Proyecto Teonanácatl”, implica retomar “el camino para una terapuética intercultural y científica de los hongos sagrados”, según lo describen Jesús M. González Mariscal, Anja Loizaga-Velder y Roberto E. Mercadillo.

En su reflexión epistemológica, María Cristina Núñez Madrazo, investigadora de la Universidad Veracruzana, propone un reconocimiento mutuo entre los dos caminos del saber:

La manera en que las poblaciones campesinas e indígenas han construido su conocimiento a través del lenguaje simbólico y la práctica ritual, se ha dado a través de un proceso que incluye a la dimensión sagrada en el corazón de la epistemología. Lo sagrado sin connotación religiosa específica, sino como un sentido de profunda conexión. Nada en particular es sagrado y al mismo tiempo todo lo es. Lo sagrado no es una entidad, no es algo que exista por sí mismo. Concebido como una experiencia, lo sagrado se refiere a una manera de estar en relación con el mundo. La noción del buen vivir, a través de la cual actualmente las poblaciones amerindias postulan una perspectiva cultural y política frente al mundo, está sustentada justamente en una epistemología sagrada. De esta manera, política, ética y espiritualidad se funden en una nueva visión transcultural del mundo.

Reviste gran interés una aproximación abierta y respetuosa entre la ciencia occidental y los conocimientos llamados “tradicionales”. También prende focos de alarma. ¿Cuándo este reconocimiento se convertirá en apropiación indebida, incluso saqueo, en beneficio de las inmensas corporaciones farmaceúticas, uno de los poderes económicos, estratégicos y colonizadores más feroces del capitalismo global? Ha ocurrido demasiadas veces. Lo está haciendo justo ahora, mientras los científicos nacionales buscan vías del saber y el uso racional de estas sustancias formidables. Tiene la responsabilidad de proteger los derechos materiales, médicos y sagrados de los pueblos originarios.

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