MARCELO PÉREZ Y LA IGLESIA TSOTSIL, PARADIGMA LIBERADOR
“En el año de 1712 estalló en la provincia colonial de Los Zendales, uno de los seis distritos administrativos de la Alcaldía Mayor de Chiapas, una rebelión indígena que casi acabó con el dominio español en aquella zona (…) —y en cuyo proceso— se crea una Iglesia autóctona con sacerdotes y ritos propios”. Jan De Vos: Camino del Mayab (2010)
El 20 y 24 de noviembre pasados, frente a la Secretaría de Gobernación y en San Cristóbal de Las Casas, a casi dos meses del asesinato a mansalva del sacerdote tsotsil Marcelo Pérez Pérez, se llevaron a cabo dos manifestaciones públicas para exigir justicia y verdad por el crimen. El religioso de 50 años fue asesinado el 20 de octubre pasado cuando sujetos le dispararon al salir de oficiar una misa en el barrio Cuxtitali.
Uno de los factores para entender el asesinato de Pérez Pérez también radica en esa creación que, como destello en el tiempo de larga duración de ese 1712, desembocó en una Iglesia autóctona tsotsil que apenas duró unos seis meses ante la pronta represión colonial. Y es que el caso de este sacerdote indígena es no sólo sui generis en la historia de Chiapas, sino que también es un logro que a base de importantes esfuerzos las comunidades católicas de Los Altos conquistaron. No por el hecho de que el sacerdocio célibe sea inalcanzable, sino porque en la cultura indígena maya, el servicio religioso no es completo y responsable si no se cuenta con el acompañamiento de la esposa y también servidora. Se trata del sacerdocio uxorado, es decir, sostenido por el matrimonio entre un hombre y una mujer. Marcelo sacrifica esto a pesar de todo.
“Hemos visto la necesidad de padres tseltales casados para la administración de los sacramentos que sólo los sacerdotes ordenados lo pueden dar. Nuestro corazón nos dice que sería uno de los caminos para el fortalecimiento de nuestra Iglesia autóctona”, escribieron en una carta 24 parejas de diáconos indígenas al entonces papa Juan Pablo II en 1993 a través de la misión jesuita de Bachajón (De Vos, 2010). Como un espejo del proceso tseltal y que aunque para la misión dominica en la región tsotsil de Los Altos, el diaconado (inaugurado con un “prediácono” desde 1985 en Chavajeval entre tsotsiles) no implicaba lograr el paso siguiente al sacerdocio casado para los servidores tsotsiles, el anhelo de alcanzar ese ministerio con el apoyo y acompañamiento de las mujeres simbolizaba también la culminación para completar exitosamente el proceso de la Iglesia autóctona. Los sacerdotes indígenas casados hubiesen podido celebrar misa, oír confesión y dar los santos óleos a los enfermos en las comunidades, algo que ha sido imposible a nivel canónico, pero no humano. Y es que las condiciones en la zona tseltal como tsotsil estuvieron maduras para ello: la densidad étnica homogénea, la experiencia del cristianismo como práctica, un equipo misionero estable, una dirigencia emergente y el apoyo del obispo de la diócesis. Estos elementos se convirtieron en factores detonantes de un complejo proceso sociocultural que junto con las autoridades civiles, ejidales y militares (con el levantamiento indígena de 1994), desembocó a lo largo de 40 años en la creación de los gobiernos autónomos con el potencial de desplegar la Iglesia autónoma en espacios donde los religiosos mestizos no alcanzan a llegar y mucho menos a vivir. Sin embargo, con una respuesta disciplinaria a la carta que llegó desde Roma en 2006 y que suspendió cualquier ordenación, incluso la de diáconos, se ha intentado detener ese extraordinario proceso autóctono.
Con la descomposición social de Chiapas desde la aplicación de la “guerra contra el narcotráfico” de 2006 del ex presidente Felipe Calderón, la expansión del capital en su forma criminal ha logrado penetrar y romper los tejidos comunitarios de comunidades en algunas regiones de Los Altos y Selva Lacandona. Lo paradigmático del padre Marcelo es que aunque logró el sacerdocio célibe —y que como parte de la segunda generación de religiosos formados en la inculturación del cristianismo, la “opción preferencial por los pobres” y la experiencia de resistencia de las Abejas de Acteal— en la práctica también actuaba como mediador de paz en conflictos como en Pantelhó y Simojovel.
Alcanzar la justicia en el caso de Pérez Pérez ahora se enfrentará con un obstáculo: la designación de Jorge Luis Llaven Abarca como nuevo fiscal de Chiapas. En un pronunciamiento conjunto y publicado el 3 de diciembre, sesenta organizaciones denunciaron que su “gestión se caracterizó por el uso excesivo de la fuerza pública, represión a defensores de derechos humanos, detenciones arbitrarias y torturas”.
El cobarde asesinato del padre Marcelo se configura como un atentado a la Iglesia autóctona y además al proceso por el cual las comunidades no sólo han alcanzado importantes niveles de organización, sino también de paz y libertad.