JUANACATLÁN O EL ARTE COTIDIANO DE LA RESISTENCIA
A la memoria de Samir Flores Soberanes
En los últimos días, el colonialismo del bienestar ha tomado posición frente al pueblo de Juanacatlán, Jalisco. Este colonialismo no es nuevo. En Jalisco data por lo menos desde 1893, fecha en que se inauguró la planta eléctrica El Salto para fines comerciales y capacidad industrial. Desde entonces se impone control en los territorios donde se decide instalar el negocio industrial mediante un chantaje: el supuesto bienestar para la gente a través de la creación de empleos. En los hechos, esto se traduce en complejos industriales que incitan a la velocidad, al trabajo desgastante y la distancia entre las personas. Se construyen espacialidades al margen de la escala humana: hidroeléctricas, presas, autopistas, aeropuertos y corredores industriales. Todos sus efectos son desastrosos. Las personas enferman, se contamina el aire, el agua y la tierra, se suprime la calle y la cultura popular empobrece. El ruido de la industria, el tráfico y la estandarización de la infraestructura destruye la experiencia sensorial, el sentido del lugar con que la gente se orienta en su tierra.
En el año 2019, el pueblo de Juanacatlán, con sus luchas cotidianas, rechazó este colonialismo y logró detener la construcción de la termoeléctrica La Charrería que pretendía instalarse en su territorio con capital de la empresa Fisterra Energy. La amenaza de este megaproyecto está de regreso envuelto ahora en un discurso oculto1 que articula prácticas y exigencias de poder. Por un lado, Emilia Esther Calleja, directora de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), dice que está en marcha un estudio de factibilidad sobre la construcción de la termoeléctrica en Juanacatlán, pero que no es seguro que se construya. Lo mismo repite la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcena. Mientras, el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, cabildea con la secretaria de Energía, Luz Elena González, para solicitarle apoyo para que las empresas de semiconductores que están instaladas en el estado cuenten con suficiencia energética. Luego, el senador de Morena por Jalisco, Carlos Lomelí Bolaños, anuncia la inversión federal de 571 millones de pesos para la termoeléctrica en Juanacatlán, cuyo objetivo es “el desarrollo y la generación de fuentes de empleo”.2
Este tipo de discurso es parte de la forma de gobernar de los poderosos. Oculta lo que ya se está preparando; por ejemplo, la construcción de una central de ciclo combinado en Jalisco, como parte del Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional, al mismo tiempo que se anuncia la inversión federal de 7 mil millones de pesos y la inversión estatal de 2 mil 295 millones de pesos para “sanear” la cuenca de los ríos Lerma y Santiago.3 Con ello vendrán más megaproyectos: plantas de tratamiento, colectores e infraestructura para las industrias. Enrique Alfaro Ramírez, anterior mandatario de Jalisco, invirtió 7 mil 333 millones de pesos para el saneamiento del río Santiago y éste, según se puede constatar, sigue siendo un desastre ecológico.
El colonialismo del bienestar debe ser derrotado no sólo en Juanacatlán, sino en cualquier otro pueblo, territorio o barrio donde las pesadillas de los ricos se quieran materializar a través de la dictadura del planificador y el chantaje empresarial de la generación de empleos. El pueblo de Juanacatlán tiene experiencia en detener este tipo de colonialismo. Es una lucha que aquí denomino el arte cotidiano de la resistencia. Es curioso que las formas cotidianas de resistencia no llaman la atención a la academia ni llenan los titulares de los periódicos.4 En buena medida se debe a que no son acciones espectaculares como podrían ser las grandes movilizaciones de masas. Sin embargo, valdría la pena aprender de cada acto creativo de esta resistencia, pues en ella se cultiva la intensidad del compromiso político y el carácter terrestre de la misma, esto es, la conciencia de que la disputa por la tierra es lo que definirá el tipo de espacialidad donde se vivirá. Señalo tres aspectos cotidianos de esta resistencia.
Uno. En Juanacatlán se organizan ante las amenazas y caminan su territorio para conocerlo y reconocerlo. En la historia reciente, lo han hecho por lo menos desde 1988 cuidando sus bosques de roble, encino, tabachín, fresno y otras especies. Han enfrentado la caza furtiva, los incendios y la urbanización.5
Dos. Toman nota de cada lugar y de cada agravio, saben quiénes son sus enemigos y toman posición frente a éstos. Reconstruyen su identidad en la práctica6 tendiendo puentes entre su pasado indígena coca7 y la pluralidad social del presente.
Tres. Custodian la memoria del pueblo a través de su historia y cultura. Con ello defienden la tierra, sus semillas, la vida no humana y sus aguas. En síntesis, materializan su libertad social en tanto deciden como pueblo cómo quieren vivir: libres de industria, libres de megaproyectos y libres de minería, o sea, libres del colonialismo del bienestar.8 Ésta es la base del arte cotidiano de su resistencia porque tienen el deseo de vivir y no necesidad de vivir.
