LA REBELDÍA EN LA MONTAÑA A TRAVÉS DE LA MÚSICA. XOXTO’ JUBA / LA PIEL DEL TERRITORIO — ojarasca Ojarasca
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LA REBELDÍA EN LA MONTAÑA A TRAVÉS DE LA MÚSICA. XOXTO’ JUBA / LA PIEL DEL TERRITORIO

JALIL MOSSO CASTREJÓN

Xoxto’ es una palabra mè’phàà que se puede traducir como mi pecho o mi corazón, Xòó / Jícara y Xto’ / Mi piel, la cual podemos traducir literalmente como jícara de mi piel. Así puedo interpretar la piel que cubre mi territorio, la música entre las montañas de Guerrero representa un sustento, un ritmo de vida y también una forma de visibilizar y proponer un sentido de correspondencia al mundo, desde un ritual, las fiestas patronales y el uso cotidiano en un sin fin de vivencias entre la vida que se celebra o la buena cosecha, la migración, la muerte, la palabra del pedidor que es un canto poético al universo, la danza que se mueve al ritmo de la tambora, así como el latido del pueblo que mantiene viva la identidad.

 

EL INICIO DE MI PIEL

Nací en Tlapa, Guerrero, muchos le llaman el corazón de La Montaña, otros lo llaman el lugar de la tierra roja y para nosotros los mè’phàà , el río ancho, la semilla brotó en el temporal de secas cual fruto de diciembre entre los brazos de mi madre, en la lengua de mis ancestros y en mi piel, la “sentencia” que dictaría mi vida, cómo todo hijo que la montaña da, sobre las cortinas de lluvia, polvo y de neblina, de andanzas largas por estos caminos en donde se sube y se baja la montaña, la misma que me muestra sus tristezas y alegrías.

La música es parte indispensable de mi vida, cuando era niño imaginaba montañas con músicos tocando alegremente la melancolía de nuestros días, escuchaba conjuntos musicales na savi y bandas de viento mè’phàà , los armadillos y dueto las palomas en los puestos de cassettes cuando recorría el mercado de la mano de mi abuela Quintila, en las tardes de fiesta patronal sones y jarabes para la danza de los maromeros en la iglesia central de Tlapa, con mis padres y los viajes por la montaña, pararnos en el camino y escuchar, los sonidos de los animales, de las bandas de viento, de las cornetas del pueblo anunciando la venta de chicharrón o para alguna asamblea del pueblo, todo ello a la lejanía de esas comunidades, me hizo pensar que mi montaña es la sala de conciertos más grande del mundo.

Todo este recorrido me llevó a mi primer contacto con la guitarra, estudiando el repertorio académico de las notas y la técnica, me cuestionaba y a su vez me decía, cómo sonaría la música de mi territorio, cómo sonaría la banda de viento y los duetos de violín y guitarra en mi instrumento y hasta dónde podría viajar con ellos y con ellos me refiero a todos los músicos que me antecedieron para lo que ahora puedo palpar sea posible, porque en la música “clásica” no había espacio para estos sonidos de La Montaña de Guerrero, con el paso del tiempo me di cuenta de muchas más influencias musicales que llegaron, pero los sonidos que habitan en mi cultura y en mí, son de una profundidad identitaria ancestral e indispensable para seguir nuestro camino.

Con ello soy consciente de lo que implica y del terreno donde todos vivimos y compartimos, me refiero también a los hermanos nahuas y na savi ya que también su música es parte muy importante de este lugar del sur y que esto sea motivo para seguir preservando y creando los sonidos que dan identidad a nuestra cultura y dar testimonio que el arte está en todas partes ante el elitismo y racismo que se palpa.

 

PIEL DE SONIDO

La música en La Montaña de Guerrero es una forma de vida imprescindible para nuestro territorio, con ello se hacen distintos rituales, pedimentos de lluvia, el pedimento de la pareja y su boda, la llegada de nuestros seres ya fallecidos, los velorios, agradecimientos de cosechas, las fiestas y sus jaripeos, nuestras danzas y un sin sabor de situaciones de la tierra roja. Encontramos distintos instrumentos que con el tiempo así como la lengua se van olvidando y otros se han recuperado, “violines” y “guitarras” que se ha olvidado nombrar desde la visión del pueblo, muchos de estos instrumentos en relatos escuché que ocupaban no sólo la madera sino conchas de animales como el armadillo, distintas formas de afinaciones, de ritmos que se escuchan a lo largo de nuestros días en La Montaña de Guerrero.

