CON M DE MEZCAL / 335
Si hablamos de booms gastronómicos recientes, el mezcal es lo primero que viene a la cabeza. Y ese referente nos conduce siempre a la bella Oaxaca, meca del mezcal por su variedad genética de agaves. Se ignora, entonces, que hay otras regiones del país, si no es que casi todo el territorio mexicano, que producen variedades de mezcales, por supuesto menos conocidas y muy diferentes a las oaxaqueñas. Además, estas regiones quedan rebasadas por la producción de otras bebidas, como la cerveza, dejando de lado su rica y originaria bebida.
Ante este panorama, tratar de popularizar los otros mezcales resulta difícil, pues aún se sienten las limitaciones. Sin embargo, la lucha se hace presente cuando uno mira el cartel de un popular “MezcalFest” de la colonia Roma en donde se anuncia que sólo habrá mezcales del norte. O cuando el andariego se encuentra a su paso una “Ruta del mezcal” en cualquier estado del país. Esos pequeños detalles delatan el trabajo de aquellos que producen los denominados “otros” mezcales y que ahí la llevan.
Y así uno va a dar a Mascota, un pequeño municipio al oeste de Jalisco caracterizado, además de por su singular nombre, por la producción de un destilado único. Hallamos en Mascota un mezcal muy aromático y frutal y pegador para el hígado. Nocaut de sabor. La raicilla parece competir en las ligas mayores mezcaleras por todas sus virtudes, sin embargo, no es así. Su auge es apenas reciente y parece ser que sólo se consume entre los locales y entre los catadores que pasan por el pueblo, extraviados o no.
Aunque en la carretera de Guadalajara hacia Mascota se anuncia constantemente una “Ruta de la raicilla”, a la par de una “Ruta del Peregrino”, no abunda en especie. Apenas son algunos restaurantes y vinaterías en el municipio quienes comercian esta bebida espirituosa. Ya no digamos los palenques, que en Mascota se denominan tabernas, tampoco abundan, y si las hay están cerradas al público. Incluso el edificio del Consejo Mexicano Promotor de la Raicilla A.C. se mantiene ausente.
Al parecer la raicilla padece toda la convulsión del tequila, su pariente de gran escala. El paisaje más próximo de Mascota son monocultivos de agave tequilana. Cientos y cientos por todo el cerro. En uno de los recorridos que marca la “Ruta del mezcal” y que abarca los poblados de El Cimarrón Chico, la Yerbabuena y Navidad sólo se miran palenques tequileros, vacas y milpas secas. El agave lechuguilla1 parece aguja en el pajar. En este recorrido no es sino hasta el poblado de Navidad que uno puede zamparse unos buenos tragos de raicilla y eso si se encuentra abierto el único barcito del poblado, diminuto también como su agave.
Y aunque la “Ruta de la raicilla” se anuncia con más de 40 tabernas disponibles y variedad de marcas a lo largo y ancho de los poblados de Atenguillo, Talpa de Allende, El Tuito, San Sebastián del Oeste y Guachinango, lo que hay es tequila. Se entiende que la raicilla se esconde en las pequeñas tabernas del centro de Mascota, todo en un entorno de trabajo familiar. O en el teporocho del quiosco, que presume conocer al tío del primo de un amigo que hace raicilla.
Y parece que ése es el encanto de la raicilla, su poca popularidad (todavía), pues uno asume que parte de tomar el destilado es el viaje hacia su encuentro. Y también que no haya explotación de la materia prima y que las ganancias sean entre los pequeños productores y los campesinos.
El mezcal raicilla, desde su denominación de origen en 2019,2 pasa a ser uno de los mezcales jaliscienses más ricos y singulares, incluso superior a otros destilados como el tonaya o el mismísimo tequila. Aventurarse a probar no está de más, ya es el paladar de cada quien. Queda, por ahora, escribir mezcal con M de Mascota, Jalisco.
Salud.
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Notas: