LA EXPERIENCIA DEMOCRÁTICA EN LA “MONTAÑA ROJA” DE GUERRERO / 333
ENTREVISTA CON OTHÓN SALAZAR Para el invierno de 1989, el profesor Othón Salazar había presidido el ayuntamiento de Alcozauca, Guerrero, por cerca de tres años. Con estos, sumaban nueve los años consecutivos que la oposición socialista gobernaba allí. Lo siguió haciendo. La experiencia opositora en tierra na savi (mixteca se decía entonces) señalaba un hito en la historia política regional. Ignorada por el centro, incluidos los sucesivos partidos de izquierda que formalmente daban su membrete a planillas opositoras, la experiencia de Alcozauca ilustraba las posibilidades y las limitaciones de los gobiernos autónomos. La presente entrevista, producto de una larga conversación en la cabecera municipal donde Salazar nació y trabajaba, no incluye su intensa biografía política como dirigente magisterial en los años cincuenta y sesenta, preso político y militante. La aventura municipal de la “Montaña Roja”, como se llamó a la región, había ocupado para entonces toda la década de los ochenta.
–¿Por qué es “roja” esta región de la Montaña?
–Los primeros antecedentes de la izquierda en esta región los encontramos hacia 1919, con la formación del Partido Socialista del Sur, a cuyo congreso constituyente asistieron delegados de Tlapa y Alcozauca. Después apareció una célula del Partido Comunista Mexicano (PCM), que tuvo una participación en las luchas políticas de ese entonces, especialmente por la educación socialista. No es casual que por acá llegara el Boletín de la URSS, aunque mucho lo usaban para hacer fuego y envolver el pollo. Estos antecedentes tienen que ver con los resultados que obtuvo el PCM en las elecciones de 1979, las primeras en que pudo participar. Alcozauca se convirtió en el primer municipio del país gobernado por miembros del PCM. El prestigio de la oposición de izquierda en La Montaña tenía un fundamento. Los caminos, las veredas, las calles, el Zócalo se teñían de rojo con nuestras banderas.
–La marginación en esta región no es distinta a la que padecen en otros sitios de Guerrero y Oaxaca. ¿Cómo explicas esta disposición particular a la lucha socialista, incluso a la simple participación política?
–Si en La Montaña levantamos ámpula roja fue por tenacidad, un esfuerzo organizativo agotador, una presencia en las buenas y en las malas que la gente valoraba mucho; luego, una capacidad de iniciativa política de masas verdaderamente viva. Muchos nos metimos a vivir con la gente de acá, sentimos orgullo de su actividad valiente, y dolor por su sufrimiento. Se corrió la voz.
En una ocasión visitamos Malinaltepec, y al terminar nuestros trabajos fuimos a recorrer el contorno del pueblo y allá, en una casita lejana escuchamos un discurso. Mis acompañantes y yo quisimos averiguar quién hablaba y resultó que era un cassette con el discurso de alguno de nuestros compañeros. Asi supimos que ponían grabadoras en los mítines para llevarse los discursos y ponérselos a sus gentes.
Se supo de nuestra presencia; se popularizaron los nombres de nuestros candidatos. Íbamos de una iniciativa política a otra, y la gente se enteraba continuamente de que estábamos presentes en la acción, y eso nos dio la ventaja de construir una fuerza respetable en un tiempo relativamente corto. Antes de 1979 la presencia comunista es bastantito formal, sin iniciativa de acción ni grandes compromisos de lucha. En 1979 adquiere cuerpo propio, cabeza y pies propios, y las ideas socialistas son seguidas por miles de gentes en La Montaña, y gana una iniciativa de acción popular admirable.
La satisfacción de las necesidades que motivaron a la gente a adherirse a la fuerza que representamos está a medias. Aquí hay indígenas que se mueren por las ideas del socialismo. ¿Las entienden? No sé. Ellos dicen: yo soy comunista. Cuando vino el PMS dijeron: no, eso no. Cada cambio de nombre partidario ha sido un problema. No hemos sido suficientemente claros en las cuestiones elementalísimas del socialismo. La gente se queda con la figura que simboliza sus esperanzas: PCM, PMS, UPG. A pesar de los tres triunfos consecutivos, el cambio no es una gran hondura por las resistencias a la concientización elemental de la gente. Los elementos ideológicos son débiles. Si le rascas, queriendo encontrar nociones de socialismo científico, encuentras que no hay.
–Uno ve aquí la persistencia de una gran religiosidad que ha logrado conciliarse de una manera muy original con lo que tradicionalmente entendemos como socialismo. ¿No es contradictorio que eso tenga una eficiencia política?
