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RESISTENCIA ANTE LA MODERNIDAD. CARNAVAL TÉNEK EN CHONTLA, VERACRUZ

DAVID MARTÍNEZ SÁNCHEZ

Mientras algunos carnavales son promocionados como atractivos turísticos y se les asigna presupuesto público, otros se sostienen de la misma gente que no quiere perder una tradición con un significado que penetra profundamente en su identidad como pueblos originarios. No es un evento aislado en la comunidad donde se realiza pues es parte fundamental de la vida en comunidad. El carnaval en la Huasteca y la Sierra Norte de Veracruz es primordial, marca el inicio del ciclo agrícola. En esta fiesta se pide que haya buena cosecha, que las enfermedades y desgracias no afecten a la comunidad. “Es una fiesta al mal para tenerlo contento y que no permita desgracias”. Las comunidades ñuhu (otomís), masapijni (tepehuas), nahuas y mestizas de la Sierra y la Huasteca detienen sus actividades para entregarse a la fiesta del carnaval. En ella la gente se disfraza de diablo, de muerte, de comanches, de políticos, de “mujeres”, etcétera. La gente disfrazada hace bromas, ridiculizan sus personajes.

Antes de empezar el carnaval, los otomís le piden permiso a Xita (el diablo) y los nahuas a Tlacatecolotl (el hombre búho) para que la fiesta transcurra sin contratiempos. En los días que dure la fiesta, los mayordomos son encargados de darles de comer y de beber a los disfrazados y a toda la gente que asiste a verlos; es una promesa que hacen cada año.

El embate de la modernidad y la migración, entre otros factores, ha provocado que varias tradiciones de los pueblos se vayan modificando o de plano desaparezcan. Es un proceso paulatino, pero en algunas comunidades se ha tomado conciencia de ello y han decidido ponerle freno y hacer esfuerzos por revivir tradiciones que estaban en proceso de olvidarse. Es el caso de la comunidad tének de San Francisco Chontla.

 

AJIP NOCK: CARNAVAL TÉNEK

“La danza de los Bixom Nok´ (los mecos) se perdió un tiempo, casi por 20 años ya no se hacía, unos se murieron, otros se fueron para la frontera”, dice don Sebastián, de 65 años, actual capitán de la danza. “Después platicaron para volver a formar la danza por ahí en el 2000”. En ese momento se juntaron adultos, jóvenes y niños para pintarse nuevamente y “la gente volvió a ver la danza de los mecos”. De ese repunte a la fecha, la asistencia de los danzantes ha disminuido cuando son convocados.

Bixom Nok´ (como se le conoce en tének) es una danza propia de carnaval del pueblo de San Francisco. Los danzantes se pintan con barro amarrillo todo el cuerpo, y con carbón molido mezclado con agua se pintan figuras en el cuerpo, principalmente círculos. Van desnudos del torso y sobre su cabeza llevan una corona hecha de ramas de arbustos y flores, y en el cuello, un collar de flores silvestres.

El lodo amarillo (que en tének se le conoce como k´anchul) es una protección para “los pintados”, pues entre la gente se tiene la creencia de que ellos pueden limpiar las enfermedades que aquejan a la comunidad.

Las flores y plantas que utilizan son especiales para “los mecos”, el tronal (en tének paunal wich), la barba de viejo (id´im ye´chel), la flor de ardilla (tukum wich) y arete de lagartija (ch´amuch otxok): plantas y flores que se encuentran en el monte que rodea el pueblo.

Cuatro días antes del miércoles de ceniza, don Sebastián convoca a disfrazarse. Con el sonido del caracol, el cuerno y el tambor llama a reunirse, algunos niños y adultos se empiezan a congregar. Al mediodía, del día sábado, en su casa se arma gran alboroto, los mecos comienzan a disfrazarse. Con días de antelación, él ya tiene listo los accesorios para los Bixom Nok´. Junta las plantas y las flores silvestres para los collares y las coronas de “los mecos”, prepara el lodo amarrillo y el carbón para pintarse el cuerpo y los palos para los bastones.

Pregunto a los niños por qué se disfrazan. “Porque nos gusta”, contestan. Con carbón escriben en sus espaldas frases en tének y en español, las expresiones van desde los más banales como el nombre de una novia, hasta la de “El legado sigue Neri”, donde el hijo de uno de los pintados que ha fallecido recientemente toma su lugar y lo homenajea.

“Hace tiempo se dejó de hacer (el carnaval)”, dicen gentes del pueblo. En la década de los noventa el carnaval se dejó de hacer, pero a mitad del 2000 algunos inquietos de la comunidad se organizaron para “volver a levantar el carnaval tének”. No es un proyecto sencillo, se requiere de tiempo y dinero, también de labor de convencimiento con las nuevas generaciones para que se interesen en seguir con la tradición.

