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"RETORNAMOS PARA CAMINAR EL MUNDO": LOLITA CHÁVEZ

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

LA DEFENSORA FEMINISTA K’ICHE’ REGRESA EN COLECTIVO A GUATEMALA LUEGO DE SIETE AÑOS EN EL EXILIO

Aura Lolita Chávez, mejor conocida como Lolita Chávez, sanadora y feminista comunitaria, defensora del territorio, ex vocera y lideresa del Consejo de Pueblos K’iche por la Defensa de la Vida, Madre Naturaleza, Tierra y Territorio (CPK) de Guatemala, exiliada desde el 2017 por amenazas y ataques armados en su contra, en el contexto de su lucha contra las transnacionales que codician los recursos naturales, retornará en colectivo a su comunidad ubicada en Santa Cruz del Quiché.

“Voy a retornar, pero en comunidad, y la espiritualidad y las ancestras caminarán conmigo. Se lo digo al gobierno: voy a retornar porque no soy una criminal”, dice en entrevista telefónica esta mujer con sonrisa de mazorca que se convirtió en un referente internacional de la lucha por la preservación de los recursos naturales de los pueblos, y de la lucha antipatriarcal a través de su participación con Feministas de Abya Yala y de otras partes del mundo.

Lolita logró la desjudicialización luego de más de seis años, pues no sólo estaba amenazada de muerte, sino también pesaba contra ella un proceso penal bajo la acusación de haber secuestrado un tráiler con armamento y droga, ella, que ni siquiera sabe manejar. Ahora le da risa, en ese momento la hizo vivir la peor de las pesadillas.

Caminó fuera de su comunidad conociendo luchas y procesos de los cinco continentes. Ahora retornará “junto a”, y no “en compañía de”, una comunidad internacional con la que no sólo romperá fronteras territoriales, sino también racistas y patriarcales. “Retornamos para caminar el mundo”, dice Lolita desde el otro lado del Atlántico.

“No retorno para meterme a una casa patriarcal y que vuelva a mi rol de múltiples opresiones. Retorno por la puerta grande para decirle al Estado racista de Ixi Mulew (conocido como Guatemala) que se violaron mis derechos, que ahora estamos caminando el mundo y que no estoy sola, que somos comunidad. Con este retorno le decimos a las compitas que han tenido que salir que podemos regresar en comunidad, que podemos acuerparnos y romper no sólo las fronteras patriarcales, sino también retornar descolonizando los feminismos, y junto a los confederalismos”, explica la defensora y prendedora de fueguitos. Así la conocí, una semana después de que 41 niñas guatemaltecas fallecieran calcinadas en un centro de menores, con la complicidad de un Estado que tenía la obligación de cuidarlas. Lolita entonces salió a la Plaza de Guatemala y organizó un altar, acomodó sus remedios y prendió un fuego sanador. Era marzo de 2017. Meses después la amenaza de muerte la perseguiría a ella. Y fue forzada a salir del país.

–¿Cómo te sientes a unos días del retorno?

–Tengo sentimientos encontrados, por ratos me siento tan emocionada, siento muchos nervios, pero son de emoción, de felicidad, de sí se puede, sí se pudo, de encontrar mi territorio que me extraña. Me siento también como guerrera, muy clara en el horizonte que tengo, y me siento acuerpada. Me siento como cuando decimos “solas nunca más, acuerpadas siempre”.

También pienso cómo puedo entrar en un territorio tan racista, porque he escuchado los últimos atentados contra las comunidades, con desalojos, crímenes contra la juventud, la niñez y la adolescencia, contra las mujeres en Ixi Mulew, en México y Honduras. Tengo cierta incertidumbre o miedo de lo que pueda pasar. Eso lo estoy encausando en plan de protección y seguridad, de comunicación, de observación internacional. Estoy encausando mis emociones a acciones.

Empezamos ya con los fueguitos sagrados y se encendieron cuando se dio el banderazo de salida. Se está haciendo la sanación y está caminando. Esos son los sentimientos. Estoy bastante agradecida con mi pueblo que aguantó hasta ahora. Son siete años en los que yo decía que por favor no me olvidaran ni me dejaran sola.

Estoy muy agradecida con las autonomías, con los medios de comunicación comunitarios y alternativos, con las feministas comunitarias de Abya Yala y de otros continentes, con las Abuelas, con Bertita Cáceres, a quien le pedía que caminara con nosotras. Estoy muy agradecida con mi familia, que estuvo conmigo, que no me dejó.

Estoy agradecida porque la espiritualidad está con nosotras y camina con nosotras, aunque no podamos verla.

–Lolita, el 7 de junio de 2017 marcó tu vida y la de tu comunidad. ¿Cuál es el contexto del ataque del que fuiste víctima?

–Mi pueblo es un pueblo revolucionario y rebelde y está en montaña, por eso se llama k’iche’, porque K’i significa “muchos” y che’ “árboles”. Un mandato asambleario de más de 87 comunidades determinó la agenda de nuestra defensa territorial, en específico de la defensa de esa montaña.

