LA VOZ DEL DOLOR. ESCRITURA DESDE LA FRONTERA / 322 — ojarasca Ojarasca
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LA VOZ DEL DOLOR. ESCRITURA DESDE LA FRONTERA / 322

LUZ VÁZQUEZ
Todas las voces de mi madre/
Tákúu ndi’i tachi si’í yu,
Florentino Solano,
Secretaría de Cultura,

México, 2022

El silencio siempre ha sido el peor enemigo. No por su carácter átono, sino por la implosión que desvanece los cuerpos que se guardan la ira, la alegría, las palabras y los gritos cuando hay una necesidad de hablar. Muchas veces no hay espacio, no existe un lugar seguro para articular la voz, mucho menos cuando perteneces a un pueblo indígena y peor aún si eres mujer. Afortunadamente, gracias a los esfuerzos, muchas veces individuales, de escritores y escritoras indígenas, cada vez podemos escuchar más voces, más vidas que se han quedado detrás de nosotros pero que tienen mucho que decirnos.

Uno de los escritores que se ha encargado de dar voz a su pueblo es Florentino Solano, originario de Metlatónoc, Guerrero. Estudió la licenciatura en Educación y actualmente es promotor cultural en San Quintín, Baja California, lugar al que migró junto con su familia desde que era muy pequeño para trabajar en los plantíos agrícolas. Solano ha sido galardonado por sus obras escritas en tu’un savi (mixteco), su lengua materna, con el Premio Nezahualcóyotl de Literaturas en Lenguas Mexicanas y el Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA), ambos en 2021.

Tákúu ndi’i tachi si’í yu / Todas las voces de mi madre es un poemario bilingüe en tu’un savi y español que consta de 70 poemas, en los cuales se anuncia la voz femenina de quien ha sido una mujer que brotó en las tierras ñu’un savi de Guerrero, entre huipiles, el silencio y la violencia que muchas mujeres indígenas sufren.

Desde este ángulo, uno de los ejercicios que despierta de inmediato al lector es la escritura de un varón que emula la voz poética de una mujer. Esto despierta algunas otras tensiones relacionadas con la posición escritural que toma el autor, pues él mismo afirma en una entrevista que escribe fuera del centro: “no me siento parte de algo cuadrado en la literatura, pues siempre he escrito desde la orilla, desde el filo, desde la frontera, desde otro punto del que normalmente se espera”. Escribir desde otros puntos, de primera mano, problematiza el mismo quehacer literario al que se enfrenta un escritor debido a que parte de aquello que no le pertenece, que mira desde una lejanía e intenta reconocer porque está fuera de su alcance. Solano es un observador excepcional, pues contrario a que sus lectores noten que la pluma de un hombre es quien describe el dolor femenino, sucede lo contrario, ya que provoca que se difuminen los rastros de su masculinidad para dar lugar a la enunciante que se planta para provocar, cuestionar y señalar el mundo que le tocó vivir siendo mujer.

Ejercer la escritura desde la frontera no se limita a crear la historia del dolor femenino a lo largo del poemario, sino que va más allá debido a que, con este ejercicio, se logra una reconfiguración de la feminidad en el cual la voz poética construye su propia imagen a través de sus sentires, como en el poema “Odio que no pueda”, en el que el odio es el medio por el cual anhela y señala que nunca se ha pertenecido a sí misma:

 

Odio que no pueda desear y tener,

desear y hacer, desear y poder.

Odiar y poder odiar.

Odio que mi vida pertenezca a todos menos a mí.

[…]

Odio no poder deshabitar este cuerpo

para ser yo misma

sólo por la frigidez infinita del mundo. (p. 129)

 

De igual modo, en “Dios es mujer” se contrapone con la idea cristiana de “Dios” ya que las historias bíblicas se perciben como lejanas; en vez de ello, la mujer toma ese lugar sagrado: dios es mujer porque quien enuncia el poema ha sido testigo de que ella es la que da vida, esperanza y luz al mundo.
La historia de migración del escritor ñuu savi también da cuenta de lo fronteriza que es su escritura; en muchos de sus poemas hay una tensión simultánea entre la forma de ver el mundo desde la comunidad y el contraste con el afuera, al mismo tiempo que problematiza ambos lugares de una forma en la que señala sus carencias, el dolor, la falta de oportunidades y el trabajo a temprana edad que muchos niños y niñas padecen.
En los siguientes poemas, por ejemplo, para la enunciante que ha abandonado su comunidad, ese otro lugar significa una herida latente, un espacio al que no pertenece: “la frontera”:

 

La frontera es una tierra minada para los sueños.

Está llena de pesadillas.

Al cruzarla, te vas desmoronando:

pequeños trozos de tu alma se van cayendo en el camino

como gotas de sudor al calor de la ira.

Y el otro lado es siempre un misterio,

pues está lleno de dudas y mentiras,

de abusos,

de heridas que nunca cicatrizan.

El otro lado se llama así porque no nos pertenece. (p. 107)

“La fe y el viaje”

En ese otro lugar hasta el tiempo duele;

por eso, mi abuelo me da su bendición,

no para que me vaya bien,

sino para que resista y soporte la ira del mundo. (p. 93)

Así también, aunque muchos poemas dan cuenta de la

visión del mundo de la comunidad mixteca, la enunciante

denuncia la infancia a la que están destinadas las mujeres:

Una mujer sávi olvida la infancia al nacer,

porque no hay tiempo para recordar,

jugar, correr, nadar, brincar, reír,

bailar o cantar.

Aquí las niñas se queman las manos en el comal

o en la olla

mientras aprenden a usar el metate,

mientras se asfixian soplando la lumbre.

La infancia es un lugar peligroso donde aprendí a odiar el

mundo. (p. 45)

 

Al tomar en cuenta ambas tensiones mostradas en los poemas, éstas crean una sensación de que no hay un lugar seguro; ya sea fuera o dentro de la comunidad, no existe algún escape para el dolor.

Aunque es evidente que Solano describe la amargura de las mujeres, hay algunos atisbos de esperanza que se cuelan en un par de versos, como en “Cuerdas”, en donde las niñas son aquellas que vendrán a reescribir el futuro, uno que incluya más a las mujeres:

 

Cuando nació mi hija,

justo abrió los ojos y comenzó a tocar la guitarra.

Desde entonces,

su voz colorea el mundo desde este lugar.

Aún no sé si yo pertenezco aquí,

pero ella sí

y por ella me sembraré en esta tierra para

que crezca y florezca. (p. 135)

La escritura desde la orilla no sólo consiste en observar

y anotar, para Solano implica hablar porque está cruzado

por varias de las vivencias que vio a través del silencio de

su madre, pues seguramente él mismo fue testigo de su

sufrimiento. Solano escribe con la memoria, decide que

el silencio no es una opción, pues toma todo aquello para

construir una figura femenina que apenas era sombra y

hace fuego con sus cenizas para que las nuevas generaciones

ñuu savi vean arder.

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