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JOSÉ AGUSTÍN Y LA RADIOGRAFÍA DEL ROCK EN GUERRERO

JAIME GARCÍA LEYVA

Montaña de Guerrero, 16 de enero de 2024

Era 1989. Estudiaba la secundaria en Tlapa, en la Juan Álvarez. Mi hermano el mayor vivía en la Ciudad de México. Ocasionalmente regresaba de vacaciones. Una vez trajo a la casa unos casetes de Los Ángeles Negros y el Álbum Blanco de los Beatles. También un ejemplar de la revista Natura. Tu salud en la naturaleza. Era el número 148 de julio de 1989. En sus páginas incluía, en un dossier sobre “La contracultura de los sesenta”, un artículo de José Agustín. Era una exclusiva y avances de su libro. Lo leí con entusiasmo. La revista incluía información sobre comida vegetariana, Monsiváis y los jóvenes, rock contra Laguna Verde y otros temas. El texto de José Agustín me abrió un panorama de lo que había sucedido en la historia de México. Ingresé a las filas del rock por esa vía y por amigos de la secundaria y el barrio. De las bandas de viento y el mundo indígena al rock. Después, de 1991 a 1995, fui locutor del programa “Las Otras Bandas” en la radiodifusora indígena XEZV La Voz de la Montaña (800 AM) y utilicé el texto como guión para promover el rock.

José Agustín seguía siendo un referente en las revistas que ocasionalmente llegaban a la Montaña y que traían amigos que iban al Tianguis del Chopo o contactos en la Ciudad de México que las enviaban por correo. Juan Antonio Camacho, Rebeca García, Víctor Esquivel, Francisco Zárraga me enviaban la Banda Rockera, Conecte, Generación y diversos fanzines. Varias bandas de rock y colectivos hacían llegar sus demos e información. También en el suplemento La Jornada Semanal incluían textos del maestro. Aún conservo varias revistas.

En 1995 un grupo de rockeros conformamos el Colectivo Cultural Montaña Sur. Además del programa de “Las Otras Bandas”, nos manifestamos por medio del fanzine El Caracol. Ahí publicamos varios textos, viñetas, información sobre rock, derechos indígenas, música y otros temas. Incluía un texto de su servidor titulado “Rockrónica de la Montaña”. Tres páginas que de manera escueta referían a la llegada del rock en Tlapa. El Caracol como órgano informativo del colectivo sólo se editó una vez. Se fotocopió y se distribuyó con rockeros de Tlapa, Chilpancingo, Iguala, Taxco y en el Tianguis del Chopo. Le di continuidad al escrito. Culminé la parte que correspondía a Tlapa.

En 1995 salí a Chilpancingo para estudiar la licenciatura en Historia. Un compañero de clases fue Sergio Ocampo Arista, locutor de XEUAG Radio Universidad Pueblo (840 AM). Sólo se mantuvo tres meses. Su labor de periodista y responsable en la radio no le permitieron realizar la carrera. Varias veces me invitó a su programa de rock “Viaje mágico y misterioso”. Intercambiamos revistas, libros y música. Teníamos amigos en común como el antropólogo Jorge Raúl Obregón Téllez, entre otros.

Entre los personajes que se movían en la escena estaba Eric Lagunas, melómano, músico, promotor del rock, locutor y coleccionista de discos. Varias ocasiones lo acompañé en su programa “Jinete Nocturno” en Radio y Televisión de Guerrero (RTG). Entre las andanzas en Chilpancingo fui conociendo a rockeros que estaban clavados en la lectura de clásicos como Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz, José Agustín, Jack Kerouac, Charles Bukowski, Baudelaire, Allan Poe y otros escritores oscuros, irreverentes, rebeldes y demás. Carlos Ortiz, Charly Punketo, Yurai Santos, Erik Escobedo, José Luis Ortiz y otros más. Estos se reunían, además de para escuchar rock, para escribir, leer poesía y compartir sus sueños e ideas. Conformaron un colectivo y crearon un fanzine, El Mar El Iguano. Se les veía en la calle Zapata, los pasillos de Filosofía y Letras, los portales, en las tocadas, en las casas de amigos o reuniones. La irreverencia venía de la rebeldía construida a partir de lecturas de sus gurús. Entre ellos José Agustín.

