LA CONSERVACIÓN COMUNITARIA DE LA BIODIVERSIDAD EN OAXACA / 323 — ojarasca Ojarasca
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LA CONSERVACIÓN COMUNITARIA DE LA BIODIVERSIDAD EN OAXACA / 323

ELÍ GARCÍA-PADILLA

Los primeros esfuerzos institucionales documentados de la conservación de la biodiversidad en Oaxaca datan de 1937, en el sexenio del entonces presidente de la República general Lázaro Cárdenas del Río. Se crearon por decreto federal dos Parques Nacionales: Benito Juárez en la Sierra Norte y Lagunas de Chacahua en la costa del Pacífico. Luego, en 1986, la playa de La Escobilla y Lagunas de Chacahua se declararon zonas de reserva y sitios de refugio para la protección, repoblación, desarrollo y control de las diversas especies de tortugas marinas (Lepidochelys olivacea, Chelonia mydas y Dermochelys coriacea). En 2002 ambas zonas fueron recategorizadas como “Santuarios”. En 1998 se estableció la Reserva de la Biósfera de Tehuacán- Cuicatlán, que constituye la superficie “protegida” bi-estatal (Oaxaca-Puebla, 145 mil 255.20 hectáreas) más extensa por decreto federal dentro del territorio oaxaqueño. En ese mismo año se creó también el Parque Nacional Bahías de Huatulco en la Costa de Oaxaca. Finalmente, en 1999 se establece el Monumento Natural Yagul en los Valles Centrales, el cual alcanzaría la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000 por ser considerado, entre otras cosas, como el sitio con la evidencia arqueológica más antigua de la domesticación del sistema milpa en Mesoamérica. En tiempos mucho más recientes (2008) surgió otra Área Natural Protegida (ANP) en la categoría de Área de Protección de Flora y Fauna conocida como “el Boquerón de Tonalá” en la provincia fisiográfica de la Depresión del Balsas.

Sin embargo, dado el abandono institucional, la falta de personal operativo, sumado a presupuestos y planes de manejo limitados o inexistentes en el que se mantiene sumidas a las ANPs, ellas no han cumplido con los objetivos para los cuales fueron creadas. Aunque estas ANPs federales han sido constituidas de manera correcta desde el punto de vista legal u oficial, en los hechos no se realizan las acciones que permitan confirmar que el polígono realmente esté protegido. Generalmente una ANP se crea como una “instrumentalización política”, en la que se valora principalmente la declaratoria, pero el objetivo de resguardar su biodiversidad no siempre se cumple y en muchos casos esta diversidad biológica ni siquiera está bien documentada. Por el contrario, dentro de las ANPs federales persisten serios problemas ambientales como son la invasión de concesiones mineras —de las cuales se documentaron un total de mil 609 dentro de sus polígonos (Armendáriz-Villegas y Ortega-Rubio, 2015)—, bioprospección, biopiratería, negocios verdes, tala ilegal, cacería furtiva, tráfico ilegal de especies, entre muchos otros problemas y presiones socio-ambientales. Algunas voces críticas a este modelo formal institucional de conservación de la biodiversidad suelen llamarles a estas ANPs “reservas de papel”.

Por su parte algunas comunidades originarias, mestizas y afrodescendientes de Oaxaca han establecido, por acuerdos de asambleas, lo que se conoce como Áreas de Conservación Comunitarias (ACCs), las cuales en muchos casos carecen de reconocimiento oficial, es decir, de la supuesta certificación por decretos de Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVCs) por parte de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Funcionan desde tiempos inmemoriales gracias a la organización propia de las bases comunitarias, al tipo de tenencia social del territorio y a la conservación consciente y voluntaria que practican los dueños legítimos y ancestrales de estos territorios y bienes naturales comunes en disputa. En Oaxaca, donde cerca del 80 por ciento del territorio es de orden comunal/ejidal, podemos encontrar de hecho las iniciativas pioneras y formales en México de conservación comunitaria. Es el caso de la “Reserva Ecológica Campesina de los Chimalapas” (1992), que surge como una alternativa propuesta por parte de los comuneros zoquechimalapa a la entonces intentona de imposición vertical de decretos federales de ANPs en la región. Lo que los comuneros entonces percibieron que representaban en realidad despojos territoriales, así como la pérdida de su autonomía y libre determinación como pueblo nación con cerca de tres mil 500 años de ocupación probada de este vasto territorio ancestral y megabiodiverso, el cual incluso —de acuerdo a la tradición oral— compraron a la corona española por el precio de 25 mil pesos oro entregado en jícaras.

