LOS HACH WINIK DE NAHÁ Y METZABOK
“Todos los seres vivientes estamos relacionados, amarrados de la misma raíz. Cuando Hachakyum (dios de dioses) hizo las estrellas, las hizo de arena y piedras y las sembró. Las raíces de cada estrella son las raíces de un árbol, cuando se cae un árbol, una estrella cae del cielo”: Chan K´in Viejo.
De acuerdo con Jan de Vos (2015), la mítica Selva Lacandona deriva su nombre de una comunidad originaria que habitaba en ella desde tiempos prehispánicos, los Lacamtunes=Lacandones, extinguidos hacia el siglo XVIII. Durante la colonización, así se referían los españoles a los indígenas de Lacamtún. La etimología se deriva de lacam: grande; y tun: piedra, que es como designaban los lacandones al islote principal de la laguna de Miramar, en el que habían construido la pequeña sede de su extenso territorio selvático. La conquista española cambió el topónimo maya Lacamtún por el de “Lacandón” y entonces utilizó este nombre castellanizado para designar no sólo a la isla sino también a la laguna y la región que la rodea. En el siglo pasado, los cazadores extranjeros que también cortaban caoba y cedro en la región dejaron de utilizar el nombre colonial; a esa parte de Ocosingo la llamaron el “Desierto de La Soledad”, y la laguna era conocida como Laguna Buenavista. Los nombres actuales de Selva Lacandona y Miramar son denominaciones recientes, asignadas por exploradores y madereros en la década de 1920. Cabe señalar que el concepto moderno de “Selva Lacandona”, además de ser botánico y geográfico, también es político, ya que se refiere exclusivamente a la parte mexicana del bosque tropical perennifolio considerado por mucho tiempo como el más extenso y biodiverso a nivel país, título que en realidad ostenta la mítica Selva de los Chimalapas en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.
Los Lacandones o Hach Winik (la gente verdadera), originarios del Caribe maya, representan hoy uno de los pueblos originarios más pequeños de México, con alrededor de 700 individuos repartidos en cinco comunidades: Lacanhá Chansayab, San Javier, Bethél, Nahá y Metzabok. Los lacandones aún en tiempos tan recientes como la mitad del siglo XX eran nómadas y seminómadas habitantes desde tiempos ancestrales de la Gran Selva Maya. Una de las costumbres o tradiciones más importantes que los Hach Winik mantienen viva hasta la actualidad es la ceremonia del Balché, ritual que es ejecutado por don Antonio Martínez Chan K´in, actual líder espiritual de Nahá. Don Antonio, quien afirma ostentar más de 100 años de edad, es yerno de Chan K´in Viejo, “el sabio de la Selva Lacandona”, patriarca y líder espiritual de Nahá que murió en 1996. La celebración del ritual consiste en una ceremonia de petición de lluvias y buenas cosechas a sus dioses, los cuales están en forma de vasijas de barro. La elaboración de la bebida tradicional conocida como balché es un fermento extraído de la corteza de un árbol del grupo de las leguminosas silvestres del mismo nombre. El pozol (maíz y cacao) y el copal son también parte esencial de las ofrendas para los dioses; éstas son depositadas en vasijas de barro dentro de los espacios sagrados ceremoniales que suelen ser cuevas en lo más profundo de la selva. La celebración es anual, Don Antonio sabe el tiempo justo, pues él se basa en la floración de la caoba (Swietenia macrophylla) en el mes de abril. Actualmente la ceremonia del balché puede llegar a llevarse a cabo varias veces al año, pues la creciente demanda de parte de turistas nacionales y extranjeros, obligan a Don Antonio a ejecutarla extemporáneamente a cambio de un beneficio monetario.
La relación sociedad-naturaleza entre los Lacandones de Nahá es vigente y estrecha. De acuerdo con el antropólogo Marín Roblero Morales (2012), la interrelación de los Lacandones de Nahá con la naturaleza es más profunda con los animales que con las plantas y tiene características especiales. Una de ellas es que se da en forma personalizada a través del animal que es su onen o inyonen (literalmente “mi pariente”), que puede ser mono, jabalí, venado, tigre (jaguar), faisán, tepezcuintle, comadreja, guacamaya o paloma, pero dotado de un alma inmortal. Cada Lacandón está asociado con su onen a través de los sueños donde el uno se representa al otro. Según Kayum Ma´ax, miembro de la subcomunidad de Nahá (Casa de agua), “después de la muerte volveremos a vivir en forma de animales y los animales lo harán en forma de hombres y nos maltratarán como nosotros hacemos ahora con los animales, por eso no hay que maltratarlos porque son como nosotros”. El relato fundacional narrado por Chan K´in Viejo dice lo siguiente:
Cuando Hachakyum terminó de modelar a los hombres de barro —menos los dientes que fueron hechos de maíz—, los colocó durante una noche sobre las ramas de un cedro (kuché- árbol dios), quien con su misma sangre (savia) ayudó al despertar de los Lacandones. Después, al tallarse las manos, los rollos y fragmentos de arcilla cobraron vida al caer a la tierra, volviéndose culebras, hormigas, alacranes, gusanos, zancudos, mosquitos y todo género de bichos.
