AUTONOMÍA PARA LA PROTECCIÓN DE LA VIDA / 324
La Magdalena Tlaltelulco, Tlaxcala. La defensa del agua en todo el territorio es el tema convocante. Su saqueo industrial está dejando a pueblos enteros sin agua y su defensa provoca, una vez más, el encuentro de cientos de organizaciones, colectivos e individuos de comunidades indígenas y diversas localidades del país. La organización colectiva para la autonomía es la respuesta que encuentran en esta Cuarta Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, auspiciada por el Congreso Nacional Indígena (CNI).
Adela, de la organización Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y de los Volcanes, detalla la problemática en esta zona en la que el agua se ha convertido en un botín de las empresas: “Aquí el agua es extraída, vendida y de manera impune entregada a transnacionales como Bonafont, Volkswagen, Ternium y el complejo industrial Ciudad Textil. Los pueblos nahuas que habitamos la región desde tiempos milenarios hemos defendido nuestro territorio, tenemos una cultura de lucha y de defensa”. Adela es parte de las nuevas generaciones que acompañadas de abuelas, madres y padres, están en la lucha por la defensa del territorio.
En la Cholulteca actualmente están organizados contra un basurero instalado desde hace 17 años en el pueblo de San Juan Tlautla, colindante con Calpan, en el estado de Puebla. “El basurero, mal llamado relleno sanitario, es simplemente un espacio donde arrojan toda la podredumbre. Es el símbolo y la clara imagen de lo que es el gobierno y el lucro con la muerte”, denuncia Adela, y añade que la contaminación que genera llegó ya a los mantos acuíferos, causando todo tipo de enfermedades en los habitantes, por lo que desde el pasado 21 de marzo decidieron clausurarlo y organizar un plantón frente a él para evitar la entrada de los camiones repletos de contaminantes.
Otro proyecto que amenaza la región es el colector de aguas tóxicas de Ciudad Textil, que el actual gobierno ha intentado reactivar y que, aseguran en la Asamblea, “nosotros como pueblos estamos seguros de que no lo vamos a permitir, pues quieren derramar aguas tóxicas provenientes de la industria textil en el río Metlapanapa, provocando enfermedades y muerte para todos nuestros hijos, nuestros animales y nosotros”.
Los pueblos de Los Volcanes han dado y siguen dado batallas históricas en defensa de los recursos naturales. Hace tres años cerraron la empresa Bonafont-Danone, liberando miles de millones de litros de agua que actualmente recorren ríos y ameyales. Esa toma sigue siendo “el símbolo de libertad que nosotros como pueblos construimos y sostenemos, aunque eso no quiere decir que no vayan a querer reactivarla”, advierte Adela.
La Asamblea Nacional por el Agua y la Vida se realizó los días 23 y 24 de marzo y en su pronunciamiento final asumieron la defensa de la Cuenca del Río Atoyac, de los ríos Prieto, Metlapanapa, Tlalnepantla, San Javier, Ajajalpa, Santa María, Magdalena, Cuautla, Chapala, De los Remedios, Tula, Grande, Concagua, Chico y Choapa; el ameyal de San Lucas Nextetelco, los manantiales Lamitzita y Actipan; los lagos de Pátzcuaro y Chapala; las lagunas de Santiago Mexquititlán, Acuitlapulco y Apizaquito; las presas del Ahogado y las pintas; el acuífero de la Península de Yucatán, el agua subterránea de Tetlama y el Glaciar de Culcar.
Carlos González García, del Congreso Nacional Indígena, advirtió en la plenaria inaugural que el problema central es el acaparamiento de las concesiones de agua en el país por parte de 3 mil empresas, lo cual es posible por el régimen que se originó con la Ley de Aguas Nacionales en 1992, derivada de la reforma al artículo 27 constitucional, con el fin de “impulsar, promover y facilitar la privatización de la tierras comunales y ejidales, y también la privatización del agua”, explicó el abogado agrario.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) entrega el vital líquido a las empresas transnacionales y a la iniciativa privada a través de esas “concesiones” que no son otra cosa que una manera encubierta de la privatización. El resultado es devastador. En México existen 157 acuíferos sobreexplotados, siendo algunas de las principales acaparadoras las siguientes empresas: Danone, con la extracción de más de 15 mil millones de litros de agua al año; Coca- Cola, con 55 mil millones; Pepsico tiene concesionados 32 mil millones; y Nestlé 9 mil 700 millones, sin contar a las inmobiliarias, la agroindustria, empresas papeleras, automotrices y mineras.