Actualmente se cuenta con unas 157 de estas iniciativas de ACCs documentadas dentro del territorio oaxaqueño. Esto cobra gran relevancia dado que un estudio sobre el análisis de vacíos y omisiones en conservación de la biodiversidad terrestre de México se identificó que sólo 15.9 por ciento de los sitios de más alta prioridad para la conservación se encuentra dentro de alguna de las ANPs federales. Segundo, entre 70 y 80 por ciento de los bosques y selvas en México están dentro de territorios bajo el régimen de propiedad social comunal, es decir, los dueños legítimos y ancestrales son ejidos y comunidades originarias. En un estudio reciente los autores Briones-Salas y colaboradores (2015) encontraron que no hay registros de jaguar (Panthera onca) dentro de los polígonos de las ANPs federales en Oaxaca, pero que cerca del 50 por ciento de los registros puntuales del también conocido como “Patrón de los animales” —especie paraguas por excelencia y símbolo de la conservación— se encontraron dentro o cerca de las Áreas de Conservación Comunitarias sin certificación especialmente en la Sierra Madre de Oaxaca y la región del Istmo de Tehuantepec (Chimalapas).

A pesar de los esfuerzos mencionados persisten grandes vacíos y omisiones de información biológica sistematizada para el diseño de una estrategia de conservación y desarrollo efectiva para la biodiversidad; por ello en 2000 el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional, del Instituto Politécnico Nacional (CIIDIRIPN), convocó al “Simposio Biodiversidad de Oaxaca”. En este foro se corroboró de facto que Oaxaca es la entidad más biodiversa a nivel país. Así mismo puso de manifiesto la carencia de planes de manejo y acciones efectivas para garantizar la preservación de dicha riqueza biocultural a nivel institucional.

De este esfuerzo surge la propuesta de la publicación de la obra bibliográfica intitulada Biodiversidad de Oaxaca (2004), gracias a la cual se recopila la información disponible y hasta ese momento dispersa sobre la riqueza biológica y cultural de Oaxaca. Como resultado de dicha obra, hoy sabemos a ciencia cierta que para los 16 grupos originarios registrados en Oaxaca se documenta la existencia de 157 lenguas originarias, número superior al de cualquier entidad del país e incluso al de las registradas en países centroamericanos. Y que la alta diversidad cultural tiene una correlación con la alta diversidad biológica y ambiental (Toledo, 1999), a esto se le conoce como el axioma biocultural y básicamente consiste en que para garantizar la preservación a perpetuidad de la biodiversidad es necesario preservar a las culturas, cosmovisiones y usos y costumbres propios de los pueblos originarios.

