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PENSAR EN TSELTAL LAS AUSENCIAS

ALAN DIDDIER FUENTES

Esta obra sobre Las formas de la ausencia es resultado de una convocatoria del Fondo Editorial Tierra Adentro, para jóvenes escritores de hasta 34 años. Esas páginas me dijeron mucho, pero fueron apenas el inicio de una reflexión profunda sobre la condición emocional en la que muchas personas vivimos sin hablar, sin expresar, y muchas veces sin aceptar.

Hace un par de años pasó por mi mente en algún momento nostálgico: “Estamos hechos también de ausencias”. Lo cotidiano ganó y ese pensamiento, a media reflexión, cesó, así como la nostalgia misma de ese instante.

Quiero pensar que, muy oportunamente, Delmar Penka volvió a dar estímulo a ese enfrentamiento con mis propias ausencias. Y la importancia de darle foco a ese oscuro rincón abandonado es porque parte de mi autodescubrimiento significa también conocer y entender lo que tanto me ha faltado, lo que he perdido, lo que he extrañado. No es la intención aferrarse al pasado o seguir lamentando lo perdido. Más bien, identificar esas ausencias que de alguna forma han tenido la necesidad de llenarse y que muchas veces eso significa no tener una conciencia suficiente en las decisiones, en las emociones, en la forma de ser. Resonó mucho en mí lo existencialmente complejo que puede ser un duelo. Lo constante de las ausencias y los duelos en la vida humana son lo que me hace asegurar que, efectivamente, también estamos hechos de ausencias. En la medida en que éstas cambian, se superan, se niegan, aparecen, o se pausan, vamos condicionando una parte de nuestra conducta diaria.

El libro implica un diálogo interno que me colocó en un lugar de conciencia distinto. Darle a la lectura un espacio meditativo me ayudó a significar varios conceptos que el autor aborda con mucho énfasis. Me recordó que prestar atención al entorno que me rodea es lo que va a forjar mi mirada. El capítulo “K’ubul ay te jna: Lejos de casa” (p. 75), por ejemplo, comparte el panorama de aquellos que dejan sus hogares llevando consigo la ausencia de un hogar completo, pero que paralelamente también ellos se convierten en ausencia para ese hogar y sus familias.

Tener siempre en cuenta que los momentos buenos que se viven pronto serán únicamente recuerdos que se alejan y se almacenan en la memoria, le da un valor distinto al presente, como le pasó a Humberto cuando festejó su cumpleaños en Estados Unidos, lejos de su casa, después de tener la costumbre de pasarlo desapercibido (p. 92). El aprendizaje de Humberto, como el de los otros personajes que forman parte del libro, invitan no únicamente a echar un vistazo a nuestras condiciones, sino a darle sentido a los recuerdos. Así los duelos y ausencias que aparecen a veces son más amables cuando se tiene la certeza de haberlas vivido plenamente.

El libro es un acto de rebeldía en sí mismo y una excepción a los temas desgastados. Atreverse a escribir una obra bilingüe (tseltal-español), compuesta por siete ensayos creativos, abordando un tema tan existencialista y complejo como la ausencia, es encarar un aspecto emocional tan temido quizás como la muerte: Toda ausencia se convierte en insomnio, una comida sin sabor, un golpe en el pecho, un grito ahogado, como balsas naufragando en los torrentes que llevamos por dentro. Se vuelve algo que escapa de nuestra voz ante la incapacidad de nombrarla, tan solo se siente como si fuera una saudade: aquello indefinible pero vívido. (p. 26).

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