En entrevista con Ojarasca y Desinformémonos, Miguel Sánchez Olvera, de la comunidad Bibiano Hernández, municipio de Olintla, relata que desde el 2011 “llegaron las empresas transnacionales y nacionales queriendo construir proyectos hidroeléctricos”. La comunidad, enclavada en la Sierra Norte de Puebla, no fue informada de que se planeaban 14 proyectos hidroeléctricos y se habían otorgado 189 concesiones para minería a cielo abierto, “con inversión de Carlos Slim, el Grupo México, Baillères, chinos y americanos”. Sánchez Olvera explica que en 35 municipios de la Sierra Norte de Puebla hay petróleo y gas a profundidad, “lo que es un peligro y nos tenemos que defender”. Los nahuas de la región, dice, “no sabemos mucho, a lo mejor no sabemos hablar español, no sabemos leer, pero cuando nos dicen que nos van a quitar el agua, vamos y caminamos y damos información en otras comunidades y municipios. Nuestros antepasados, nuestros abuelos, nuestras abuelitas nos enseñaron a respetar el agua y la vida”.
Curtido en más de una década de movilizaciones, advierte: “Si nos dicen que nos van a quitar la vida, entonces nosotros tenemos que entregar la vida por la vida. Para nosotros el agua es mamá, es papá, nos cura, nos alegra, nos canta. Antes de sembrar, antes de tumbar un árbol, hablamos con el árbol que vamos a cortar y le ponemos su ofrenda. Todo es respeto a la naturaleza. Por eso estamos en lucha”.
La autonomía es la manera en la que los pueblos enfrentan los embates. En cada una de las mesas se refieren a la organización como única alternativa. “Se pronuncia fácil la autonomía, pero es muy difícil. Recuerdo hace 50 años, cuando disfruté la autonomía de mi pueblo y otros pueblos, cuando no comprábamos nada más que el machete, el azadón y con qué taparnos. Éramos 98 por ciento autónomos, nos regíamos por usos y costumbres, pero nos metieron la luz y nos empezamos a desvelar, entró la carretera y entró la agroquímica”, dice don Manuel. Y hoy, lamenta, “estamos viendo que nuestros ríos ya no llevan vida, nuestros ríos van muertos”. Su testimonio es demoledor: “Nos van a matar, nos están matando con toda la comida que nos dan, con toda la porquería. Nosotros nos moríamos, pero no padecíamos alta presión, ni colesterol ni diabetes, pero con la carretera nos empezaron a surtir”.
Hoy, dice, no basta con resistir, “hay que seguir sembrando la tierra para tener comida. ¿De qué sirve resistir si estoy comprando en la Conasupo? La idea es tener el maíz, el costalito de frijol, las gallinas, para no consumir de lo que ellos producen”.
“Llamamos a fortalecer la autonomía, la base comunitaria, las experiencias… y no reproducir la lógica ni los conceptos hegemónicos que el sistema desarrolla para destruir la vida en el planeta”, señalaron en la declaratoria final de la asamblea, en la que resaltan que los pueblos construyen escuelas comunitarias, ecotecnias (tales como baños secos, captación de agua de lluvia, filtros caseros, entre otros); cuidan colectivamente su alimentación y salud cambiando hábitos alimenticios, cultivando alimentos locales en sus espacios, consumiendo y cuidando plantas medicinales del monte, formando promotores de salud, generado huertos urbanos colectivos en espacios comunitarios para autoconsumo y fomento a la economía solidaria, al tiempo que defienden su territorio con acciones concretas ante el saqueo de la minería, la tala, la extracción y contaminación de agua.
