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SER PIEL DE LA PALABRA

MALELY LINARES SÁNCHEZ
HUBERT MATIÚWÀA,
Xó nùnè jùmà xàbò mè’phàà /
El cómo del filosofar de la gente piel,
Gusanos de la Memoria Ediciones,

Acatepec, Guerrero, 2022

Lo que comparte Hubert Matiúwàa a través de su libro Xó nùnè jùmà xàbò mè’phàà / El cómo del filosofar de la gente piel es un viaje al pasado, a aquella historia de su pueblo. Él es un navegante, un viajero del tiempo que se ha ido a diversos lugares físicos para rescatar la palabra, para recuperar esa riqueza que les han querido arrebatar. En su mochila trajo consigo nuevamente su pensamiento propio para ser autónomos, la cosmogonía mè’phàà, y en ese largo andar nos lleva a caminar por diferentes senderos de sus montañas en Guerrero y de su propia vida, nos habla desde lo más profundo, desde lo más íntimo, y lo hace con una voz apacible que no queremos dejar de escuchar.

Si nos adentramos en esta obra, resultado de una enorme faena, es la recuperación de muchas voces presentes
y de otras que se nos adelantaron pero que nos siguen hablando. Nos vamos a encontrar con cuatro grandes ejercicios en los que nos explica el sentipensar de la gente piel y allí nos cuenta quiénes son la gente piel y cómo para ellas y ellos nació el mundo. Nos relata por qué hay una urgente necesidad de recordar quiénes son la gente piel, sus lazos ancestrales. Nos hace un llamado, lanza un grito rotundo sobre la importancia de recordar nuestro lugar y de cómo nombrar el mundo.

El grito de las formas sobre cómo nos enunciamos en el mundo no es el único que nos hace eco y resonancia. Si bien estas narraciones sobre cómo ha ido nombrándose y creando la comunidad han sido plasmadas con una bella pluma, también nos mira a los ojos, nos toca el corazón para que comprendamos las distintas violencias que han trascendido en el tiempo y que hoy perduran en el territorio, haciendo énfasis en el racismo, el extractivismo de los territorios y de los saberes. Nos cuenta cómo hoy en Guerrero, en los pueblos indígenas de La Montaña y la Costa Chica hay 42 yacimientos mineros y que el gobierno federal ha otorgado alrededor de 38 concesiones por 50 años. Es ese mismo Estado el que auspicia las segregaciones entre movimientos sociales imponiendo estructuras narco-paramilitares y que generan la ruptura de solidaridades entre movimientos sociales. Una realidad que atraviesan los pueblos originarios a lo largo y ancho de Abya Yala.

Otra de las grandes violencias que nos remarca Hubert Matiúwàa es el despojo del idioma debido al racismo, por eso nos dice que éste es uno de los grandes problemas que México debe resolver por el respeto de la diversidad cultural:

Cierto día preocupado por la pérdida del idioma, platiqué con un abuelo sobre la relación entre la lengua y el racismo imperante en las ciudades, me dijo: “La lengua es como tu cobija, la piel que te protege, en donde quiera que vayas la puedes llevar contigo: si hace frío te dará calor, si te toca dormir en el piso será tu almohada, si no la lavas se ensuciará; depende de ti si la mantienes limpia o no; si se rompe debes coserla” (p. 97).

Por eso nos recuerda la importancia de territorializarnos, de escuchar los mensajes de la naturaleza. Filosofar es vincular la espiritualidad y la ritualidad al territorio. Filosofar, nos dice, es reflexionar, cuestionar, crear, hacerse responsables con ese lugar que habitamos. Pero ¿cómo filosofar? Ese cómo tan fundamental en la filosofía que es el proceso de pensar, de resolver y hacer a través de los distintos tiempos que fundamentan la existencia; que sirve para educar, para dar consejos, para aprender a partir de la vida cotidiana y de las narraciones orales.

Lejos de tomar una postura esencialista de lo que en la comunidad ocurre hace un llamado a volver a escucharnos para mudar de piel, a cuestionar y a transformar el sistema milenario estructural de opresión, el patriarcado originario ancestral que hace que las mujeres de los pueblos originarios vivan una triple dominación: racista, patriarcal y clasista. Se pregunta y se preocupa genuinamente por los roles y lugares que ocupan las mujeres en la comunidad y de la necesidad de que las mujeres puedan poner su palabra y sean tenidas en cuenta en la toma de decisiones como seres políticos.

Nos habla de hacer piel, de amarrar las palabras. Eso es lo que hace. Nos habla de cómo los discursos poéticos nacen de las necesidades de las comunidades y cómo existen en ellas distintos poetas; los poetas mantis, los poetas rayo, los poeta sopladores del agua, los poetas piel de riego, los poetas chupadores de espina, los poetas que perdieron la piel del idioma y los poetas piel de dos mundos. Hubert Matiúwàa es un poeta de dos mundos, el que escribe en dos idiomas para reafirmar la vida ante la muerte de las lenguas, pero para mí también es un poeta soplador de agua. En su libro nos cuenta que el miedo es una enfermedad que está en todas partes y que se puede contraer con el roce de una palabra infectada de violencia, que crece como un tumor hasta secar la piel, pero los poetas sopladores de agua curan.

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Malely Linares Sánchez, fotógrafa y periodista colombiana, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, y doctora en Educación y Comunicación Social por la Universidad de Málaga.

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