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TREINTA AÑOS DE "BIODIVERSIDAD". LA HISTORIA NO TIENE MÁS SENTIDO QUE HACER SENTIDO / 325

RAMÓN VERA-HERRERA

[120 números de Biodiversidad, sustento y culturas, Alianza Biodiversidad, abril de 2024 (disponibles en: www.biodiversidadla.org y www.grain.org)]

 

Hace treinta años ocurrieron tantos sucesos cruciales para la configuración del mundo actual, que sus efectos acumulados en los años transcurridos nos tienen en un escenario sumamente difícil para el destino de la humanidad.

Pero en esos mismos treinta años, las iluminaciones que desde miles de rincones se expresan en pensamientos, razones, actos, prácticas, organización, son también un don contundente que termina siendo talismán ante tanta iniquidad.

En 2016 ya nombrábamos así el daño que el proceso de la globalización había ocasionado: “Las opciones políticas del comunismo, del socialismo, de la democracia parlamentaria y electoral e incluso de la revolución como toma del poder, se van desgastando. El capitalismo parece haberse apropiado de todo y cava su propia destrucción como suicidio de la humanidad, mientras concentra en menos manos el empeño de millones y millones. El agua se agota, el ambiente se pudre, se contamina el aire y la intimidad. La gente está sola ante la ley. El Estado desvía el poder que debería ‘emanar del pueblo’ y obstruye con plena conciencia, y con toda su estructura sistémica, los caminos legales para alcanzar la justicia. No parece haber horizonte. Los valores más sagrados son hoy objeto de comercio. La vida misma tiene rotas sus fronteras y podemos estar ante una ruptura definitiva de la vida como la conocemos”.1 En ese entonces ni siquiera estaba tan presente la sensación y la experiencia directa de ser parte de un sistema que se roba la vida de las personas y los colectivos desde lo más cotidiano, mediante la dependencia que nos fabrican, hora tras hora, en nuestros dispositivos electrónicos, pero ya la lucha contra los transgénicos y contra la privatización de las semillas era un asunto de mucho cuidado y argumentaciones sutiles para no caer en las trampas de la tecnociencia.

Pese a todo, la memoria siguió viva. Gracias a revistas como Ojarasca, que está desde 1989, o a Biodiversidad, sustento y culturas que comenzó en 1994 su labor de vincular, recordar, sistematizar, estar pendiente de los avatares y devenires de los asuntos que terminarían en el centro de la discusión mundial, a contrapelo de lo que algunos teóricos, famosos o infames, predijeron.

Resalta el filo con que John Berger resumió en una frase lo que habría de ocurrir, una vez caído el muro de Berlín y con las reformas estructurales y la OMC ocupando un lugar privilegiado. Porque John Berger entendió que en el tiempo que se avecinaba las corporaciones asomarían sus instrumentos de control, estafa, manipulación, retórica, discriminación, acaparamiento y menosprecio (junto con sus comadres y compadres de la corriente mercenaria de la ciencia) y los fueron desplegando en tanto pudieron acceder a más poderes fácticos en todos los niveles.

A la vez, como antídoto del veneno vertido al mundo, de los rincones más inexistentes comenzó a decirse en voz alta toda la historia invisible, toda la cauda de una memoriamar receptora de las miriadas de veneros, arroyos, cascadas, manantiales y aguas subterráneas de memorias infinitas como hay vidas en este mundo. Ésa es, tal vez, la enseñanza más profunda del zapatismo, surgido en 1983 pero florecido a la luz del sol en 1994. Los pueblos, las tribus, los barrios, las comunidades, los movimientos no sólo ya obreros sino campesinos y de pueblos originarios —con la negación que les imponían pero también con su negativa propia, reconociéndose en el zapatismo—, comenzaron a aflorar y a tomar la palabra.

Revistas como Ojarasca, o Biodiversidad, sustento y culturas, y seguro otras muchas que ojalá algún día conozcamos, fueron y siguen siendo necesarias para expresar lo inexpresado, para visibilizar lo invisible, para rememorar lo olvidado, para reconocer a las comunidades despreciadas y manipuladas, y reivindicar a las personas vilipendiadas y sometidas. Para restañar la vida misma corroída por la deshabilitación rampante.