Uno de los mandatos fue hacer rondas de verificación porque las transnacionales estaban invadiendo los territorios, particularmente las madereras. Hay una aglutinación de madereros que se vinculan con un programa del Banco Mundial y de Naciones Unidas, que se llama Red Más y Red Plus, que vienen de una supuesta respuesta al cambio climático.

En k’iche’ el problema es que esta estructura del Banco Mundial se asoció a empresas madereras relacionadas con los kaibiles, las máquinas de terror que fueron o son parte del ejército, y ahora son paramilitares. Los paramilitares formaron una estructura vinculada a incentivos forestales que da el Instituto Nacional de Bosques a través del Programa de Incentivos Forestales (Pinfor), que maneja muchos euros y dólares y los ofrece a las empresas aglutinadas.

Nosotras ya habíamos podido identificar empresas mineras, de cableado de alta tensión y de monocultivo como Monsanto, pero la investigación también arrojó que había 97 licencias forestales con el vínculo del Pinfor. El Estado informaba que supuestamente en la extracción maderera el 95 por ciento de los árboles que se talaban era de forma ilegal.

El problema que teníamos era la extracción de los árboles ancestrales, pero también el del agua. Por eso nos levantamos aún más, porque el agua no caía en nuestras casas, mientras veíamos pasar tráileres con madera.

En ese entonces yo era vocera de la asamblea y autoridad del Consejo de Pueblos K’iche’ (CPK), me tocaba hacer monitoreo y rondas de verificación para revisar qué tipo de vehículos pasaban con madera y si esta madera era legal o ilegal. Ese fue acuerdo en el territorio, previa consulta comunitaria de buena fe en la que decidimos que no aceptaríamos más el extractivismo.

–¿Cómo realizaban el monitoreo, cuál era la dinámica y qué sucedió ese día?

–Fui a Santa Cruz y tuvimos la ruta de verificación para ver si pasaban vehículos cargados de madera. Yo ya estaba en guardia cuando me llamaron de una de las rutas y me dijeron que salía un tráiler con madera ilícita. El procedimiento que habíamos acordado con el Estado, que era el “garante” de nuestra seguridad, aunque no lo haya hecho, era parar el vehículo y pedirle su documentación. Cuando le hicimos la señal de que parara, paró, pero estaba armado. Le dijimos que nos mostrara su documentación pero no la llevaba, era ilegal. Le dijimos que no podíamos verificar si no estaba presente el Estado, debían estar autoridades del CPK y del gobierno, porque si no a nosotras nos podían acusar de algo ilegal. Estábamos esperando pero nos dijeron que el gobernador estaba en la Suprema Corte de Justicia.

Lo que se acordó con todas las comunidades de la ruta fue que nos fuéramos y esperáramos en un espacio más seguro, que era el centro de Santa Cruz, donde estaba Gobernación. Pedimos a la Procuraduría de Derechos Humanos que nos acompañara y a la policía que nos auxiliara para la verificación, porque ya se veía alrededor mucha gente armada.

Para garantizar que no se llevaran el vehículo lo resguardamos y también hicimos el resguardo de quienes teníamos que hacer el servicio. Vinieron muchas comunidades a acuerparnos y nos quedamos en la cabecera de Santa Cruz del Quiché protegiendo el espacio, el vehículo y nuestra vida.

Más o menos como a medianoche, las oficinas de abogados vinculados a esta estructura empezaron a abrir. Eso era muy sospechoso, porque era fuera de horario. Abrieron los despachos y también el Ministerio Público, pero decidimos quedarnos ahí. Ya íbamos a dormir, ya nos habían llevado comida para quedarnos a descansar, había niños y niñas, cuando llegó una cuadrilla más o menos de 12 a 15 hombres con armas de grueso calibre y empezaron a disparar.

Cuando comenzaron los disparos me evacuaron los compañeros y compañeras. Ellos ya estaban seguros de que venían por mí porque yo ya tenía muchas amenazas por ser vocera, y ya se escuchaba por la tarde que “a esa la vamos a matar”, “a esa la vamos a tronar”. Me llevaron a un vehículo, pero siguieron disparándonos.

Estuvimos mucho tiempo caminando en la montaña y después agredieron a compañeras y compañeros para que nos entregaran. Pedimos auxilio, ya habían salido dos noticias, una de que yo estaba desaparecida y otra de que yo había secuestrado un tráiler con armamento y droga. Ahí nos dimos cuenta de que era una estructura de narcoactividad, que ese tráiler no sólo llevaba madera sino también armas y drogas, y que se nos estaba imputando un delito que no estábamos cometiendo.

Una organización me sacó a Costa Rica y de ahí el programa de protección temporal del gobierno vasco lanzó una petición para evacuarme del continente. Llegó a mí la información y dije que sí, entonces llené el requerimiento. Yo ya no quería pisar territorio guatemalteco, sino que un resguardo me llevara de Costa Rica al Estado español. No se podía, entonces regresé a Ixi Mulew pero resguardada en la embajada de España varios días hasta que me evacuaron.