En mi etapa de estudiante empecé a recorrer lugares, asistir tocadas, apoyar en la organización de eventos, promover revistas y fanzines, conocer programas de radio, platicar con conocedores del tema, vincularme con gente de varios lugares de Guerrero. Ello me permitió conocer las rutas del rock, los caminos estrepitosos, los acantilados de la exclusión, el trabajo a contracorriente y subterráneo, la lucha por abrir espacios, los esfuerzos por organizar tocadas, la represión cruda de las autoridades policiacas, la incriminación a los jóvenes rockeros, la presencia de chavas aferradas en las tocadas, los testimonios de represión en sus familias, las peripecias para conseguir instrumentos, la incomprensión, la falta de apoyos por las autoridades para realizar eventos, las dificultades para sortear los gastos, los lugares, bares, calles barrios, carteles, programas de radio.… en fin, una historia que registra el ensayo crónica Radiografía del rock en Guerrero. Para 1997 ya tenía un borrador de la escena en la entidad.

Conocí a José Agustín en Chilpancingo en octubre de 1997. Fue a presentar su libro La Contracultura en México. La sala de los gobernadores del Museo Regional de Guerrero estaba a reventar. Los comentaristas del texto eran Gela Manzano, Isaías Alanís y Álvaro López Miramontes. Había un público diverso integrado por universitarios, académicos, la comunidad cultural y la banda. Un grupo de rockeros nos sentamos hasta la parte de atrás. Las felicitaciones, comentarios y ánimo del público fueron extenuantes cuando se iniciaron las preguntas y respuestas del maese. Ya casi al terminar hice un comentario de felicitaciones y pregunta: “Maestro, felicidades. Está muy bien documentar el rock que se ha hecho en otros lugares, hablar de los Rolling, los Beatles, y ¿por qué no hablar de los chavos banda, rockeros, punks, chavas y colectivos de Tlapa, Acapulco, Chilpancingo, Taxco y varios lugares de Guerrero?”.

El maestro con su estilo la agarró en el aire y contestó: “Chingón, sería chingón. Aviéntate un escrito, o si ya lo tienes yo te hago el prólogo”. Aplausos. Así de claro y conciso. La presentación fue un éxito. Al final, por vía del doctor Álvaro López y Gela Manzano tuve la oportunidad de saludarlo de mano. En el patio del museo. Llevaba un par de fanzines y el borrador de Radiografía del rock en Guerrero. Vio el manuscrito, lo hojeó. Me dijo: “Un gusto, mano, pues ya estamos en esto y no nos rajamos. Como buenos guerrerenses. A darle y estamos en lo dicho”. Se sonrió y me anotó el número telefónico de su casa en Cuautla. “Me hablas cuando tengas terminado el escrito”, dijo y se fue con los comentaristas. Los periodistas lo seguían para entrevistarlo o tomarse una foto.

Continué recabando datos sobre el rock en la entidad. Me fui a vivir a la CDMX de 2001 a 2003 por motivo de estudios. Volví a ver a José Agustín en febrero de 2002, en la feria del Libro del Palacio de Minería. En esa ocasión presentó sus Cuentos Completos. Al terminar su presentación me formé para la firma correspondiente. Llevaba el ensayo escrito. Terminado. Al verme me reconoció: “¿Jaguar, de Guerrero, verdad? ¿Qué onda, cómo estás? ¿Ya tienes el ensayo?”. Me dio una palmada en la espalda y me estrechó la mano. “Sí, ya. Aquí está”, le contesté. Y se lo di. Lo hojeó rápidamente. Me dijo: “Anota mi dirección y te jalas a Cuautla para platicar. Mientras leo tu escrito. Va. Me avisas cuando vayas a la casa”. Anoté fervorosamente la dirección en Brisas de Cuautla. Había una larga fila de gente esperando a que le firmara sus libros.