Los niños en mayoría, y algunos adolescentes y adultos, ríen y hacen bromas mientras se untan en el cuerpo el lodo que será su disfraz. Los ausentes son los jóvenes. Los que se encuentran en la comunidad no se involucran en la danza y “los que concluyen la preparatoria se van al norte a buscar trabajo”.

Don Sebastián Del Ángel y don Bulmaro, su mano derecha, están comprometidos en hacer que resurja el carnaval. “Esta tradición me lo dejó mi abuelo”, afirma don Sebastián, “ojalá que a uno de estos niños se le pegue algo y quiera seguir (con la tradición)”.

Don Sebastián siempre está dispuesto a compartir sobre la danza de los Bixom Nok’. Cuenta que han participado en varios eventos fuera de su localidad con el afán de dar a conocer parte de su cultura y también motivar la continuidad del legado. “Lo aprendí de mi abuelo, era capitán, ahora está mi nieto que también le gusta pintarse, yo le enseño lo que aprendí, ojalá que él quiera seguir con la tradición”.

Él y don Bulmaro son los cabecillas, ambos ya rebasan los 60 años, pero cada año “se ponen fuertes” para salir a bailar en el pueblo. Cada fin de semana después del miércoles de ceniza los Bixom Nok’ bailan por las casas de la comunidad hasta antes de la Semana Santa. En estos recorridos les regalan dinero, huevos, maíz, frijol y otras semillas que después utilizaran para el convivio del cierre de carnaval.

“¿Antes también se pintaban en las comunidades vecinas?”, pregunto a don Sebas, pues ninguna comunidad vecina realiza el carnaval como en San Francisco.

“Antes se pintaban en las comunidades de aquí cerca, pero los capitanes se murieron y ya entre los jóvenes no hubo quien le moviera, ahorita también ya perdieron las otras comunidades las cuadrillas, ya lo dejaron también, el único que queda ya nomás nosotros, que nos seguimos pintando”. Don Sebas baja la voz y se escucha preocupado. “Pues a ver si no se vaya a perder más después, porque te digo que hay jóvenes que ya saben y ya conocen, pero se van”.

Antes, los Bixom Nok´, las cuadrillas y los comanches salían todos los días a bailar, además visitaban otras comunidades vecinas y de estas comunidades venían otros grupos de “mecos”. Actualmente sólo en la comunidad de San Francisco continúan con la danza de los pintados.

Las dos danzas del carnaval que no se han podido recuperar del todo son la de los comanches y las cuadrillas. Existe la intención de platicar con los capitanes que aún viven para que se reúnan con los jóvenes y niños y les enseñen estas danzas. Es un compromiso de los capitanes invertir tiempo y en ocasiones dinero para salir a danzar.

Mientras los demás se preparan con los aditamentos de la danza, sigue platicando sobre sus recuerdos de la danza de los mecos. “Antes en la comunidad de San Pancho se formaban dos grupos de los pintados, como de veinte integrantes cada uno. En algún momento los dos grupos de mecos se encontraban en medio de la comunidad y se enfrentaban; trataban de tirar al suelo al meco contrario; si un grupo ganaba, pasaba con total libertad del otro lado del pueblo a danzar en las casas”. Este ritual, que era parte de la esencia de la danza, queda sólo en el recuerdo, pues actualmente apenas se junta un grupo de niños que se interesan en la danza.

 

“EL BASTÓN ES COMO UN ARMA”

“Hace mucho tiempo, hazle cuenta que los huastecos no nos llevábamos con los náhuatl, si aquí son huastecos y más allá náhuatl, no podemos pasar en su territorio, entonces los abuelos para cruzar se pintaban con lodo para que no los vieran y así pasan por el monte y esto lo tenían como lanza y si los encuentran con eso se defendían”.

Pintarse con lodo el cuerpo y colocarse adornos de plantas y flores silvestres es una alusión a cómo se camuflaban antes en el monte para pasar en ciertos territorios dominados por los nahuas en la antigüedad. Los tének (huastecos) son pueblos que han vivido en esta región conocida como la Huasteca desde antes de la invasión mexica. Actualmente las comunidades tének se distribuyen parte en el norte de Veracruz y otra parte en el estado de San Luis Potosí, entremezclándose con las comunidades nahuas.

Don Sebas hace esfuerzos por recordar la información que le dejaron los abuelos de aquellos que practicaban la danza. “Hay cosas que no pregunté”, dice, y otras se le fueron olvidando.

