AL CALOR DE LA LUCHA DE LAS MUJERES
La condición femenina se ha convertido en el espacio más vasto de las luchas de emancipación y las resistencias que hacen girar al mundo nuevo que muchos queremos consolidar. Uno donde quepan muchos mundos y haya lugar para todos. Las estudiantes, las madres y hermanas buscadoras, las artistas e intelectuales que se abren paso en la ruina moral del patriarcado, las artesanas y productoras, las campesinas y obreras. No hay lucha indígena, de defensa ambiental o territorial sin su actuación determinante. Su empuje y muchas veces su rabia se cuentan entre los mejores activos de la lucha social en México y el mundo.
Es tanto lo que falta que hasta duele: feminicidios a diario; acoso y abuso sexual constantes, todavía muy “normalizados” pese a las nuevas retóricas, legislaciones y prácticas; cosificación del cuerpo femenino bajo la dictadura de las apariencias; asimetrías laborales y profesionales todavía determinadas por el género. En marzo, el Suplemento Ojarasca redobla su atención, de suyo permanente, a las voces de pensadoras y autoras que definen buena parte de nuestro perfil.
No son el único aporte ni el asunto exclusivo del número 335, claro. También hablamos de Samir Flores a seis años de su asesinato, de la educación indígena y comunitaria en Oaxaca, de las luchas en Guerrero, Jalisco, Puebla y la península de Yucatán. De la miel, el agua, el mezcal y los infinitos regalos del bosque. Contra el imperio del miedo y los proyectos de muerte, como cada mes, Ojarasca dice sí a la vida.