–Quienes dirigimos el proceso consideramos a la ideología como oro molido, pero en política cuenta lo que ayude a la lucha por el cambio, y si un indígena como los de Pueblo de Dios (comunidad recientemente establecida) defiende al socialismo desde su tribuna, diciendo a la gente que Jesucristo habló con ellos y les dijo “socialismo bueno, PRI malo”, a nosotros nos parece que ya es un avance que aquella gente comprenda que somos sus compañeros. Si voy a Pueblo de Dios y tienen preparada una procesión de mil doscientas gentes y van y me ponen velas y un ramo de flores en la mano, sería una tontería política y una ofensa decirle: “Juanito (líder espiritual de esa comunidad), discúlpame, esto no; luego te explico pero no me des esto”. En cambio, con haber encabezado la procesión, mujeres en una fila, hombres en otra, fue conmovedor el cariño que mostraron al ver con ellos al presidente municipal y al regidor de Hacienda.
–¿Qué tanto hay aprendizaje al revés, de ustedes?
–Nuestros éxitos son modestos. Las limitaciones personales de muchos de nosotros no han permitido entregarle al movimiento socialista indígena de esta región un proyecto ideológico en mejores términos, que les sirva de guía ahora y después para su batalla desigual, llamada a prolongarse quién sabe por cuánto tiempo. Se dirá que aquí no ha pasado nada con la propiedad de los medios de producción. Este municipio no tiene siquiera capitalismo incipiente. Alcozauca es socialista por la fuerza de masas adherida que ha vencido en las elecciones: un municipio democrático. ¿Quien aprendió de quién, y qué enseñó? Aquí nadie sabía qué es una manifestación, un discurso político; nadie había escuchado palabras que impugnaran la política gubernamental, ni había visto a un grupo de gente que enfrentara a los dueños del poder, ni una mano fraternal que asumiera cuanto implica la solución de los problemas comunales. La parte dirigente de izquierda ha dado enseñanza a su base social, pero a nuestra vez hemos aprendido mucho. En mi caso, me sentí bastante débil cuando pretendí aplicar la visión de partido con plenos de Comité Central y reuniones de la Comisión Política. La gente nos enseñó: somos indios, pero si dudabas de nuestra capacidad para hacer cosas en favor del cambio, te vas a desengañar. La gente se incorporó a las marchas de tres días, que no son cualquier cosa; mostró valentía. Nos sentíamos discurseros ante la entrega de los mixtecos y su inventiva para exaltar los símbolos de la fuerza partidaria que los han organizado. Trasladaban los símbolos religiosos para llenarlos de contenido político.
–¿No sienten el riesgo de que el vanguardismo socialista se convierta en una forma de paternalismo?
–Sí, existe ese riesgo, pero nos hemos dado cuenta porque encontramos una base popular impregnada de paternalismo. Nuestra lucha ha tenido que librarse en términos enérgicos para ir sacando a los indígenas de ese espíritu. Hemos conseguido enormidades; aún hay manifestaciones paternalistas que parecen orgánicas, pero en general la gente valora que los socialistas les abrieran los ojos para comprender que su cabeza y sus pies sirven, y que hace falta que tomen en sus manos la suerte de la lucha por emanciparse de cuanto los oprime. Todavía existen aires de caudillismo, pero ahora la gente sabe que tiene sus propias posibilidades para pensar, opinar, decidir, comprometerse.
–¿Existe una tendencia hacia la autonomía? ¿O es una región donde los indígenas han estado tan marginados que se han desdibujado las potencialidades culturales que sí tienen otros pueblos del país? Los mixtecos han mostrado tener una alta capacidad de sobrevivencia pero ¿cómo encuentras su fuerza cultural en esta región?
–Bastante debilitada. La migración hacia la costa de Guerrero, a Veracruz, Cuautla, Sinaloa, Baja California o Estados Unidos ha introducido elementos deformadores de la personalidad cultural. No queda una danza autóctona en estos pueblos, ninguna de las numerosas que me tocó ver durante mi niñez. Las artesanías han venido a menos. Los huipiles que lucían nuestras mujeres, hermosísimos, apenas los puedes encontrar en Metla. En Alcozauca, ninguna comunidad mantiene esa vestimenta y es una rareza que en Ixcuinatoyac te encuentres a una mujer ataviada con huipil. Pero no era la cosa solamente de vestirlo, de lucirlo; era cosa de hacerlo, como todavía se hace y luce en otras partes. El calzoncillo blanco, adiós. Ahora, los hombres usan pantalón de moda. Y camisa vaquera.
El idioma originario está infiltrado de palabras en español. Los hábitos alimenticios han cambiado para peor. Han perdido la mezcla del maguey tierno, del quiote tierno, que hacía de las tortillas algo delicioso; han perdido la mezcla de la tuna de distintos colores y la espiga tierna con la masa del maíz, que tenían un sabor excepcional y mayor valor alimenticio. Las hierbas que se comían aquí han venido a menos, aun cuando formaron parte básica de la dieta. No veo los quintoniles, ni los aranches. La tierra da poco, ya no es lo que fue, dejó de ser cultivada. En otro tiempo había trojes estupendas en las comunidades, culminadas con un cerro de calabaza; se veía porcino, gallinas, guajolotes en grande.
La gente dejó de vivir sólo en el lugar donde nació y comenzó el movimiento. Un desarraigo. Por ejemplo, Xonacatlán tiene no menos de quinientas gentes nacidas allí radicadas en otra parte. Casas abandonadas, aquí mismo en Alcozauca y en otros lugares, de gente que se fue a donde la vida sea menos dura.
–¿Cual sería tu autocrítica a la administración socialista?
–La enorme falla del equipo actual, y quizá también de los demás, es que siendo un municipio democrático, debimos vivir y respirar una democracia, y desde un principio organizar a las comunidades de manera que participaran en las decisiones sobre asuntos que incumben al interés general. Eso no marchó bien. Además, no me he resignado a ser Presidente Municipal, ni dirigente político municipal. Eso me mantiene continuamente inquieto por el destino de la lucha en su conjunto, y salgo. Debo tener presente que, siendo una gota en el mar, nuestro movimiento municipal es parte del torrente de fuerzas que lucha por cambiar el país.
Lo que está en juego es una política de profundo contenido social, que si bien no la hemos podido llevar a la distancia ni con los alcances deseados, hemos procurado hacer ver que no llegamos con mentalidad de varilla y cemento.
En donde hemos tenido resultados importantes es en el agua potable. Se vive en unas condiciones de falta de higiene espantosas. Y había que ver el agua que se bebía aquí. Finalmente dotamos de agua potable a siete comunidades. El presupuesto del municipio se ejerce dándole material a las comunidades: que su escuelita, que sus instrumentos musicales; nos falta poner bien en sus manos la responsabilidad del presupuesto, que por primera vez lo tienen por acuerdo de una entidad formidable surgida en esta administración, la Junta Popular Municipal; éste es el único municipio del país que tiene algo así. La Junta se formó con los comisarios municipales propietarios y suplentes, con todos los principales de las comunidades que tuvieran interés en formar parte y con cinco ciudadanos de cada pueblo electos en asamblea comunitaria; alrededor de unos doscientos miembros. La mera verdad, ellos nos ayudaron.
–¿Qué tienes que decir en relación a las políticas indigenistas?
–Hay una preocupación que me cala muy hondo. El Instituto Nacional Indigenista (INI) existe porque los pueblos indígenas de México no son dueños de su destino; es una institución para captar la voluntad de los indígenas hacia intereses de clase que no les corresponden; ofrece tranquilidad a las clases dominantes. Claro, lo que el INI hace por las comunidades no es despreciable. Pero no debería continuar con una política paternalista, mediatizadora, paliadora. Debería ser una institución que devolviera al indígena su derecho a intervenir con toda la fuerza de su número y su conciencia en las soluciones que requiere su emancipación social. Los pueblos no pueden esperar el socialismo para sentirse liberados. Bajo un régimen capitalista como el actual es posible conseguir áreas de desarrollo democrático. Mientras haya INI el indígena estará atenido a los programas y las concepciones, los encargos y las tareas que se le dedican cada sexenio, cuando se trata de que se promueva un movimiento que haga valer la experiencia de los pueblos.
Si existe política indigenista es porque no existe una política propia de los pueblos. Sigue resultando elaborada, aplicada, diseñada y estructurada en ausencia de los sujetos reales. Hay un indigenismo que teme la manifestación de las capacidades propias de los pueblos; los pueblos no pueden esperar que el indigenismo respete el sentido de clase de sus luchas, siempre va a estar impregnado de elementos oficialistas según conveniencias de la clase dominante. Por más que se diga y haga, el indígena seguirá comiendo las sobras del país.
El volumen de problemas, el número de gentes y la gravedad de las cosas justifican la creación de alguna entidad de gobierno que se pusiera por completo en manos de los propios indígenas. Y no para que formaran un mundo aparte, sino para que ejerzan su derecho a ser mexicanos sin complejos ni marginaciones, con responsabilidad ante los grandes problemas de la vida nacional.
Contra la mediatización no encuentro otra alternativa que la que proviene del espíritu de clase de los pueblos indígenas. No veo ninguna posibilidad de que los de arriba accedan a la creación de organismos que permitan romper los lazos de dependencia. Ahora, sin escuchar el pensamiento de los pueblos indígenas no debería aventurarse ninguna alternativa; es preciso un proceso de reeducación a través del movimiento de los propios pueblos. Todo lo que venga del mundo de los cambios sexenales, de las innovaciones dientes para fuera que hablan por los indios, es pura perdedera de tiempo.
Hay cambios importantes, mayor conciencia democrática, un espíritu combativo, alguna noción de la lucha revolucionaria; si en la conciencia de miles de gentes el PRI ha caído hasta el suelo, visto como lo que es, un instrumento explotador, no es por prédicas, no es por discursos, sino por el movimiento que estimula los recursos interiores de los indígenas. Ahora la gente tiene la idea de que no perderá nunca, de que ha ganado tres veces, de que la cuarta también, de que la quinta, de que el PRI jamás volverá a gobernar. Los mixtecos de Alcozauca saben que el peso númerico que decide las victorias es el de sus comunidades.