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PARAÍSO AMENAZADO. LA MÍTICA REGIÓN DE LOS CHIMALAPAS

ELÍ GARCÍA PADILLA E ISADORA HEREDIA LÓPEZ

Oaxaca, Huaxyacac o bien Lulaá, que en lengua náhuatl y zapoteco traducidos al español respectivamente significan “en la nariz o en la punta de los guajes”. Se trata de la entidad con los mayores índices de biodiversidad y culturas originarias vivas. Dentro de Oaxaca, en el corazón del Istmo de Tehuantepec, persiste un mosaico multicultural y megabiodiverso conformado por pueblos nación antiguos como los zoques (Ang pon), ikoot, zapotecos (Binigulaza), chinantecos (Tsa ju mi), mixes (Ayöök), chontales y más recientemente tsotsiles provenientes de Chiapas. Esta bioregión posee los mayores índices de riqueza biológica bajo un modelo de conservación estrictamente comunitario. Este es el caso de Los Chimalapas, un territorio ancestral bajo posesión legal de los bienes comunales de los municipios de San Miguel y Santa María Chimalapa. En conjunto, cerca de unas 600 mil hectáreas, conformadas por una impresionante heterogeneidad ambiental, en donde se resguardan dos de los tipos de ecosistemas más importantes —por su riqueza biológica y alta tasa de especies endémicas (exclusivas)— a nivel global, que son el bosque tropical perennifolio y el bosque mesófilo de montaña. De acuerdo con diversos autores, es hasta tiempos muy recientes que se ha podido recopilar el conocimiento, antes escaso y disperso, de la enorme diversidad faunística y florística de esta zona. Sabemos, por ejemplo, que la diversidad de vertebrados terrestres (anfibios, reptiles, aves y mamíferos) en la región de Los Chimalapas es la más alta a nivel nacional con un total de especies, superando a la Selva Lacandona en Chiapas.
En el caso de otros grupos como el reino de los hongos (fungi), aún sabemos absolutamente nada, pero es probable que similarmente a peces continentales, orquídeas y mariposas diurnas, Los Chimalapas sea también el número uno en diversidad. Lo relevante es que aún existen enormes áreas inexploradas y prístinas. Pocos investigadores han explorado en esta vasta extensión territorial bajo el cuidado, tenencia y protección de las comunidades y congregaciones (agencias) zoques. Dentro de este contexto, en el municipio más extenso de los 570 que conforman a Oaxaca, Santa María Chimalapa (460 mil hectáreas), se encuentra el ejido La Esmeralda, un territorio de cerca de 4 mil 073 hectáreas de propiedad ejidal en donde por acuerdos de asambleas los propietarios de esta zona decidieron poner bajo conservación voluntaria y servidumbre ecológica a un total de cerca de mil 260 hectáreas de sus bosques tropicales. La particularidad de esta zona bajo protección comunitaria, es que se trata de un verdadero karst tropical, un tipo de ecosistema poco representado en México, conformado por un suelo de roca madre, de carbonato de calcio, lleno de cuevas y cenotes donde existe una gran diversidad de fauna trogófila (cavernícola).

Un buen ejemplo de este tipo de fauna es el Cuevero de Nava (Hylorchilus navai), ave microendémica que conoceríamos gracias al guía comunitario Renato Antonio, de La Esmeralda, el experto local en materia de conocimiento y monitoreo de las aves. Renato estaba encargado de ser guía de la empresa comunitaria de ecoturismo “Paraíso Jaguar”. En palabras de Renato, el nombre de la empresa de ecoturismo provino por acuerdo de asamblea en el sentido de que la población de jaguar (Panthera onca) en la zona es abundante, algo que además ya había resaltado en vida el ahora extinto investigador Iván Lira Torres, quien trabajó con auspicio de la WWF y la Conabio en algunas congregaciones del territorio comunal Chimalapa monitoreando al mayor felino de las Américas y a la mastofauna asociada. Este académico propuso en sus varias contribuciones que Los Chimalapas podría ser el lugar con la mayor población/densidad de jaguares en México. En La Esmeralda el jaguar ha cobrado gran relevancia dado que en el Palacio Ejidal se encuentra una figura del jaguar de origen prehispánico, que además tenía por ojos un par de piedras preciosas, presuntamente esmeraldas, pero que probablemente se trataba de jadeítas. Éstas fueron robadas, siguen perdidas y de ellas se inspiraron los abuelos para nombrar al ejido.

Dentro de las numerosas y grandes cuevas de la zona se ha documentado la presencia de especies carismáticas, consideradas especie paraguas como es el caso del jaguar. Hemos observado tanto en temporada de lluvias como de secas, enormes huellas impresas en el barro del suelo de las incontables cuevas llenas de pasajes, túneles y otras muchas especies de artrópodos, lagartijas, serpientes, murciélagos, mamíferos pequeños y medianos, así como aves del grupo de los psitácidos y aves de presa nocturnas. De especial mención es la existencia de numerosas expresiones de arte rupestre a manera de petroglifos, de evidente adscripción olmeca, y un monolito antropozoomorfo que, de acuerdo con la opinión personal de Daniel Nahmad, asemeja una entidad mitad hombre mitad jaguar.

