AMORFISMO DE LA JUSTICIA Y VIOLENCIA / 324
¿HERRAMIENTAS PRINCIPALES DEL CAPITAL PARA DESTERRITORIALIZAR NUESTROS TERRITORIOS?
Santo Tomás expone que “la justicia es la virtud por la cual una persona dirige sus acciones hacia el bien común”. En mi opinión, la justicia es como una flor con varios pétalos, cada uno con sus propios nombres: justicia social, justicia restaurativa, justicia penal, justicia transicional, justicia indígena, justicia constitucional, justicia ambiental, justicia distributiva, pétalos radicalmente diferentes e inalcanzables para los marginados, dentro de un país discriminatorio regido por la impunidad. Ineludiblemente, la justicia social en Chiapas y varias partes del territorio mexicano no ha llegado en ningún momento de la historia, en ningún tiempo se les ha dado a los pueblos originarios lo que les corresponde. Lo que predomina es la injusticia económica, los desplazamientos, la militarización de nuestros territorios y otras vejaciones que laceran a nuestros pueblos.
Rousseau manifiesta que la justicia debe ser el ejercicio de la libertad con una serie de condiciones de igualdad material, económica y social. Esta justicia en Chiapas se deforma ante una constante serie de violencias. Me resulta difícil comprender la existencia de una justicia falsa, que constantemente violenta a los pueblos originarios, a los pueblos conscientes. Ese pétalo que lleva el nombre de la justicia restaurativa cae desgajado, marchito y muerto cuando existen constantemente una sucesión de asesinatos en presencia y a los ojos de militares, o en ocasiones parece que los militares pudieran ser cómplices de los asesinatos, de los desplazamientos de pueblos completos que buscan defenderse de la violencia. En este contexto, la justicia restaurativa no tiene efecto alguno, no reconoce el proceso penal para sancionar a los criminales, tampoco alcanza a la reparación del daño, porque a los muertos no se les pueden revivir. ¿Cómo se repara un asesinato? ¿Es posible recuperar una vida aniquilada por un asesino? La justicia restaurativa no restaura la vida.
Ninguno de estos pétalos que compone la justicia ha conseguido realizarse en nuestros territorios, con nuestros pueblos o con las víctimas. Estamos ante una justicia amorfa, cada pétalo es presentado con amorfismo. Si la justicia transicional consiste en encontrar un equilibrio entre las exigencias contrapuestas de la justicia y de la paz, entre el deber de castigar el crimen impune y honrar a sus víctimas, y el deber de reconciliar a los antiguos adversarios políticos, no estarían exentos de castigo los crímenes de la masacre de Acteal, o el caso de Ayotzinapa y muchos otros que imperan en nuestro país. La impunidad es la figura real que se muestra de la justicia amorfa en nuestros pueblos. Ninguna persona con inmunidades puede entender el dolor de las víctimas de masacres, genocidios o desplazamientos forzados por la violencia.
El amorfismo de la justicia con el pétalo que corresponde al nombre de justicia indígena no es mejor que los otros que hemos mencionado. El sistema de impartición de justicia en materia de justicia indígena en nuestro país ha fracasado de manera sistemática y continua por la arbitrariedad del Estado y sus instituciones. El sistema jurídico del Estado funciona para encarcelar al inocente, en varias cárceles están injustamente encarcelados hombres o mujeres de pueblos originarios sin haber cometido el delito que se les fabrica. Son personas encarceladas con reglas de justicia deliberadas, fundadas y escritas en una lengua que no hablan, que no leen, que no es de su cultura, está escrita con la lengua del poder. En Chiapas y en nuestros territorios existen incontables casos. Uno de ellos es el caso de José Díaz, base de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional encarcelado por un delito que no cometió.