Desde 1989, pero sin duda en 1994, hubo un primer estallamiento, para mal y para bien. Fue un momento en que surgió el alma (de los pueblos, de la gente común con su historia en el morral) y a la vez los operadores, los estafadores, penetrando los territorios con su atropello por delante.2 Y todo eso, Ojarasca y Biodiversidad, con ángulos y rumbos aparentemente diferentes, lo recogieron y lo volvieron a volcar a todas direcciones.

En 1994 entró en vigor el TLCAN entre México, EUA y Canadá, primer TLC que abrió los senderos del largo camino que la sumisión corporativa impuso a gobiernos y sistemas jurídicos. Eso abrió la puerta a desajustes planetarios. Se multiplicó la instauración de tales instrumentos de desvío de poder que dejarían a los pueblos sin posibilidad de defenderse jurídicamente de las compañías transnacionales —y de los gobiernos y sus aparatos represivos. Los Estados doblaron las manos ante políticas públicas indignas y se desparramaron los acaparamientos de tierra y agua, creció el extractivismo, se acorraló a los pueblos y en una marejada que aún no se detiene recrudeció la expulsión de gente de sus comunidades. Cundió la migración, lo que hizo crecer la agroindustria, el envenenamiento del agua y los montes, la deforestación, los incendios y el caos climático.

Comenzó la guerra por las semillas. Los controles legales no bastaron y se impulsó el control biológico, genético, la biología sintética, la digitalización del material de reproducción de la vida.

En todas esas luchas, Biodiversidad, sustento y culturas sigue puntualmente la discusión, reuniendo información, mostrando los ángulos pero sobre todo abriendo ventanas, amplificadores y puntos de encuentro para que la gente desde sus diferentes ámbitos continentales pueda pronunciarse y vincularse, resonar, sinergizar mostrando la fuerza de los rincones. Organizaciones como La Vía Campesina, la CLOC y movimientos autonómicos de gran diversidad, pero siempre anticapitalistas, han abrevado de Biodiversidad y contribuido a su ser actual.

Si los estafadores asomaron la cara para apoderarse de todo sin miramientos, las comunidades han ido repensando su condición, indagando sus posibilidades, sus herramientas, sus alianzas, sus relaciones con la tierra. Ya lo dijo Sylvia Marcos, “están arraigadas a ella, viven de ella, se comunican con ella, viven en ella y la cuidan”:3 eso es sembrar las relaciones territoriales que hoy reivindican autonomía, libre determinación, soberanía alimentaria y derechos lo más plenos posibles para mantener su milpa íntegra y sus semillas ancestrales vigentes, y que lo pertinente para las comunidades y pueblos lo puedan decidir y ejercer por sí mismas.

Caminando junto a la gente y descorriendo veladuras y sombras, en Ojarasca la creatividad, la imaginación y la mirada única abren derroteros y se sumergen en territorios desconocidos.

Biodiversidad emprende más un camino de vinculación: pensar entre las organizaciones que la publican los argumentos y las situaciones que reconfiguran la mirada común que es memoria y fortalecimiento.

Así, nos vamos pasando la palabra remota, el suceso, el sueño, el principio, la responsabilidad de cuidar la memoria, el sentido y la transformación. No parece haber otra manera sino relatarnos de ida y vuelta, reflexionar entre la tanta gente.

“La historia no tiene más sentido que hacer sentido. Sólo compartiendo la experiencia puede ésta transfigurar a quien dice y quien escucha, transformarnos en lo que somos, hacernos más lo que buscamos en los ámbitos comunes, de mutualidad, de resonancia, del nosotros”4.

Notas:

1. “Si la globalidad fuera total, no imaginaríamos, como ahora, la salida”, en Susan Street (coordinadora), Con ojos bien abiertos, ante el despojo rehabilitemos lo común, Cátedra Jorge Alonso, CIESAS, 2016.

2. John Berger, “El alma y el estafador”, en Keeping up a rendez

vous, Vintage International, 1992.

3. Conversación informal.

4. “Si la globalidad fuera total...”, op. cit.

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