En abril de 2002 llegué un viernes por la tarde. Estaba José Agustín, su esposa Margarita Bermúdez, su hijo Tino (José Agustín hijo). Muy amables. Me invitaron a comer. Un sabroso mole, por cierto. Estuvimos platicando sobre Guerrero, la cultura, música y más cosas. Un ambiente muy familiar. Una vibra muy chingona. Margarita se fue a descansar y el Tino escuchando música. Como a las siete de la noche, entre unas copas de vino y música, José me condujo a su biblioteca. Me enseñó varios discos de rock. Estaba preparando una selección de sus discos preferidos. Me señalaba cuadros, fotografías, libros.

Recuerdo tres comentarios que hizo: “Mira este disco. Muy buenos músicos y buenas letras. Pero por qué ponerle a su banda un nombre de avión espía”. Me mostró una foto de José Revueltas y dijo: “Este era un gran hombre. Sufrió mucho en la cárcel. Escribía muy chingón. Aprendí de él”. Y remató: “Por lo que me hizo el gobierno dije que iba a seguir escribiendo con rebeldía y como me gusta”. Yo estaba admirado. Escuchar a un gran escritor, un extraordinario ser humano, para muchos un gurú, pero él decía que los gurús se convierten en “gurundangas”. Irónico, filoso, irreverente, rebelde y uno de los más agudos analistas de la contracultura y la música de rock. Fue un día y tarde memorable. Regresé a la Montaña muy entusiasmado.

Radiografía del rock en Guerrero se publicó en 2005. José Agustín cumplió su palabra. Me envió el prólogo en tres hojas papel bond con sus notas en máquina de escribir. Tenía esa cualidad de redactar tecleando con un dedo. En sus líneas indica sobre el libro: “En casi cinco décadas he oído descalificaciones del rock por colonizador, imperialista, desnacionalizador, gringo y, además, de grandes ciudades; por eso, al leer Radiografía del rock en Guerrero, de Jaime García, me fue reconfortante y estimulante corroborar que el buen rock ha sido y sigue siendo punto de convergencia liberador y contestatario que ha llegado hasta los últimos rincones de muchísimos países. Esta ‘radiografía’, pionera en las investigaciones sobre el desarrollo del rock en distintas regiones de nuestro país (antes sólo teníamos reportes de Tijuana y Xalapa), me resultó fascinante porque muestra los caminos del rock, o como decía Parménides García Saldaña, las rutas de la onda”.

“El Jaguar García despliega su libro con corrección y un formato un tanto rígido, pero cuenta bien muchas de las historias. Establece sin falta muy pertinentes contextos geográfico- histórico-sociales. Luego expone panorámicamente, aunque se detiene en detalles. Estos prologuitos o paréntesis le permiten a García hacer apuntes de la vida nacional y del estado, y así se establece la influencia del neozapatismo en los jóvenes guerrerenses (y de todo el país, pues la cantidad de grupos de rock que han apoyado al EZLN es impresionante, como ya nos hizo ver Benjamín Anaya). Radiografía del rock en Guerrero es un trabajo pionero pero establece bases que serán ineludibles en ulteriores exploraciones. Está escrito con pasión, pero a la vez con la sobriedad que imponen los cánones. Es un trabajo que hacía falta para documentar la historia del rock nacional y para conocernos mejor. Ojalá se sigan dando estas investigaciones sobre el rockcito en las distintas regiones de México”.

El libro incluye fotografías, viñetas de José Agustín (Tino), dibujos de la juventud rockera guerrerense. La presentación es de Benjamín Anaya, autor de Neozapatismo y rock mexicano. El libro se publicó por el Colectivo Cultural La Tarántula Dormida de la ciudad de Chilpancingo y La Cuadrilla de la Langosta. En su realización diversos colectivos, músicos, periodistas, escritores y rockeros aportaron su respaldo y medios económicos para la impresión de este trabajo realizado de manera independiente. Se distribuyó por medio de colectivos rockeros de Tlapa, Chilpancingo, Acapulco, Iguala y el Tianguis del Chopo y fuera del país. Es un texto de referencia en torno al rock en el estado de Guerrero. José Agustín también publicó el texto del prólogo en la revista La Mosca en la Pared, en la sección de “La Cocina del alma”, y en el libro La Casa del Sol Naciente (De rock y otras rolas). Los caminos de la música, la rebeldía y la contracultura se ampliaron.

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