Gracias a esta obra bibliográfica, ahora sabemos también que en materia florística Oaxaca posee un total de 8 mil 431 especies de plantas vasculares, lo que ubica al estado como uno de los más ricos y diversos del país. Así mismo, Oaxaca concentra aproximadamente 40 por ciento de la flora de México y el 70 de los tipos de vegetación registrados a nivel país. En cuanto a la fauna se registró un total de mil 103 especies de mariposas (lepidópteros), 127 de peces continentales de agua dulce, 378 de anfibios y reptiles, 736 de aves y 190 de mamíferos. En resumen, como resultado de las contribuciones de los autores de dicha obra se documenta para Oaxaca la presencia de 8 mil 431 especies de flora y 4 mil 543 especies de fauna, un gran total de 12 mil 974 especies (García-Mendoza et al., 2004). Estos datos preliminares son muy dinámicos. Más recientemente sabemos por ejemplo que la diversidad de aves en Oaxaca es de un total de 776 especies (Blázquez-Olaciregui, 2016). La de anfibios y reptiles es de un total de 480 especies (Mata-Silva et al., 2021) y la de mamíferos es de un total de 216 especies (Briones-Salas et al., 2015). Conforme se sigue haciendo exploración y trabajo de investigación, nuevas especies son añadidas a las cifras totales de la entidad que es número uno en riqueza biológica y cultural de todo México.

En relación a los carentes planes de manejo de la riqueza biológica de Oaxaca, la Secretaría de Medio Ambiente estatal en colaboración con la Conabio y algunos consultores particulares publicaron la obra Estrategia para la Conservación y el Uso Sustentable de la Biodiversidad del estado de Oaxaca. Si bien actualiza de alguna manera los datos del inventario de la biodiversidad de Oaxaca, mantiene serios errores epistémicos propios de las instituciones gubernamentales y de los autores convocados, siendo el más importante el que no se toma en cuenta para nada en esta supuesta receta y fórmula de “salvación de la biodiversidad oaxaqueña” a los pueblos originarios, a sus pensadores intelectuales originarios y a sus vidas asamblearias, así como a sus cosmovisiones y usos y costumbres. Todo se mantiene con una perspectiva enteramente academicista, política, occidental, mercantilista, colonialista y vertical de cómo la élite del negocio del ambientalismo en Oaxaca propone —desde sus inherentes sesgos cognitivos y enteramente occidentales— cómo es que según ellos se debe de “$alvar” y “con$ervar” a la biodiversidad oaxaqueña.

Por todas estas razones, en plena sexta extinción masiva de las especies, resulta fundamental, esencial y urgente hacer un llamado a la sociedad civil oaxaqueña, así como a la clase política y empresarial para que consideremos mejores y más sostenibles prácticas que garanticen así la supervivencia no sólo de la diversidad biocultural sino también de nuestra propia especie (Homo ¿sapiens?). Aún estamos a tiempo de crear —desde las bases comunitarias— las condiciones para la impartición de la tan anhelada y aplazada justicia social y ambiental en Oaxaca, México y el mundo. Como sociedad predominantemente mestiza, tenemos mucho que aprender e imitar de las comunidades originarias y de sus usos y costumbres entorno a sus vastos territorios comunales y sus bienes naturales comunes. La élite del ambientalismo y de la ecología en México y Oaxaca ignora o no quiere ver y reconocer que para los pueblos originarios los territorios y bienes naturales comunes poseen un valor (cultural, ecológico, simbólico, mágico, religioso, sagrado, espiritual), pero nunca un precio. Entre la minería, parques eólicos, proyectos hidroeléctricos y el Corredor Interoceánico, sumados a la reciente propuesta del gobernador Jara de modificar la ley para gravar a las tierras comunales en Oaxaca, tenemos serias amenazas y presiones ambientales para los pueblos nación en resistencia y pie de lucha a favor de la conservación de la vida (biodiversidad).

Tenemos que reconocer que la respuesta para salvar al mundo del Apocalipsis socio-ambiental no es el capitalismo verde, es decir, los negocios verdes en beneficio de particulares. La solución consiste en reconocer, reivindicar y fortalecer a nivel jurídico y presupuestal las iniciativas de conservación comunitarias propias de los aún tan denostados pueblos originarios, los cuales forman parte de esa minoría compuesta por el 5 por ciento de la población mundial. En despojo y etnocidio perpetuo resisten desde el 25 por ciento del territorio a escala global, demostrando con evidencia y datos duros que son los mejores y más efectivos guardianes del 80 por ciento de la biodiversidad remanente sobre la faz de la Madre Tierra.

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