Chan K´in Viejo (1900-1996), también conocido como “el sabio de la Selva Lacandona”, fue uno de los últimos To´ohil o líder espiritual en la historia, mitología y cosmogonía de los Lacandones o Hach Winik de Nahá. Él logró conservar y mantener las costumbres y tradiciones de su pueblo compartiendo a través de relatos e historias cosmológicas la tradición oral de sus ancestros mayas. En 1994, durante un Consejo Lacandón denunció la tala y robo de árboles en su comunidad por parte de extraños que además les amenazaron. Una de sus frases más recordadas es: “El gobierno nos envío aquí a Nahá y nos dijeron que esto era nuestro. Nosotros cuidamos el bosque. Ahora nos han quitado nuestras tierras y están vendiendo los árboles. Dios está enojado, me entristece el frío que ha entrado al corazón del pueblo. Yo soy muy viejo y aquí voy a morir, pero no queremos que quiten los árboles que son nuestra vida, éstos piden que venga la lluvia. Los árboles de caoba y chicle son nuestra vida, cuando se terminen los árboles, nosotros nos terminaremos también”. Chan K´in Viejo delegó su papel de líder espiritual a su yerno Antonio Martínez Chan K´in, quien es actualmente el encargado de mantener viva la religión y cosmovisión de los Hach Winik. A Chan K´in viejo le sobreviven dos esposas y varios hijos y nietos. Dos de sus esposas vivas aún portan la vestimenta tradicional y el tocado de aves que el propio Chan K´in Viejo les regalara como sello del pacto nupcial o regalo de bodas. Según ellas mismas relataron en 2012, cuando ellas mueran serán sepultadas con este tocado de aves cazadas con arco y flecha por Chan K´in Viejo. Las especies de aves que componen al tocado en ambos casos, tanto en Koh María como en Koh Paniagua, son tres: Tucán collarejo (Pteroglossus torquatus), Tucaneta verde (Aulacorhynchus prasinus) y el Carpintero pico plata (Campephilus guatemalensis).
El precio del “progreso”, que se traduce en la invasión del mundo occidental y de megaproyectos como es el caso del Tren Maya, las recientes carreteras pavimentadas, la introducción de productos comerciales, la invasión del turismo desorganizado, el crecimiento poblacional desmedido, la deforestación, la invasión de sus tierras, la introducción de nuevas costumbres y nuevas religiones, entre otras, están transformando rápidamente la identidad cultural de los Lacandones.
Una amenaza latente para su vasto territorio de 600 mil hectáreas entregado por el gobierno de Luis Echeverría y los bienes naturales comunes, son los otros pueblos mayas y mestizos vecinos. Los Lacandones argumentan que ellos son gente de la selva (no sólo ellos) y que la selva es su casa y que luego ¿cómo entonces es posible que ellos mismos destruyan a su propio hogar que es la selva? Por tal motivo relató Don Enrique Valenzuela, líder de la comunidad de Metzabok en 2011, que ellos se organizaron como comunidad para solicitar al gobierno que se les apoyara con el deslinde de su territorio en un intento por delimitar con precisión sus tierras y evitar así las invasiones territoriales. Fue así que en 1998 se publicaron en el Diario Oficial de la Federación los decretos como Áreas de Protección de Flora y Fauna tanto para Nahá como para Metzabok. Al presente estas comunidades, consideradas como las de los “lacandones del norte”, mantienen una cobertura forestal casi intacta, practicando un sistema de agricultura rotativo sostenible conocido como “milpa lacandona”. Sumado a esto, el modelo de ecoturismo comunitario que practican les han permitido sobrevivir de manera sostenible sin necesidad de destruir su hogar que es la selva. Don Antonio Martínez Chan K´in relata acerca de los dioses de los Lacandones, que Kanancax (el Guardián del Monte) se encarga de cuidar la montaña, los árboles, las nauyacas y toda la selva, y que éste habita cerca de la Laguna de Miramar. Soustelle (1971) informa que alrededor del punto en donde se supone que Kanancax reside, la selva es inviolable. De acuerdo con Jorge García Paniagua, bisnieto de Chan K´in Viejo, el personaje sentado con rasgos jaguarinos que está grabado en la piedra en la Laguna de Miramar podría ser Kanancax. Otros relatos afirman que en la Laguna de Miramar habita una serpiente monstruosa que es la entidad guardiana de este espacio sagrado para los Hach Winik. Otro lugar de valor espiritual para los Lacandones es el sitio arqueológico de Yaxchilán, al cual estos consideran el ombligo del universo. Todavía es posible atestiguar ahí ofrendas al monolito decapitado de Pájaro Jaguar, que fue el último jerarca de Yaxchilán. De acuerdo con un relato profético recitado en vida por parte de Chan K´in Viejo, “cuando la cabeza regrese al torso decapitado de Pájaro Jaguar, entonces los jaguares celestes bajarán del cielo y acabarán con la humanidad”.
En tiempos de un inminente apocalipsis a nivel socioambiental, traducido en el cambio climático y la sexta extinción masiva de la vida, resulta esencial y urgente reconsiderar, retomar, reivindicar y fortalecer el papel de los pueblos originarios, como es el caso de los Hach Winik en materia del manejo, conservación y protección de sus territorios y bienes naturales comunes. Porque como bien dice una frase popular del dominio público: “volver al origen no es retroceder, quizá sea andar hacia el saber”.