–¿Qué Guatemala te expulsa?

–La Guatemala que me expulsó estaba en un pacto de corrupción e impunidad, porque era el gobierno de un personaje (Jimmy Morales) que tenía toda una mafia. Atravesé varios gobiernos, uno fue el de Arzú, otro el de Pérez Molina y el de Giammattei. Son gobiernos que tienen la misma estructura, sólo cambian el nombre de partido, pero a nivel territorial y local es igual. Es una estructura bastante racista, asociada a crímenes de lesa humanidad como el genocidio.

En ese momento la conciencia de defensa del territorio estaba más enfocada en las comunidades. Ahora veo que hay más defensoras y defensores que están hablando, pero a nosotras no se nos escuchaba. Tuvimos demanda tras demanda y denuncia tras denuncia pero el sistema de justicia y patriarcal fue bastante excluyente y nos pedían muchos requerimientos de capacidad logística que no teníamos.

–¿Había alternativas para quedarse?

–Iban sobre nuestra vida. No teníamos otro camino más que salir. Era un gobierno mediocre, pero también muy reaccionario y de ataque. Lo que vemos ahora es que nosotras tratábamos de plantear una movilización en defensa territorial como confederalismos y teníamos ya entonces el planteamiento plurinacional, de autonomías, y un Estado que garantizara los derechos de los pueblos. Pero como sujetos políticos aun a nivel internacional no se había visibilizado. Después avanzó en los territorios la narcoactividad, el paramilitarismo y militarización, y las empresas transnacionales. Pero los pueblos no se quedaron dormidos, sino que activaron la defensa del agua, de las montañas y de la vida.

–¿A qué Guatemala retornas?

–Retorno a un territorio que nunca dejó de luchar. Regresamos en comunidad a un territorio que da una pequeña esperanza porque el gobierno tiene una presión popular, una presión de movimientos y de pueblos originarios. Hubo un activismo de más de cien días para que el pacto de corrupción no impusiera su gobierno, pero hablamos del Ejecutivo, porque el Judicial está cooptado todavía.

Entramos a una disputa territorial porque la mafia está muy presente. Me dicen que iré a encontrar a la mafia casi metida en las comunidades, las maras avanzaron, hay bastante presencia armamentista en los territorios, fuerzas combinadas, el ejército, la narcoactividad amplió su cobertura y el alcalde de Santa Cruz ya está vinculado.

A nivel nacional estamos con la esperanza de un gobierno anuente a las demandas de los pueblos originarios y de los movimientos, pero queda muy limitado porque el territorio todavía está ocupado por los gobiernos locales vinculados a mafias. El Poder Legislativo está bastante ocupado también por diputados asociados a las élites, a la oligarquía y a las mafias. Entramos a un territorio complejo, pero hay esperanza porque estamos en movimiento.

–Te fuiste sola pero regresas en colectivo. Háblanos del retorno en comunidad.

–Cuando salí tuve el mandato de no tener perfil bajo. Es un mandato asambleario que recibí, junto con seguir con la formación política contextualizada, historizada, popular, una formación con un horizonte para saber a dónde vamos.

Me empiezo a relacionar con el movimiento feminista internacional, con refugiadas y refugiados, con defensoras y defensores y con familiares de presos y presas políticas por su activismo de defensa territorial. Esto me dio una apertura muy grande y seguí denunciando a las empresas, porque no sólo me atacaron madereras, sino también mineras, hidroeléctricas como la italiana Enel, de la que hemos denunciado que tiene sus manos manchadas de sangre y por eso me atacaron. La empresa Trexa también nos atacó.

Viví mucho racismo y sé que las entrañas del racismo, del patriarcado y del capitalismo están en Europa. Es muy profundo. Empecé a ver prácticas como la sumisión y el tutelaje, que era como que me veían y otras podían hablar por mí y era creíble toda vez que tenía que decirlo una académica o una intelectual, una blanca burguesa. Tenía que pasar por una expresión de supremacía blanca para que me escucharan. Era una cosa impresionante porque yo salí como autoridad, soy autoridad en mi pueblo.

También encontré compas, complicidades. Hay terapias colectivas, danzas, sanación comunitaria, levantamientos comunitarios, fueguitos sagrados, y entonces vinculamos Abya Yala con lo que vivimos en estos territorios que dicen que no son nuestros, pero como son de privilegios que han venido de Abya Yala decimos que son territorializados.

Me recibió la mejor gente. Caminamos el mundo. Nos recibieron en okupas, en casas comunitarias, en un cuarto donde viven cinco. Es bien lindo. Un vaso de agua no me faltó nunca.

Es con parte de esa comunidad con la que se planea el regreso colectivo, el retorno en comunidad que partirá de México el próximo 21 de junio y arribará a Santa Cruz del Quiché el 29 del mismo mes.

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