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UNA MIRADA INTERIOR EN LA COMUNIDAD

DELIA PERALTA MUÑOZ
Ana Cely Palma,
Mirada interior / Pa’chána e’néala,
Prólogo de Yasnaya Aguilar,
UNAM, 2023.

 

Pese a cualquier intento, la literatura no puede entenderse como un cuerpo homogéneo. En el corazón de cada pueblo nace siempre una forma de expresión auténtica, que lleva consigo el alma de su cultura, su cosmovisión y código ético, sin pretensiones individuales ni motivaciones codiciosas. La escritora rarámuri Ana Cely Palma así lo demuestra en su ensayo Mirada interior / Pa’chána e’néala, un texto bilingüe que, frente a las normas de las teorías literarias “tradicionales”, construye una poética propia, con conceptos que no encajan por completo en lo que fijó la preceptiva occidental, pero que no por ello dejan de hacer literatura.

A lo largo de sus páginas, la autora y también traductora de este trabajo rescata y reflexiona sobre las ideas que alimentan la tradición literaria de su pueblo, reflejando el pensamiento que en ella subyace. Para hacerlo, discute los significados que el chabochi, nombre que recibe el mestizo en su lengua, otorgó a palabras como “literatura”, “poesía”, “logos” u “originalidad”, y los contrapone con los sentidos que adquieren alrededor de las creaciones rarámuri. El resultado es una poética integral y genuina, en la que se establecen definiciones propias que se ajustan a la esencia de este pueblo, sin la necesidad de reproducir discursos de la academia externa. Es así como Palma explica, por ejemplo, que el germen de la literatura rarámuri aún está en la oralidad, sostenida por la memoria que permite su transmisión, y que destaca la relevancia del canto, que es la imitación del sonido de la naturaleza. Que la poesía no es sino el canto vuelto literatura, y que la literatura, finalmente, es la herramienta con la que el rarámuri pone todo por escrito: los cantos, las historias y los principios de sus antepasados, como un acto de responsabilidad para cuidar el legado del pueblo.

El origen, precisa Palma, está en la contemplación, pues los vínculos del rarámuri con todo lo que le rodea rigen la creación poética y literaria. La inspiración de la palabra viene del entorno, porque “la belleza está dada en la naturaleza” y por ello, insiste la autora, el rarámuri “no busca modificarla, sino integrarse a ella y respetarla”. De ahí también que las narraciones y los cantos no sean sólo parte de la naturaleza como resultado de su imitación, sino que además se integren como un mecanismo intrínseco para cuidar de ella: “Si el canto es parte de la naturaleza es también su flor y su espina, que sirve para proteger a la naturaleza transmitiendo a todos sus principios”. La palabra guarda entonces una estrecha relación con el territorio y su defensa, como parte de una comunión cíclica que inicia y se comparte en cada rezo, ceremonia o reunión de la comunidad. Se vuelve un elemento tan vital, que la tipología genérica de la preceptiva occidental se difumina en la Sierra Tarahumara. Porque para el rarámuri no existe la ficción como género, y la diferencia entre prosa y verso es apenas resultado del contacto con quienes escriben en español. Las distinciones entre los llamados géneros literarios desaparecen al asumirse que toda palabra es verdadera, y por lo tanto todo lo que se construye con la palabra es “logos”, una forma de conocimiento. En ese sentido, explica la autora, no sólo la belleza habita en toda forma de expresión, sino también la verdad y una enseñanza. Por ello la figura del narrador y el poeta no se entiende sin la del filósofo, pues “cuando el rarámuri cuenta y canta transmite la belleza, la sabiduría, la enseñanza y las reglas del buen vivir”. En congruencia con el quehacer comunitario del pueblo, cada canto o narración rarámuri tiene un fin colectivo y lleva consigo una lección para proceder en la vida.

Pero las diferencias con la preceptiva contemporánea no se limitan a sus glosarios. Palma nos muestra, por ejemplo, cómo la poesía rarámuri prescinde del “yo” occidental, ese “sesgo” en la literatura del pueblo que la aleja de su esencia colectiva, práctica y comunitaria. Porque aunque por ello sea considerada “menos poesía” por los mestizos, en realidad se trata de un reflejo del pensamiento y la forma de vida del rarámuri. Si no hay un “yo” literario es porque en la cotidianidad tampoco es relevante que exista. Por el contrario, los grupos y la comunidad se valoran como una unidad, por el trabajo que devuelven al pueblo y a la naturaleza de la que se inspiran para cantar, relacionarse y vivir. Es lo opuesto a lo que hace en sus tierras el extranjero, el chabochi que crea políticas ajenas a los procesos comunitarios y se autonombra líder de una comunidad.

Es a través de esta mirada interior como se demuestra que las relaciones entre la literatura y el pueblo son indisolubles. La misma manera en la que Palma construye el ensayo es espejo de la concepción de la vida para el rarámuri, al nutrirse de otras narraciones que contribuyen a tejer en colectivo el conocimiento común. Como parte fundamental del texto, integra los cantos de su abuelo, Erasmo Palma; los relatos de Juan Gardea o los poemas de Thania Batista, escritora de 11 años originaria de Sagoachi. Todos ellos, en su conjunto, añaden o ejemplifican la teoría expuesta, con historias, críticas y enseñanzas tan variadas que van desde el origen del tesgüino “batari” y el papel de las mujeres en la transmisión de los valores y la cultura del pueblo, hasta el machismo que impregnó sus territorios, las inquietudes que atraviesan a las infancias y la falta de textos escritos en su lengua, que se han convertido en una nueva necesidad para no olvidar y fortalecer las comunidades.

Palma entrega así, de forma fluida, confrontante y crítica, una lección propia, ajena a cualquier pretensión de adherirse a los ideales externos que insisten en mantener entre sus héroes sólo a quienes se ajustan a sus reglas, escritas con la pluma en mano, desde un escritorio individual. “El arte, la literatura y la cultura se definen siempre desde la perspectiva del chabochi, del escritor mestizo”, sentencia la autora al inicio del libro, sin advertir que de éste se desprenderá otra forma de entender la literatura y de dimensionar, como muchas veces se olvida, la diversidad de las expresiones humanas que nacen y se reproducen de pueblo en pueblo, a sus tiempos, con sus intenciones y modos, desde su propia visión del mundo y, sobre todo, con sus ojos puestos en la vida.


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