Sin ellas, nada
La participación de las mujeres en las luchas por el territorio son un eje transversal de la defensa de la vida. Sin ellas, nada. “Las mujeres asumimos múltiples cargos: somos mujeres, somos indígenas, somos negras, dadoras de vida, cuidadoras del hogar, de la tierra, de los hijos, de la naturaleza, somos campesinas y defensoras del agua y la vida, nuestro cargo es resistencia y dignidad. Nosotras siempre hemos estado al frente en las luchas, nunca solas, pero siempre al frente, ponemos el cuerpo por nuestra autonomía, por el agua, la tierra y la vida. En el camino hemos aprendido a defender nuestros territorios pero también a sanarnos a nosotras, a reconocer y cuestionar las prácticas patriarcales y machistas que reproducimos”.
Hace siete años Estela Hernández Jiménez, hija de Jacinta, recibió una disculpa del gobierno mexicano por la injusta encarcelación de su madre. Su discurso finalizó con la ya histórica frase: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. Estela, hñöhnö de Santiago Mexquititlán, Querétaro, es maestra y luchadora social, defensora de su territorio y de sus recursos. Presente en la Asamblea explica la exigencia de su comunidad de que les otorguen la concesión del pozo de agua potable del Barrio Cuarto, y la administración para que quede a cargo de su pueblo. “Está vigente un amparo en contra de la Ley de Aguas que privatiza el agua de Querétaro y deja en manos de empresas la sobreexplotación, el saqueo y despojo del agua. Con esta ley los pueblos y las comunidades quedan desamparadas para la administración y protección del agua”. Por eso, dice, decidieron organizarse.
Las mujeres han asumido un papel de vital importancia en la defensa del agua, “ponen el cuerpo, el conocimiento, el alma, la valentía y el espíritu para la protección de este vital líquido, que para los pueblos indígenas es sagrado”. Estela actualiza la frase “hasta que la dignidad se haga costumbre”, y afirma que hoy “es más importante porque el aparato de Estado compra a todo defensor de algún derecho humano. Por eso la dignidad tiene que estar muy firme, tiene que estar en todo su esplendor, porque ante el Estado capitalista, el materialismo, la economía, el dinero, ante esta idea de que todo se vende y todo se compra, el agua no es mercancía. Ni la dignidad”.
De mujeres y nuevas generaciones estuvo lleno el encuentro en defensa del agua. Ahí estaba Sandra Paola Pérez, de 15 años, originaria de Santa María Zacatepec e integrante del colectivo Somos Agua y de la Radio Zacatepec, que, aclara orgullosa, “no tiene ayuda de ningún gobierno, es del pueblo”.
Sandra y su colectivo, conformado por ella y sus dos hermanas, organizan un taller de fotografía y video, “en el que se habla sobre lo que pasa en donde vivimos, sobre la contaminación del agua y sobre la Ciudad Textil de Huejotzingo”.
Y desde Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca, llegó Sara Betanzos, de la colectiva Mazatecas por la Libertad, en lucha por la liberación sus presos políticos “a quienes se les fabricaron delitos”. Sara conecta las resistencias: “Nuestra lucha ha sido marcada por un contexto sociopolítico en apariencia, sembrado en las comunidades para aparentar una situación crítica de la comunidad, pero atrás hay intereses económicos y políticos. La parte acusadora de nuestros compañeros y compañeras, el padre de Elisa Zepeda Lagunas, es dueño de una empresa de extracción de material pétreo, lo que nos une con las luchas en defensa de la vida y el agua”.
Betanzos resume el espíritu del encuentro nacional: “Todos estamos obligados como comunidad a proteger y cuidar lo que nos alimenta, principalmente la tierra y el agua”. De eso se trata y en eso están los 575 participantes provenientes de 154 colectivos, redes, organizaciones, pueblos originarios y comunidades indígenas de Tlaxcala, Puebla, Estado de México, Ciudad de México, Michoacán, Morelos, Querétaro, Oaxaca, Hidalgo, Guerrero, Guanajuato, San Luis Potosí y Yucatán.