En varios pueblos de Chiapas está la zozobra, el desplazamiento, dolor y crisis por la violencia constante, y la justicia no llega. Continúo con la descripción del amorfismo de la justicia, prosigo con el pétalo que concierne al nombre de justicia constitucional. Ésta se descubre insuficiente ante los excesos de violencia cada vez más fuertes que suceden dentro de nuestros pueblos, lo que impera es un conjunto de injusticias que laceran a mucha gente que está desplazada, en exilio. Con esta realidad constante que se vive en Chiapas, pregunto: ¿Por qué los militares no detienen a quienes generan esta violencia? ¿Por qué los militares amenazan y violentan a los pueblos que tratan de defenderse de los criminales? ¿Por qué las instituciones no atienden este tipo de violencia constante que hay en Chiapas? ¿O será posible que estemos ante un conjunto de injusticia y violencia, como herramientas principales del capital para desterritorializar nuestros territorios y así ocuparlos y ponerlos a disposición de transnacionales?
En este amorfismo de la justicia que impera en Chiapas y en varias partes del país corresponde ahora puntualizar nuestra opinión en el pétalo que se le asigna al nombre de justicia ambiental. Si los fundamentos de la justicia ambiental se basan en normas que garanticen a la sociedad en la toma de decisiones en lo concerniente a las cuestiones ambientales, la justicia ambiental debería favorecer a las comunidades y pueblos originarios en la protección de todos los recursos ambientales que existen en nuestros territorios. Pero en esta justicia amórfica que prevalece en el país, los acontecimientos ocurren de manera incongruente. En nuestros territorios están los casos de defensores ambientales encarcelados, en vez de que la justicia ambiental salvaguarde la seguridad de las personas que protegen los recursos ambientales. En casos extremos, la justicia ambiental no respalda a los defensores ambientales y ocurren los asesinatos a personas defensoras. Un hecho muy cercano que afecta a varios pueblos, principalmente a los mayas, sin que la justicia ambiental proceda adecuadamente, es el Tren Maya, un proyecto que ha deteriorado plantas, fauna, mantos acuíferos, pueblos y territorios.
En lo concerniente a la justicia distributiva, ésta consiste en dar a cada uno lo que corresponde, pero la justicia distributiva para los pueblos originarios ha sido injusta. Hoy en día al igual que en otros tiempos, en nuestros pueblos existe escasa presencia de la justicia distributiva. Lo que prevalece es el despojo de las tierras, los desplazamientos forzados, los asesinatos, no hay ningún tipo de justicia para nuestros pueblos. La justicia es desigual. En estos momentos tan violentos en Chiapas, todos los diferentes pétalos con sus diferentes nombres deberían estar vigilando y protegiendo a las víctimas inmediatas de la violencia, pero en nuestra realidad tan compleja, estamos ante un hecho que sugiere más: entenderlo como la desterritorialización de nuestros territorios para su comercialización.
En este contexto de dolor, desplazamiento forzado y sufrimiento que enfrentan varios pueblos de Chiapas causados por la violencia, es urgente el llamado a la justicia.
Insto a los representantes institucionales a cumplir su deber y obligación como servidores públicos, empleados de la nación, a atender el clima de violencia que impera en el estado de Chiapas, a atender esta urgente necesidad para que se construya la justicia necesaria.
Cese a la militarización de los territorios, cese a los asesinatos a defensores del territorio, cese al despojo de nuestro territorio.
¡Alto a la violencia en Chiapas!.
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Ruperta Bautista, educadora popular, poeta, narradora, antropóloga, traductora y actriz bats’il k’op (tsotsil), nació en San Cristóbal de Las Casas en 1975. Su libro más reciente es la novela bilingüe Ixbalam-ek’ / Estrella jaguar (2023).
El presente texto fue leído el Día Internacional de La Lengua Materna en el Complejo Cultural Los Pinos. “Considerando la difícil situación que están atravesando los pueblos originarios de Chiapas por la violencia del crimen organizado, decidí escribir un breve ensayo referente a la injusticia que existe actualmente ante tanta violencia”, explica.