“Vamos a estar ahorita un mes de bailar, cada ocho días, los domingos vamos a salir a bailar en el pueblo. Lo que nos dieron en las casas lo juntamos todo, y esta vez vamos a hacer tamal. Nos volvemos a pintar y ahora sí ya la despedida. Vamos a ir al paraje para bailar y llevamos un tamal de pollo entero, vamos a hacer la ofrenda y le hablamos al árbol, le vamos a decir ‘aquí te traemos ya la ofrenda que siempre te han traído para que no nos enfermemos, para que nos cuides, aquí te traemos este aguardiente’”.

El tamal también se le da a la tierra y a los asistentes. Los mecos dejan debajo del árbol sus bastones o lanzas. “Si hay un enfermo y quiere curarse, los mecos le hacen una limpia con hierbas, se recoge todo y se deja en el paraje todo lo que se le haya retirado, por eso se le habla al árbol para que no enferme a otros, y a los demás que los sane”.

“De regreso a la comunidad sigue el convivio, se reparte atole de frijol o de maíz, se come el tamal y hasta ahí se termina el carnaval”. El carnaval tének de San Francisco concluye una semana antes de la Semana Santa. El carnaval de la comunidad de San Francisco es el único carnaval del que se tiene conocimiento de una comunidad tének en la actualidad.

 

EL FESTIVAL

A las dos de la tarde la comunidad se empieza a reunir en la casa ejidal para presenciar lo que se ha planeado para el festival de carnaval. El número principal son los Bixom Nok´, que bailan al ritmo del tambor y el violín y concluyen su participación con el desentierro del bolim, una comida propia del carnaval para los tének.

Un día antes, un grupo de mujeres y hombres prepararon el bolim. Se hicieron 30 tamales grandes que se enterraron en un horno grande. El entierro se realizó bajo un ritual que dirigió don Sebastián como capitán de los Bixom Nok´. “Los mecos son los que entierran y desentierran el bolim, ésa es la costumbre”, nos dicen. Cada año un grupo de la comunidad se junta para hacer una demostración del carnaval, se invita a la gente de la comunidad a presenciarlo y también a personas de otros lugares. Son esfuerzos para mantener viva esta tradición.

El festival dura apenas dos horas, pero logra juntar a la gente de la comunidad y localidades aledañas. Participa la danza de los comanches de una comunidad vecina, Arranca Estacas, y también el de los negritos, danza de otra comunidad vecina, Cruz Manantial. Se recitan poemas en lengua tének y se dan discursos alusivos al carnaval también en tének. Terminan los números y se invita la comida a los asistentes: bolim y atole de frijol.

“Los pintados salían al municipio a bailar en la plaza, pero antes tenían que sacar un permiso del ayuntamiento para que pudieran hacer algunas travesuras”, cuenta un vecino de la comunidad mientras comemos el bolim. “En la plaza de los días viernes en Chontla (la cabecera municipal), los pintados iban pidiendo una cooperación a los comerciantes. Si los comerciantes no quieren dar nada, el capitán mete el cuerno en el frijol o maíz, o lo que vendan, y lo hecha a su morral”, sigue contando.

Para la convivencia se compartió a todos los asistentes el bolim y el atole de frijol. “El bolim es una ofrenda a la Madre Tierra”, platica don Sebastián. “Nuestros abuelos tenían esa costumbre de prepararse una semana antes de que entre la cuaresma, por eso ellos hacían zacahuil (bolim) para toda la semana. Una semana no trabajaban. Todas las casas tenían zacahuil porque toda la semana van a estar bailando”.

“Ellos (los abuelos) hacían zacahuil y primero le daban la Madre Tierra que coma el zacahuil, por eso lo enterraban, ésa es la costumbre”. En todas las casas preparan el bolim. En las comunidades aledañas donde el carnaval se dejó de hacer quedó la costumbre de elaborar el bolim. “Ellos (los abuelos) así se sentían contentos”, sigue narrando don Sebas, “que primero la tierra le van a dar la carne, la masa, todo, y ya al otro día lo van a sacar y comerlo”. El bolim se cuece en hornos improvisados al ras de suelo en los patios de las casas.

“Los abuelos decían ‘estamos contentos porque la tierra ya nos dio de comer pues también le vamos a dar de comer a la tierra para que nos siga dando porque vamos a volver a sembrar’”. Esto le contó la gente mayor de la comunidad. Es algo que también ya no lo entiende muy bien, nos dice con sinceridad.

El convivio concluye y la gente se dispersa. Los organizadores levantan las sillas y la lona para continuar al año siguiente con los esfuerzos para preservar el carnaval tének.

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David Martínez Sánchez, orginario de la comunidad de Xihuicalco, municipio de Chicontepec, Veracruz, es hablante del náhuatl. Anteriormente locutor comunitario bilingüe náhuatlespañol en la radio comunitaria Radio Huayacocotla: La Voz Campesina, actualmente colabora en La Jornada Veracruz.

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