Por eso su resistencia es muy particular. Cuando se oponen con fuerza a las sinrazones del poder, no están apelando a la noción de resistencia jurídica cuya raíz es la ideología liberal,9 sino a la resistencia vernácula que niega a quien pretende borrar la cultura de la gente común. La resistencia que se observa en Juanacatlán son luchas cotidianas (caminatas, asambleas, talleres, manifestaciones, actividades culturales, ritos) con las que edifica la conciencia que rechaza la irracionalidad del poder y sus prejuicios destructivos. Es la manera como van acumulando fuerza moral y política.
Con sus prácticas, no demandan la conservación del actual orden político social como si éste fuese justo, democrático y neutral, ilusión de quienes siguen insistiendo en la existencia de tres poderes cuyo equilibrio habría de ser la victoria de la “sociedad civil”. Contrario a esto, apuntalan gobiernos del común, esto es, autoridades responsables con los acuerdos normativos establecidos con las poblaciones.10 Se equivocan quienes creen que el arte de las luchas cotidianas en Juanacatlán rechaza los procesos democráticos y el respeto a las normas constitucionales. Antes bien abanderan comportamientos creativos para el arraigo de las instituciones democráticas en sus pueblos.11 Su resistencia es contra los poderes destructores de los gobiernos autoritarios de las últimas décadas. Tienen ya una imaginación política cuyo programa de mínimos es incomprensible a burócratas, expertos y mercenarios ambientales.
En sus luchas cotidianas está inscrita la proporción como virtud. Esto es, contra la distancia que produce el espacio vehiculizado de los transportes impiden la pérdida de escala humana y la desconexión local de su territorio, nombran los lugares para luchar por éstos. No lo hacen sólo para asignar, como el dogma del planificador, un símbolo cartográfico al mismo, sino para disputar la manera de percibirlos, concebirlos y vivirlos.
No romantizan los lugares ni el pueblo. No son localistas, aldeanos, contemplativos o nacionalistas. Antes bien se abren a la pluralidad cultural del mundo, pero para comprometerse con el lugar, lo que no significa cerrar éste ante lo nuevo y diverso. Comprometerse con el lugar supone practicar la pluralidad en todas sus dimensiones y no la idealización de la comunidad cohesionada y homogénea. La apertura del lugar es una práctica específica de la resistencia. De ahí la constante reconstrucción de la identidad y el lugar que implica la difícil tarea de recuperar la experiencia y control del territorio sometido al espacio del capital.
Este arte cotidiano de la resistencia permite comprender que el crecimiento industrial condena a la gente a la servidumbre y extingue las posibilidades de la vida buena. No sólo consume la energía disponible de las personas, sino que crea desastres: basureros, contaminación y aglomeración urbana. El pueblo de Juanacatlán sabe que el alto modernismo no mejora la condición humana,12 por lo que la opción para revertir el colonialismo del bienestar es acrecentar el respeto por las diferentes formas de vivir e impedir el imperativo empresarial del futuro. Frente a la megalomanía de los poderosos, piensan en lo pequeño, reversible y con opciones de intervenir.
Ninguna resistencia es fácil ni lograda. En todas se batalla con tensiones y contradicciones. Aun con ello, generalizar un aprendizaje de una resistencia cotidiana como la del pueblo de Juanacatlán no sólo nos mantendría, cual centinelas al alba, alertas en nuestras tierras, también nos haría conscientes de su urgente liberación.
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Notas:
1. James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia (ERA: México, 2000), 21.
2. https://labcsa.org/2025/02/11/lomeli-opina-que-juanacatlan-debe-apoyar-termoelectrica/
4. James C. Scott, Weapons of the Weak. everyday forms of peasantresistance (Yale University Press: New Haven and London, 1985), 36.
5. Audiovisual “El Roble A. C. en defensa del bosque de Juanacatlán”, disponible en: https://youtu.be/-zbIf-POu1Q
6. Audiovisual “Rito de San Isidro, Juanacatlán”, disponible en: https://youtu.be/wVb8eU9QuZk
7. Audiovisual ”La cultura indígena de Xonacatlan”, disponible en: https://youtu.be/9eXr19TsVqE
8. Lunes 10 de febrero de 2025, manifestación en Juanacatlán contra de la reactivación del megaproyecto de la termoeléctrica “La Charrería”, disponible en: https://fb.watch/xPcqi-uFNw/
9. Como la versión de Ermanno Vitale. Defenderse del poder. Por una resistencia constitucional (Madrid: Trotta, 2022), 25.
10. Por ejemplo, el Programa de Ordenamiento Ecológico Local del Municipio de Juanacatlán, Jalisco aprobado el 18
de julio de 2022 cuyo Comité de Ordenamiento Ecológico estuvo representantes por habitantes organizados del pueblo. Consúltese: https://juanacatlan.gob.mx/transparencia_docs/articulo_8/3/G/POEL_Juanacatlan_vf_11_08_2022_MARUFOM-JAZJ-VSS-SMD.pdf
11. Véase la asamblea popular del domingo 23 de febrero de 2025. Disponible en: https://www.facebook.com/unsaltodevida/videos/1242860130551522?locale=es_LA
12. James C. Scott, Lo que ve el Estado. Cómo ciertos esquemas para mejorar la condición humana han fracasado (FCE:
México, 2021).