EL INICIO DE LA FIESTA YOREME / 319 — ojarasca Ojarasca
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EL INICIO DE LA FIESTA YOREME / 319

BERNARDO ESQUER LÓPEZ
Lo que nuestros tatitas nos decían en la antigüedad, a ellos también en su tiempo les habían hablado del ca’anariam (canario) otros más viejitos, los bisabuelos y los tatarabuelos. Y los últimos de estos señores que se acordaban del canario decían:


Al inicio de la fiesta entran a la ramada los pascolas con un palito en las manos del pascola mayor; dan vuelta siguiendo al alaguasim que les está guiando al mundo del monte y que los está entregando al arpa.

Los hombres cazadores traían sus arcos, sus flechas, sus lanzas y su funda para las flechas y también traían su honda de tirar piedras.

Tenían hambre. Los hombres cazadores salían a buscar comida en el monte. Llegaron y pedían al Dios del monte, que es el señor del monte juiya annia, que les diera comida; que les diera permiso para matar a los animales.

Y la juiya annia les daba un árbol podrido que tenía muchos hoyos en donde vivían muchos animales. Cuando ellos llegaban al árbol podrido que les había regalado el señor juiya annia, cortaban un palito y lo metían en el hoyo más grande para ver qué había.

Y el mayor les dice a sus hermanos que qué pensaban que había ahí. Y el hermano de la derecha contesta: “¡Ah, hermano! Yo pienso que aquí viven ratas”. Dentro del hoyo sí vivían las ratas del monte: la rata abuelita, las ratas tías, sus madrinas y sus entenadas y todas las ratitas chiquititas llorando abajo.

“Hermano, primero tenemos que meter el palito para saber cuántas ratas hay adentro”. Las ratas muy asustadas se defendieron, mordieron el palito y lo orinaron.

Cuando los hombres cazadores retiraron el palito contaron las mordidas y olieron la orina. Ya sabían cuántas ratas había dentro del hoyo.

A sus compañeros dijo el cazador mayor: “Ahora vamos a ver qué hay más arriba”. Y todos coincidieron que en verdad en el hoyo grande vivían las ratas.

Antes de meter el palito en la parte superior del hoyo grande les vuelve a preguntar: “¿Qué piensan que pueda haber ahí?”. Y les pregunta de nuevo a todos sus compañeros sobre la existencia del animal que iba a servir de comida. Y dijeron todos que ahí en esa parte del palo vivían iguanas de vestido pinto y de cola rasposa. Y meten el palito y confirman que sí viven iguanas. Meten el palito y las iguanas lo muerden y lo dejan rasposo con unos surcos rasgados.

“¡Ah, estas iguanas! Y está su tía, su madrina, su hermana, su bisabuela y su tatarabuela, están encimadas unas sobre otras”.

“Bueno, vamos a sacar algunas”. Sacaron nomás las que iban a comer.

Antes de pasar a buscar en los hoyos chiquitos del árbol podrido les vuelve a preguntar:

“¿Qué piensan que hay ahí?”. Y contestan de uno por uno que para ellos allí viven las que tienen pelo en los pies. Y que encuentran a la gente y les pican.

Cuando metieron el palito al último hoyo más chiquito salieron abejas furiosas y empezaron a picar a los hombres cazadores. “¡Ahí, están las colmenas adentro!”, gritaron los cazadores que trataron de espantar a las abejas. Rápidamente sacaron la miel de las colmenas y taparon los hoyos, para que, si vienen otros cazadores buscando atrás de ellos, no les robaran los animalitos que continuarían viviendo y reproduciéndose en el árbol podrido. Y cuando los hombres cazadores quieran comida, otra vez van a regresar al monte de juyia annia.

Una vez que ya taparon los hoyos y teniendo comida suficiente, vieron en el cielo que ya venía el tiempo de aguas y que ya iban a sembrar. Les pr

egunta qué instrumentos de labranza traían consigo. Y ellos contestan: “Solamente hacha de piedra sin el mazo de madera”. Y los otros le dicen: “Solamente traen taspana, también sin palo y unas huicas o lanzas grandes para hacer hoyos en la tierra para sembrar”.

Y el cazador mayor les marca su pedazo de tierra en el monte para que puedan sembrar y empiezan a encomendarse a todos los santos animales: santo huicurim (iguanas), santo to’orim (ratas), santo muumun (abejas), santo motcho’ ocolim (camaleones), santo bácot (culebra), y así nombran a todos los animalitos que viven en juiya annia.

Después de nombrarlos hacen referencia como si estuvieran sembrando con sus pies sobre las hojas secas del monte. Y ahí termina el ca’anariam mayor y viene los ca’anariam hermanos para terminar de apagar la música.

Y de esa forma todos los pascolas del mundo yoreme regresarían para la próxima fiesta.

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Bernardo Esquer López es yoreme-mayo de Sinaloa. A los diez años se incorporó al grupo de música y danza indígena de la comunidad de la playa Ocoroni, después se trasladó a la ciudad de Guasave y formó la asociación de música tradicional yoreme Yeu-Matchuc. Participa activamente en reuniones de carácter ritual donde alienta a los jóvenes sobre la importancia de conservar las tradiciones, particularmente las relacionadas con la música y los cánticos.

 

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FE DE ERRATAS

En el número anterior de Ojarasca, el cuento Takochitalis ipan xolal/Un sueño en la sierra, de Marisol Rodríguez Rodríguez (Sol Tonaltsintli) apareció atribuido equivocadamente a Mariana Rodríguez Rodríguez. Pedimos una disculpa a la autora y a los lectores.

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