En la cultura nahuatl encontramos una afinación particular que los pocos músicos ya de edad del poblado de Xalpatlahuac utilizan Si, Sol, Re, La, Fa y Si, adaptando a la guitarra que actualmente conocemos y que utilizaban en esas “jaranitas” que vendían en plazas. las cuales eran elaboradas de manera rústica.

Los nahuatl de este territorio a la música le nombran Tlatsotsonalotl, instrumentos como la guitarra que no tienen un nombre originario ya que son instrumentos adaptados a la compuesta que puede acercarse a este instrumento, Ixé (árbol), Ajmu’ (música), que nos daría el nombre de Árbol de sonido para un trozo de madera con cuerdas que alegra el alma. La afinación de la guitarra en el pueblo mè’phàà es en un acordé de do menor, Sol, Mi bemol, Do, Sol, Do y Sol, esto tiene una razón de sensaciones anímicas y auditivas, Na’jmú que quiere decir mi nostalgia, es la palabra raíz de Ajmu’ que da nombre a la música y su sentido nostálgico, es dialogar con los sonidos de la música mè’phàà es el canto de la raíz de mi nostalgia, en ambas partes de conocimiento musical y en otra referencia nos encontramos que los tonos menores representan la tristeza, la muerte o el dolor.

La música en el pueblo na savi tiene un instrumento llamado Bajo Quinto que ha sido esencial para el acompañamiento del violín, sus formas de ver y hacer música, contrario a lo que se pensaría, aun cuando hay dolor son tonos alegres que pareciera que no hay alguna pena o tristeza, pero es la forma de vida ante estas situaciones como la migración y todo lo que dejas en casa, sin saber si habrá fortuna de regreso, es un canto de esperanza ante una vida digna y de libertad.

En la tradición oral nos encontramos con el siguiente instrumento nombrado “Ña kúu Xikuili xi’in tí yukuii”, instrumento de arco y cuerda que se tocaba al movimiento de cinco dedos de la mano, tomando el arco de un guerrero de milicia invasor para someter a los pueblos en el sistema tributario, los pueblos de Tu’un Savi o Na Savi, personas y pueblos de la lluvia u otros, atrapaban al guerrero, le hacían un ritual con el arco y cuerda que hacían sonar como advertencia, lo regresaban con los suyos, con el mensaje o comunicado, para no pelear, pero si hacían caso omiso era una muerte segura.

En este territorio encontramos cinco “tonos”: Do mayor, Do menor, Re menor, Fa mayor y Sol menor. La afinación de las cuerdas: Sol, Do, Mi, Si bemol, Fa, en este orden y dentro del intervalo de un séptimo de Fa a Mi.

Encontramos palabras que son propias del idioma las cuales hacen referencia al quehacer de la música, Ñùú / Guitarra, la cual proviene de una palma, en el recuerdo de la memoria se ocupaban fibras para hacer cuerdas untando cebo para producir sonido, Yoli / Violín, la cual también nombra a los bules de guaje como los conocemos, esto da un aspecto similar a dicho instrumento por figura y tamaño, tal vez en la forma o en la memoria de un instrumento parecido ya extinto, y la palabra Yàa / Música.

Nawáa ajmuu juba, ná akuín ñawún, ajmu’ xoxtúun, xiñu xi’ña lo’ tsi nidii awun xuajian ló’ ñajun ne, xó ni’duu tata Cheo, xó ni’duu tata Camilo re’we, suge’ ixe ajmu ri gida’ ñawú na’ne gagii ne inuu numbaa na xtaa lo.

Suena la música de la montaña en el corazón de mis manos, es el canto del pecho de mis abuelos y abuelas que tocaron en el estómago de nuestro pueblo, como tocó Tata Cheo, como tocó Tata Camilo Re’We, esta guitarra que tengo en mis manos alegra la cara de la tierra donde soy piel.

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Jalil Mosso Castrejón, músico mè’phàà originario de Tlapa, Guerrero.

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