INDIGENISMO, LUCHAS Y CAMINOS EN LA MONTAÑA DE GUERRERO
El analfabetismo en los indios es de los más altos, sin que en años anteriores se hayan preocupado por hacer variar estas personas y sus condiciones; y lo que es peor, ello ha creado una actitud de franco resentimiento de parte de los naturales en contra de la población mestiza y blanca y elementos oficiales, a los que no se cree nada, mirándolos con recelo y a la inversa éstos. No pocos prejuiciados tienen el concepto de que los nahuas son flojos, tontos e irredentos y por lo mismo, los menosprecian, los explotan y humillan desembocando todo en situación negativa y grosera. […] se tiene la desagradable sensación de hallarse en un país extraño y absurdo en donde poco se sabe de nuestra última revolución social ya que no solamente hay pobreza e ignorancia, sino aspectos coloniales y hasta prehispánicos que llenan de angustia.
ALFONSO FABILA
En 1954 Alfonso Fabila y César Tejeda realizaron un reconocimiento etnográfico en los distritos de Álvarez, Morelos y Zaragoza, correspondiente a los municipios de Chilapa, Tlapa y Huamuxtitlán, Guerrero. El resultado fueron los dos volúmenes de Problemas de los indios, Nahuas, Mixtecos, Tlapanecos de la Sierra Madre del Sur del Estado de Guerrero (exploración socieconómica), un estudio clave para entender la situación social regional de la época.
Fabila recibió la invitación del gobernador Dario L. Armenta, quien solicitó al Instituto Nacional Indigenista (INI) un estudio para la creación de un Centro Coordinador Indigenista (CCI) en la entidad. Fabila aceptó la encomienda. En Chilpancingo estableció comunicación con Alejandro W. Paucic, quien le apoyó en la logística. El objetivo del estudio era realizar un diagnóstico para impulsar acciones indigenistas y “planear el mejoramiento de los indígenas nahuas, mixtecos y tlapanecos de la Sierra Madre del Sur del Estado de Guerrero” (Fabila, 1995: VII). El trabajo de observación y sistematización de datos lo realizó durante varios meses de estancia en la región y recorridos a pie y en caballo. Sus reflexiones y escritos retratan la crueldad y el drama social de los indígenas. Describe un panorama triste.
El documento es acompañado de datos estadísticos, fotografías, mapas, reflexiones y propuestas de desarrollo. Es un texto pionero de la antropología y las etnografías realizadas en la región, la problemática social y aspectos culturales de los pueblos indígenas. Las fotografías resaltan paisajes de casas de adobe, teja, zacate y cañuela. Se observa a los indígenas con ropas o harapos de manta, portando sombreros de palma, calzones de manta, descalzos o con huaraches, cargando morrales, leña, ayates o bultos de maíz en el campo. Las mujeres vistiendo huipiles, con rebozos; acarreando agua de los pozos y ciénegas, cuidando a sus hijos o acompañando a sus esposos en los maizales y faenas agrícolas. Las imágenes retratan a hombres y mujeres en sus casas precarias. Caminando en calles de cabeceras municipales, cruzando barrancas, en caminos de herradura o veredas boscosas. Indígenas con rostros serios, melancólicos, extraños, sorprendidos o indiferentes a la cámara fotográfica. Más que un registro etnográfico es un retrato de la miseria y el drama social en el sur de México y, en palabras de Alfonso Fabila, similar a la época colonial. Los términos utilizados por los mestizos para referirse al indio o montañero tenían, y aún tienen, connotaciones de menosprecio.
Con las políticas indigenistas de la década de 1960, arribaron a La Montaña los proyectos sociales de intervención a las comunidades y pueblos indígenas. La construcción de obras sociales como el CCI, la carretera que une a Tlapa con otras cabeceras municipales; la creación de escuelas primarias y secundarias, entre otras acciones. Gradualmente se creó una burocracia de mestizos e indígenas que inciden en la región.
El proyecto estratégico que impulsó el INI mediante los CCI en coordinación con la SEP fue el Servicio Nacional de los Promotores Culturales Bilingües para formar a quienes serían los intermediarios, los agentes del cambio y artífices de la transformación sociocultural en las comunidades indígenas. El programa fue creado por la SEP en 1964, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Los objetivos del programa eran la alfabetización en la lengua materna y la castellanización con nativos indígenas. El proyecto se aplicó en regiones indígenas con alta marginación social y escasos servicios. Fue una acción de la política educativa indigenista, pero los obstáculos a que se enfrentaron los ejecutores del proyecto fueron demasiados debido a la falta de infraestructura en las regiones donde se impulsó.
