EN DEFENSA DE LA VIDA Y EL TERRITORIO (SUELO, SUBSUELO, ATMÓSFERA, AGUA, PLANTAS, ANIMALES Y CULTURAS) — ojarasca Ojarasca
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EN DEFENSA DE LA VIDA Y EL TERRITORIO (SUELO, SUBSUELO, ATMÓSFERA, AGUA, PLANTAS, ANIMALES Y CULTURAS)

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En el ejido Jalpa, municipio General Cepeda, Coahuila, del 24 al 26 de mayo se reunieron alrededor de 150 personas de diversos ejidos, comunidades, colectivos y grupos “para denunciar el saqueo del agua” y pronunciarse “en defensa del territorio y la vida”. Esto, en un documento divulgado el 1 de junio, en el marco del “Encuentro en Defensa de la Vida, tejiendo territorios del Norte, Centro y Sur”, convocado por los colectivos Saberes y Sabores, Centro de Salud Alternativa (Cesana), Colectivo Sí a la Vida, Custodios del Arroyo San Miguel, campesinas y campesinos del Desierto Chihuahuense y Crianza Mutua México, “con el objetivo de compartir la vida cotidiana, experiencias organizativas de educación popular, resistencia para defender la tierra, agua, suelo, paisaje, animales, plantas y culturas”.

Los ejidos San José Patagalana, Sombreretillo, Seguín, Presa de San Antonio, Porvenir de Jalpa, Jalpa, Santa Inés, San Juan del Cohetero y Pilar de Richardson se localizan en la Cuenca del Arroyo San Miguel, a 120 kilómetros al oeste de Saltillo. “Desde finales de la década de los noventa las comunidades ejidales de esa región han denunciado e interpuesto recursos legales para detener el saqueo de los reservorios subterráneos de agua, de manera particular en torno a esa cuenca que ha dado vida durante siglos a la región y a las comunidades que viven y cuidan de la tierra y el agua y producen alimentos básicos para autoconsumo y venta de excedentes”.

Al amparo de las reformas de la “Ley Salinas” (como la llaman), los ejidos y organizaciones denuncian: “Agroempresarios extractivistas, vitivinicultores, exportadores de nuez, frutillas y hortaliza, y productores de forraje para la Cuenca Lechera de la Laguna se han apropiado del 94% del agua del subsuelo. Este saqueo se ha visto agravado por la demanda de agua por parte del Cluster Automotriz del Valle de Derramadero”.

Apuntan que este despojo “se ha visto favorecido por la complicidad, opacidad y desinformación de parte de Conagua, que no informó oportunamente a los ejidos y campesinos de los cambios en la ley, dejándolos en la indefensión. Los empresarios, por el contrario supieron aprovechar los cambios en la ley, declararon vacantes las dotaciones de agua de los ejidos y se las apropiaron, provocando la descampesinización del territorio, atropellado la dignidad, la vida, el trabajo y la relación histórica del campesinado con su territorio”.

Parte fundamental fue la cabalgata El Agua Nuestra Hermana, considerada una “proclama simbólica y festiva que busca visibilizar a los ejidos y afirmar su posesión y pertenencia al territorio”. Aprovecharon el evento para manifestarse en contra de la invisibilización por el modelo neoliberal de extracción, así como despojo, desmonte, gentrificación. El documento denuncia “omisiones, complicidades, abusos y violencia lenta —que pretende descampesinizar el campo— expulsando a los campesinos de sus tierras para integrarlos a un modelo de desarrollo basado en la manufactura, la maquila, el nearshoring, los centros comerciales y el desarrollo urbano a expensas del agro”. Esta modernización “depende del despojo de tierras, agua y la erradicación de costumbres que no se adapten”.

La cabalgata es una forma de resistir a la ley de concesiones que legaliza el despojo del agua de los campesinos, y al mismo tiempo una fiesta, “un acto de solidaridad y convivencia que busca hermanar a las comunidades y colectivos que resisten a la extracción de agua del Arroyo de San Miguel”. Además se suman a las luchas y movimientos en México y América Latina con sus resistencias similares.

De manera extraordinaria, el encuentro reunió a diversas luchas del Sur de México (Campeche, Chiapas, Oaxaca), el Centro y el Norte (incluyendo a Zacatecas, San Luis Potosí, Chihuahua, Nuevo León y Coahuila). Destacó la presencia de defensores colombianos, quienes compartieron su proceso de lucha contra las empresas mineras en el Cauca sobre el Río Ovejas, en Farallones de Cali y en el Río Yurumangui, con el propósito de defender los humedales del oriente de Cali.

La reunión, destaca el pronunciamiento de sus participantes, demostró que “aunque los contextos y procesos de cada una de estas luchas son distintos, todas y cada una de ellas coinciden en el rechazo al despojo capitalista, empresarial y del gobierno sin importar sus afiliaciones o partidos políticos”.

Compartir otras experiencias “dejó bien claro que las organizaciones campesinas del Desierto Chihuahuense no están solas, y que es posible organizar y construir redes de solidaridad y apoyo para fortalecer la resistencia contra el capitalismo extractivista a lo largo y ancho del territorio mexicano”.

Lamentan que en las recientes campañas electorales candidatas y candidatos se mostraran “desinteresados por lo que sucede en los territorios” y las situaciones de violencia, saqueo, despojo, “para preocuparse por el desarrollo y el crecimiento económico”. Los grupos firmantes se pronuncian a favor de la vida y en contra del despojo. “El agua y la tierra no pueden convertirse en mercancía, sino que deben ser considerados bienes comunes, y los custodios de éstos, que históricamente han sido los pueblos indígenas y campesinos, demandan el derecho de autonomía y buena vida según sus usos y costumbres, que aseguren la protección de tierra, agua y aire en sus territorios”.

Campesinos, indígenas y defensores declaran que “otros mundos no sólo son posibles, sino que la defensa de la vida, el territorio y el agua, surge de la posibilidad de recuperar el arte de aprender, habitar, comer y sanar, a partir de una autonomía más allá del Estado y el mercado”. Manifiestan confianza en que “estos otros mundos ya están aquí y es posible hermanar luchas para imaginar, habitar y compartir mundos más justos”.

Afirman en conclusión que no son sólo las sequías, también los despojos “exacerban el estrés hídrico en el país”. Demandan cesar con la criminalización y la violencia contra quienes defienden el territorio, y un reconocimiento “al rol esencial de personas y comunidades enteras que hoy representan la única defensa real entre nuestros sustentos de vida y cuidado frente a la voracidad de empresas privadas y públicas, que persisten en su ímpetu extractivista de combustibles fósiles, minerales, agua y bosques”. Además se pronuncian contra la cruda “mentalidad de guerra” que recorre diversos territorios del mundo.

Rechazan, en fin, el modelo capitalista que presenta a la naturaleza “como un recurso y no una interrelación” y ponen en el centro “el cuidado, la vida y el futuro de las siguientes generaciones”.

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