AL FILO DEL AGUA

El agua nos absorbe, o más bien su condición amenazada que, bien sabemos, afecta la existencia de las vidas en el mundo natural, incluyendo las humanas. Pueblos con sed. Terrenos secos. Moribundos ríos, lagos, presas, veneros. Vastas áreas urbanas con ausencia crónica de agua potable. Pozos y distribuidores contaminados. Apogeo de pipas evasivas y trasnacionales que embotellan nuestros manantiales. Agotan los recursos hídricos industrias de todo tipo, minas cerradas y a cielo abierto, campos de golf, hoteles en el desierto.

El agua se ha convertido en espejo urgente de la desigualdad. Para entender lo que sucede con el “precioso líquido” en nuestro país, y las luchas que se organizan para defenderlo en comunidades, regiones, colonias y campos agrícolas hay que atender las voces de la Cuarta Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, generosamente reseñada por Gloria Muñoz Ramírez y Eliana Acosta Márquez. También tenemos un atisbo de la voracidad minera en la Amazonia.

En su médula, el suplemento Ojarasca acoge en abril a relevantes autores de los pueblos originarios: Juan Hernández Ramírez, Ruperta Bautista, Natalia Toledo, Cruz Alejandra Lucas Juárez, Martín Tonalmeyotl, y también los noveles Bartolomé Espíndola Gálvez, Benito Ramírez Cruz y Elizabeth Brunete. Se comenta a la autora rarámuri Ana Cely Palma, la artista Laureana Toledo y las mujeres afromexicanas de Acapulco.

Hoy que las colectivas en comunidades y regiones, organizaciones sociales, autoridades tradicionales y cooperativas defienden el agua, la tierra, el aire y la vida, el caudal de sus expresiones enriquece nuestro presente.