El diagnóstico realizado por Fabila y Maurilio Muñoz fueron argumentos utilizados para impulsar la educación. Ambos indicaron las dificultades de ser maestro en la región y los problemas para impulsar la castellanización. Muchos mentores tenían limitaciones al no poder comunicarse con una población indígena con elevado monolingüismo. Fabila señaló, como ejemplo, que en Alcozauca “los niños le tenían miedo al maestro, porque no habla mixteco”. Desde la década de 1950 Anselmo Marino Flores señalaba que más del 90 por ciento de la población de Metlatónoc era analfabeta (Obregón, 1997). La situación por la que pasaban los indígenas que arribaban a la ciudad de Tlapa para estudiar era de dificultades. Eran objeto de burla, discriminación, rechazo, menosprecio a su vestimenta y padecían el racismo de la sociedad mestiza. Los maestros amonestaban con regaños y descalificaciones a los niños indígenas. No les permitían hablar su lengua o eran objeto de violencia verbal y física.
El programa de formación de promotores culturales bilingües inició el 1 de agosto de 1964. Tuvo una duración de dos meses. Las asignaturas impartidas fueron: Técnicas de castellanización y alfabetización, Organización escolar, Cantos y coros escolares, Elementos de lenguaje, Técnicas audiovisuales, Juegos organizados, Higiene y salubridad rural, Prácticas agropecuarias, Civismo, Educación física aplicada a la escuela y al medio rural. También se les enseñó a elaborar carteles y utilizar franelógrafo. Los cursos fueron rigurosos y se complementaron con conferencias de los coordinadores del CCI, profesores y promotores de otros centros del país. Se les capacitó bajo los postulados del indigenismo para fungir como agentes de cambio social, asumir tareas y compromisos en las comunidades.
En noviembre de 1964 se terminaron de construir las instalaciones del CCI de Tlapa. Para inaugurar las obras acudieron autoridades federales, estatales y locales. El día 24 fue inaugurado el edificio del CCI Tlapa por el presidente Adolfo López Mateos, el director nacional del INI Alfonso Caso y el subdirector Gonzalo Aguirre Beltrán. El indigenismo como política oficial y su versión educativa tuvo efectos distintos entre la población. Las acciones indigenistas, bajo el enfoque de la castellanización, provocaron cambios y transformaciones en los sujetos que recibían instrucción educativa. Les posibilitó el acceso a ciertos conocimientos, la posibilidad de un ascenso social y un mayor posicionamiento profesional e incidencia en sus lugares de origen.
La educación indigenista tuvo características de una marcada violencia física y simbólica que promocionaba el desapego a la lengua y cultura indígena. Los primeros promotores actuaban como castellanizadores promoviendo el olvido de la lengua y las prácticas comunitarias. Eran, como después lo catalogaron algunos, “etnocidas” de su propia cultura y fueron sujetos a una crítica dura en lustros posteriores. Aunque los promotores indígenas contaban con poco reconocimiento dentro de la jerarquía del instituto, tenían una presencia importante dentro de sus comunidades debido a su papel como gestores entre el INI y la comunidad. Los promotores empezaron a tener una mayor presencia política, educativa y a incidir en las luchas regionales.
De este actor colectivo surgió uno de los primeros movimientos de lucha por sus derechos. El 1 de enero de 1965 inició una lucha por sus pagos que cimbró a la sociedad regional y obligó a las autoridades del INI a ceder a las demandas. La lucha emprendida se dio en el contexto del combate militar antiguerrillero del Estado mexicano en diversas partes del país, particularmente en la Sierra de Guerrero, la Costa Chica y la Costa Grande contra la guerrilla de Lucio Cabañas. El ejército inició planes de contrainsurgencia en La Montaña. Para el Estado los maestros bilingües e indígenas eran (son) proclives a la insurgencia, por eso los “Lapa”, los verdes, recorren desde los sesenta y setenta los senderos de La Montaña.
La etapa de 1967 a 1970 es de organización y consolidación de un equipo de trabajo. Antes ya había un núcleo dirigente regional que postulaba cambios sociales desde el magisterio y promovía la articulación con los promotores bilingües. De 1974 a 1975 los promotores pugnan porque ya no les manden supervisores de fuera y exigen que sean nombrados por las bases. Entonces se proponen conquistar las direcciones regionales y las supervisiones a través de movilizaciones. En 1974 inician un movimiento por la reubicación de acuerdo con los criterios lingüísticos y a la lengua de cada promotor.
En La Montaña los promotores bilingües luchaban por demandas educativas y laborales. También los maestros afiliados al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) promovían al Partido Comunista Mexicano. La represión cobró víctimas como el profesor Joaquín Sánchez Pineda, entre otros que fueron desaparecidos. De La Montaña surgen varios maestros que conocieron las experiencias organizativas de otras partes del país y participaron como delegados, elegidos por la base, en la creación de la combativa Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en 1979, en Chiapas. En otro sentido caminan experiencias impulsadas por los “comunistas” y maestros bilingües que disputaban los espacios a caciques regionales y grupos de poder local aliados del PRI. La disidencia magisterial sufre los embates, la represión y desapariciones, las maestras el acoso sexual y hostigamientos laborales.