Si bien el ecoturismo y el monitoreo comunitarios de la biodiversidad por parte de los ejidatarios en la zona aún persisten, es evidente el abandono institucional, sobre todo a nivel de presupuestos y recursos públicos para garantizar la protección de estos bosques tropicales. En tiempos recientes el propio Renato Antonio se vio forzado a emigrar, dado que, desde la pandemia de coronavirus, el proyecto de ecoturismo se ha visto en serio retroceso. Un escenario similar se vive en otras localidades remotas en todo Oaxaca. Por su parte la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), creada por la élite del ambientalismo, también agoniza presupuestalmente; además de ser poco eficiente, ha vociferado a los cuatro vientos que se lograron seis supuestos decretos de Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC) en territorio comunal Chimalapa, equivalentes a un total de 436 mil 602 hectáreas. Decretos que, de acuerdo con los comuneros de Santa María Chimalapa, se firmaron por parte de la autoridad local con la Conanp, pero sin consultar a la asamblea.

La Conanp no ha mantenido un verdadero seguimiento para otorgar certificados de decretos de ADVC, modelo fallido que se ha introdujo recientemente en Oaxaca dado el virtual rechazo de las comunidades originarias y mestizas a un modelo de conservación formal por decretos federales de Áreas Naturales Protegidas (ANP) que representan despojo territorial, pérdida de la autonomía y la libre determinación de los pueblos originarios sobre sus aún vastos territorios ancestrales y sus mal llamados “recursos naturales”. Esto sin contar con que dentro de los polígonos de estas también conocidas como “reservas de papel”, persisten mil 609 concesiones mineras en diferentes etapas de explotación y especulación de estos territorios sin consultar a los pueblos, bajo la premisa de que la ley general de biodiversidad en conjunto con la fraudulenta ley minera aún permite la explotación de hidrocarburos y minerales dentro de territorios comunales sin necesidad de consultar a los pueblos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que ya no se otorgarían más concesiones mineras, pero que tampoco se eliminarían las existentes. Luego vino una supuesta reforma a la ley minera, en la que los “grandes logros y avances” son simplemente que las concesiones mineras se reduzcan de 50 a 30 años, y ahora supuestamente se les va a exigir a las empresas multinacionales que hagan una consulta libre, previa e informada en las comunidades donde de por sí ya tienen desde hace mucho concesiones, con las cuales especulan en la bolsa de valores.

Cabe mencionar que en la zona del Cerro de la Cristalina dentro de San Miguel Chimalapa, así como en la zona vecina de Zanatepec existen concesiones mineras vigentes a favor de una empresa minera de filial canadiense conocida como Minaurum Gold, razón por la cual las comunidades y especialmente los jóvenes artistas e intelectuales de la cabecera de San Miguel se aglutinaron para conformar el “Colectivo Matzá” en defensa del territorio y en contra de la nefasta y ecocida minería. Todo esto, sumado al conflicto territorial en la zona oriente, en donde se disputan un total de 160 mil hectáreas con invasores chiapanecos, y en donde además ya hubo una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a favor de los bienes comunales Chimalapa. En respuesta, los invasores narco ganaderos y afines decidieron alzarse como grupos paramilitares antes que reconocer que se encuentran en Oaxaca (Chimalapas) y no en Chiapas, tal como les hicieron creer los exgobernadores chiapanecos como Absalón Castellanos y Patrocinio González Garrido; este último impulsó la construcción de una autopista en territorio comunal Chimalapa que, de haberse construido, habría significado la destrucción de la selva más biodiversa y extensa de Mesoamérica. Organizaciones como Maderas del Pueblo del Sureste y el Comité Nacional para la Defensa y Conservación de Los Chimalapas, con apoyo de las congregaciones Chimalapa, lograron frenar el megaproyecto. De acuerdo con un documento audiovisual compartido por Miguel Ángel García Aguirre, incluso el naturalista Miguel Álvarez del Toro estuvo a favor de aquel megadesarrollo que habría significado la destrucción de Los Chimalapas.

Urge el fortalecimiento del único proyecto de ecoturismo y conservación comunitaria en Los Chimalapas, “Paraíso Jaguar”. Sería prudente y pertinente considerar la implementación de otras iniciativas desde la perspectiva comunitaria como es el comercio justo de cacao y café, el manejo forestal comunitario o el pago por servicios ambientales. Esta región tiene que convertir su actividad económica principal, la ecocida ganadería extensiva, en una vocación forestal, ecoturística y de conservación consciente, voluntaria y comunitaria. El programa Sembrando Vida, si bien ha representado un ingreso adicional mensual a los pequeños propietarios de la tierra comunal y ejidal, no trajo un avance real en materia de justicia social y ambiental en la zona. Está documentado que la cobertura forestal no aumenta, antes bien muchos comuneros, campesinos pobres, optaron por tumbar montaña antes que restaurar potreros y acahuales para entrar a este programa social asistencialista y con fines proselitistas.

La región de Los Chimalapas agoniza año con año. En 2024 los incendios forestales fueron devastadores ante la omisión de las autoridades estatales y federales. ¿Seremos testigos inexorablemente de otro sexenio en el que el sector ambiental será lo último, o vendrán tiempos de justicia y dignidad para los pueblos originarios, dueños legítimos de México y custodios del ochenta por ciento de la biodiversidad remanente en la Tierra?.

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