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GRAMÁTICA CULTURAL EN EL PENSAMIENTO MAYA

FIDENCIO BRICEÑO CHEL

La metáfora en la vida maya

La vida maya es una construcción constante de saberes, de conocimientos, donde las metáforas son frecuentes no sólo en el discurso sino también en la práctica diaria; así, metáfora y metonimia se entrecruzan en un juego de significados y representaciones. Entonces decir que todo tiene vida, todo tiene dueño, todo tiene lugar y una razón de ser, es algo cotidiano que nos permite, nos obliga, nos enseña a respetar al mundo que nos rodea, pues desde la concepción maya, “todo está vivo”, y eso desde el pensamiento maya es más que una metáfora, es una manera de entender y de explicar el mundo, pero también de relacionarse con otros “otros” que no son “humanos”, o que se humanizan o son humanizados para estar al mismo nivel que los humanos.

Por eso entonces, se respeta a la piedra en el camino, al camino mismo, a las cuevas, los cerros, los cenotes, etcétera, pues desde nuestra concepción del mundo son seres que están por o en lugar de otro ser, pues a veces representan a los señores que nos guían, nos protegen y eventualmente nos castigan si no asumimos las responsabilidades que debemos de tener y el respeto que debemos de guardar hacia los otros seres y el mundo en general.

Por eso decimos que la persona adquiere ese rango en tanto forma parte de una sociedad, así se constituye en parte del mundo como uno de sus ejes rectores que es el kaaj: pueblo.

La construcción social

La persona maya para poder vivir en sociedad tiene diversas maneras de relacionarse, por un lado con los otros como él o ella (los humanos), por otro lado con los otros que forman parte del mundo en el que viven (animales, plantas, objetos) y por supuesto, con los entes sobrenaturales que pueblan el mundo maya (vientos, espíritus, presencias y potencias), que transformados se hacen presentes en diversos momentos de la vida del maya, ya sea para ayudarlos, protegerlos o llamarles la atención, cuando no es para reprenderlos o reprimirlos por alguna falta a las leyes del “buen vivir”.

Por ello el maya desde la infancia aprende a “llevarse bien” con todo lo que le rodea, pues a través de su relación con esos otros es que construye su persona, su respeto, su prestigio, su familia, su comunidad, su pueblo, su mundo.

El espíritu maya

Esas buenas relaciones, el buen vivir, es lo que le da la tranquilidad de aceptarse como es y aceptar a los demás formando una comunidad con sus múltiples relaciones interpersonales, que muchas veces acaba por llegar a un grado de integración como lo denominado “familia” en las culturas occidentales y que en maya se dice láak’tsilil, la otrosidad (¿otredad?), donde se incluye a otros igual a mí con respeto mutuo; pues los otros diferentes a mí serían jela’an, donde el término mismo no incluye el morfema (tsilil) que refiere al respeto y a la reciprocidad.

Así entonces ma’alob kuxtal o buena vida implica todo lo antes mencionado: pensar en un mundo bipartita donde todo implica e incluye a lo(s) otro(s) y donde las múltiples relaciones llevan a la persona a tener diversas personalidades y diversos estados anímicos donde participa el óol, entidad anímica que forma parte de la persona como ser que siente y expresa su sentimiento; por eso el óol distingue a los humanos de los no humanos, y cuando la persona es abandonada por su óol, se tiene que ir a otro mundo donde habitan los que ya no sienten.

Finalmente, hay que señalar que toda persona (wíinik), desde que nace tiene óol, el cual se va modelando de acuerdo a las relaciones personales hasta convertirse en máak, persona socialmente formada.

Para los y las mayas, la legitimación o aceptación está muy presente en el lenguaje mediante el discurso no sólo oral, sino también escrito, pero sobre todo en el primero, en el que el lenguaje-discurso adquiere una especial significación. Y como en la mayoría de las sociedades indígenas no sólo la lengua sino también la historia compartida, la filiación comunitaria, el estilo de vida, el sistema cosmológico y la relación con la tierra ejercen definidas representaciones ideológicas. Pero sobre todo es en la lengua donde todo esto se manifiesta. Como ya lo hemos visto, la identidad pasa por la lengua, pues a ella se recurre para dar fundamento a la definición de la colectividad de origen y de pertenencia mediante la definición de los distintos “nosotros”.

Esta identidad es entonces en gran parte establecida y mantenida a través del lenguaje, es decir, que como recurso comunicativo fundamental, las lenguas del mundo no sólo son un medio para denominar la realidad social y para referirse a ella, sino también para constituirla.1 Si bien la lengua como criterio de identidad puede ser considerada como secundaria, la función que desempeña en la reproducción y práctica de la ideología es fundamental por el hecho de utilizarla como referente emocional de quienes en algún momento se sienten identificados como yo(r)emes,2 como nahuas o como mayas; en ese sentido, entender la relación entre formas de habla y estructura social como algo mediado por ideologías del lenguaje nos permite percibir cómo es que elegir entre distintas alternativas de decir una misma cosa es una manera de construir la identidad propia y la de otros.

Hoy día, cuando los medios masivos de comunicación, la escuela, los espacios y las relaciones personales de las mayas y los mayas actuales están atravesadas por una explicación del mundo distinta a la suya, no sólo provoca la pérdida de una manera diferente de explicar el mundo, sino también provoca la pérdida de la persona, la desvinculación con su óol, con su yo interno, su yo personal, que le causa trastornos no sólo emocionales sino también identitarios, de personalidad, etcétera, que sólo podrán entenderse cuando pueda explicarse el mundo con este lenguaje descriptivo, metafórico, metonímico, críptico, obscuro a los ojos y oídos de los otros.

Por eso, entender y aceptar que en el lenguaje actual están contenidos los saberes ancestrales, la explicación del mundo y de la manera de vivir y relacionarse en este “otro mundo” le dará no sólo otra oportunidad de vida a la lengua y la cultura mayas, sino también poder ser mejores habitantes de este otro mundo donde lo importante es saber cómo integrar e integrarse a esos otros que sirven para explicarme a mí mismo quién soy y qué hago en este mundo, pues según nuestros abuelos, todo tiene vida, todo tiene dueño pero también todo tiene una función, una carga o una tarea en este mundo.

Y aquí estamos con nuestros cargamentos, dispuestos a compartir la carga y darnos una nueva oportunidad, porque no hay principio sin fin, pero también el fin es el principio y el principio es el fin según nuestra idea de continuidad, de ciclicidad, de cierre de ciclos y de vivir la vida, de transitar sobre el camino, el beel, que lleva, que trae, que forma y que transforma.

Bejla’e’ ki’imak in wóol tumen táan k je’ik túumben beelo’ob. Hoy mi alma está alegre porque estamos abriendo nuevos caminos.

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Fidencio Briceño Chel, lingüista, académico, investigador, traductor, editor y locutor maya. Profesor-investigador del Centro INAH Yucatán. Integrante del consejo editorial de La Jornada Maya.

Notas:

1. John Gumperz, Language and Social Identities, Cambridge University Press, Cambridge. 1983, p. 7.

2. José Luis Moctezuma Zamarrón, De pascolas y venados. Adaptación, cambio y persistencia de las lenguas yaqui y mayo frente al español, El Colegio de Sinaloa y Siglo XXI Editores, México, 2001.

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