De 1980 a 1990 se constituyeron organizaciones con distintos perfiles abanderando demandas por el territorio. Es la década en que los pueblos indígenas se articulan en red y con una organización amplia, independiente y fuerte que los cohesiona en sus luchas. Los indígenas tienen una mayor participación en los procesos políticos y mediante acciones directas realizan tomas de tierra y de instituciones oficiales. La colonia popular Emiliano Zapata, en Tlapa, es un ejemplo de estudiantes egresados de la UAGro y activistas independientes con los postulados del proyecto universidadpueblo. Estos se alían con indígenas e impulsan la primera toma de tierras en la región. El suceso marca el inicio de las organizaciones independientes que en próximas décadas convergen con los postulados por la autonomía, la seguridad y la justicia comunitaria.
En 1980 el PCM gana las elecciones en el municipio Ná Savi de Alcozauca y siembra esperanzas, organización y gradualmente esas experiencias se repiten en Malinaltepec, Xochihuehuetlán y otros municipios bajo las banderas del PRD. De las luchas encabezadas por los maestros del Movimiento Revolucionario del Magisterio, los maestros bilingües, el Partido Comunista Méxicano, el PSUM, las organizaciones sociales y los pueblos indígenas fue derivando en las luchas electorales y tribalismo político.
De 1990 al 2000 se ve emerger a una disidencia política expresada en la lucha por espacios de representación municipal y electoral. La represión es constante. Surgen organizaciones independientes como la Unión de Obreros y Campesinos Emiliano Zapata, la Unión de Comunidades Indígenas de La Montaña, el Frente de Organizaciones Democráticas de La Montaña, que fueron consideradas por el estado como “duras y radicales”, aunque surgieron de asambleas, con un fuerte trabajo de base comunitaria y la acción directa como forma de exigencia de soluciones. En la década convergen en la lucha de oposición las propuestas autonómicas, la defensa de los derechos humanos con organismos como Tlachinollan y las opciones por el sistema comunitario de seguridad como la Policía Comunitaria.
La campaña continental en oposición a la celebración del V centenario de la colonización de Abya Yala unió a diversos pueblos y organizaciones indígenas. El Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular emerge y articula demandas por la autonomía, el etnodesarrollo, el territorio, la oposición a los megaproyectos y la minería. Los dirigentes indígenas plantean postulados desde la reflexión y el pensamiento comunitario; conceptos, ideas que vienen de la profunda memoria y resistencia afloran. El “nunca más un México sin nosotros” es un clamor que germina desde las montañas del sur. El gobierno estatal y federal reprime. La lucha sigue.
El parteaguas es 1994. La insurrección indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tiene ecos en La Montaña y todo Guerrero. En un primer sentido las organizaciones y pueblos indígenas se identifican con las demandas; se solidarizan y apoyan desde el ámbito civil a los insurrectos; en un segundo plano los convoca a reflexionar, a cuestionar de manera crítica y autocrítica las políticas gubernamentales, asistencialistas y el paternalismo oficial. Muchas poblaciones y dirigentes realizan consultas y debates internos. Otros se lanzan a la Convención Nacional Democrática en agosto de 1994, en Chiapas. La militarización de La Montaña ocurre pronto. Las organizaciones son golpeadas y acusadas de vínculos con grupos armados. Tlachinollan documenta desapariciones, secuestros a campesinos, maestros, dirigentes o personas que son acusadas e incriminadas bajo tortura por los órganos de seguridad, a declararse subversivos o guerrilleros. La represión diezma a las organizaciones e inhibe la lucha. El surgimiento del Ejército Popular Revolucionario, en 1996, pone en la mira a los disidentes. Maestros bilingües, organizaciones sociales, mujeres, policía comunitaria, comisarios, estudiantes…, todo aquel que se manifiesta o cuestiona a las autoridades es, en la lógica del aparato del Estado, proclive a la insurrección.
La lucha que durante décadas han mantenido los pueblos indígenas de La Montaña, ante los embates de represión, ha derivado en las opciones por la democracia electoral y bajo postulados de partidos políticos. Del unipartidismo al multipartidismo se han generado nuevos procesos etnopolíticos que han dividido a pueblos. Otras opciones van hacia la educación propia, el etnodesarrollo, los derechos humanos, la defensa del territorio, la participación de las mujeres en órganos de poder comunitario, la oposición a las mineras. De 2000 en adelante se sigue escribiendo la historia y abriendo caminos.