CITLALY MAPICA: LIBRO ABIERTO
La amistad con Citlaly transcurrió como un disco de éxitos dentro del universo de letras gozosas, dolientes o humorísticas que ella cantaba con gran sofisticación, arrebato de jilguera y algunos micro-tonos de desafinación. Nuestros episodios compartidos tuvieron como música de fondo una fortuita y preciosa selección de canciones; melodías que, igual que aquellos caminos, en el tiempo se quedaron suspendidas. Canciones que nos re-encontraron en la ruta que se bifurca entre el final y el principio de la vida y que a cada nota vuelve a empezar. Una playlist en loop que por el amor a ella seguirá reproduciéndose en la memoria.
Poeta, repentista y zapateadora, nació en diciembre de 1991 en Veracruz. Desde pequeña aprendió el oficio de la décima, se curtió en el fandango y forjó un espíritu de valiente y alegre sensibilidad. En Rodríguez Clara se llenó la mirada de piñales en el campo que trabajaba su papá y conoció temprano la muerte con la partida de su mamá. En los albores de su producción poética emprendió viaje a la Ciudad de México, donde las décimas y risas de una muy joven Citlaly Malpica comenzaron a hacer eco más allá de su lugar natal. Luego vino el deseo de materializar su obra y comenzó a soñar la publicación de un primer libro. Sin libro aún, la oralidad que emanaba fresca de su voz impregnó de imágenes el aire. Al llegar la enfermedad, encarnó luminosa la mística de su palabra. Y después, el viaje más largo… El sueño se volvió colectivo, el libro se quedó abierto y la canción permanece sonando.
La conocí en la primavera de 2015 en algún fandango citadino, y pocos meses después nos reunimos con Evelin Acosta para conformar el trío con el que creamos una propuesta de repentismo y música. En nuestros encuentros escénicos ellas improvisaban versos y las tres cantábamos. Todas teníamos 23 años. Bajo el cielo oaxaqueño debutamos como grupo, vivimos juntas algunos meses y pasamos una entrañable temporada de bohemia y amistad.
En el repertorio del trío montamos algunos sones tradicionales cantados principalmente por ellas, así como composiciones mías, canciones populares y una que otra norteña como secuela de nuestras anécdotas de arrabal.
En el 2019 tuve con ella varios encuentros para ponernos al día sobre la vida, el arte y los amores. No fueron pocas las veces de esa temporada que entre un café y otro, o de una calle a la siguiente, se le escapaba del pecho una tonada. Me importas tú / tú sí escribes muy bonito / para ti soy libro abierto / Escribe en mí, te necesito. A partir de entonces, la pensé cada vez que sonaba la canción.
En 2020 recibió el diagnóstico sobre su delicado estado de salud. Ese año mantuvimos nuestra comunicación a distancia, salvo por un par de afortunados encuentros personales. Las últimas dos llamadas fueron en diciembre, contándome ella su decisión de transitar sin procesos médicos que le hicieran daño, pero con la esperanza de sanar, y yo en enero siguiente contándole que sería mamá.
Era febrero de 2021. Una mañana, alguno de mis vecinos puso a todo volumen la canción. Era la señal para llamarla pronto. Por la tarde, quien recibió una llamada inesperada fui yo. Era Evelin Acosta. La noticia: Citlaly estaba comenzando a despedirse.
Durante el siguiente mes no pude verla ni visitarla; eligió atravesar su partida en el seno más íntimo de su familia, y en el seno mío se gestaba una nueva vida. Sin embargo, pude cantarle a través de audios de whatsapp. Un luminoso 10 de marzo de 2021 viajando en carretera, con las nubes haciendo coro a la armonía azul del cielo, la pensé. Al llegar a mi pueblo, en el mercado, la epifanía del sonido lo anunció: era otra vez la canción. Un trío norteño (al que nunca había visto ni volví a ver) tocaba Libro abierto con guitarra, tololoche y acordeón. Un rato después, me avisaron que Citlaly se había ido.
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(Nota: El sueño colectivo se materializó de manera póstuma en un libro titulado Canción a Leonor, editado por la Secretaría de Cultura de Veracruz, y será presentado el 29 de enero de 2025 en el Museo Nacional de Culturas Populares.)