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DICEN QUE SE LO LLEVÓ LA COSA MALA

LAMBERTO ROQUE HERNÁNDEZ

A Marcos se lo llevó la cosa mala, o por lo menos eso es lo que dicen. Se desapareció un mediodía cuando lo habían mandado a que fuera a darle sal a los chivos que pastaban cerca de las piedras de los duendes. Lo vieron irse como a las once de la mañana. Llevaba la bolsa de sal y dos cubetas para darle agua a los animales en el río Redondo. Lo esperaron para comer hasta casi a la metida del sol, y no volvió.

Cuando ya empezaba a pardear la tarde, tía Remedios empezó a preocuparse. Dieron las tres campanadas de la oración de la tarde, y nada. Se cubrió con su rebozo y fue a avisarle al tío Sergio. Lo puso al tanto, pero él le dijo en tono socarrón: “No te aflijas, por ahí se ha de haber ido con una chamaca. Ya está en la edad. Si no regresa mañana vamos a buscarlo”.

A la siguiente mañana, casi al mediodía salieron a buscarlo. Fueron a las piedras donde dicen que juegan los duendes, y ahí hallaron residuos de la sal. Las dos cubetas no estaban. Los chivos remolían tranquilamente debajo de los cazaguates. El tío Sergio espoleó su caballo hasta el río donde era costumbre llevar al ganado a beber agua. Ahí estaban las dos cubetas a medio llenar. También estaba toda su ropa. Marcos había llegado hasta ahí. Se había metido a bañar. Pasó el día y no lo encontraron. Por la tarde avisaron a las autoridades del pueblo. Pidieron auxilio a la policía local.

Al siguiente día, fueron a los pueblos circunvecinos y lo vocearon en los tocadiscos locales. Nada.

Por meses tía Remedios lo siguió buscando. En una de tantas fue al panteón a pedirle a su difunto esposo que le hiciera el milagro y que Marcos volviera. En el pueblo se empezó a decir que al muchacho se lo había llevado la Matlatxihuatl, la diosa de los muertos en el inframundo zapoteca, que merodea en los Valles Centrales enamorando incautos. Se los lleva y los posee. Los encanta. Los enamora perdidamente. Los vuelve locos de amor, y con el paso del tiempo los abandona a su suerte.

La tía Remedios se fue del mundo sin volver a ver a su hijo.

Dicen que por ahí del mediodía, si se tiene suerte, principalmente en los tiempos del Carnaval, se puede ver a Marcos vagando por los caminos cercanos al río Redondo. Por la carretera nueva que va al puerto. Por el panteón. Por el camino hacia los mogotes.

Trae el pelo crecido y enredado. La mirada roja y perdida. Una media sonrisa de paz.

Anda completamente desnudo.

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