QUÉ ESTAMOS BUSCANDO
Por la mañana, las nubes habían tocado el suelo y estaban sobre las casas impidiendo que el poco calor se esfumara de ellas, pasaban las horas y el viento frío lentamente se levantaba para llevarse las nubes a su sitio. Las mismas que se fueron alargando en el cielo hasta parecer infinitas, llegaban de un extremo a otro sin tocarse.
Salí un poco de la casa, pues el aire ahora era más cálido que adentro y aun con la lumbre en el suelo y los troncos ardiendo la casa no quería conservar nada de calor.
La fuerza del viento me hizo quitar mi largo cabello de la cara. Luego a lo lejos las vi volar, eran aquellas garzas que se posaban en las copas de los árboles, que según cuentan traían abundancia en sus alas, pues si alguna vez se acercaban a un árbol de tu casa para dormir, las personas apostaban a que te llenarías de bendiciones. Y yo sólo un par de veces las había visto moverse por el cielo tan cerca. Sus alas se extendían por el cielo y la parvada se seguía hasta conseguir movimientos uniformes.
Cuando apagaron el vuelo, estaban a unos cien metros de mi casa. Pero no estuvieron todo el tiempo, pronto emprendieron el vuelo hasta que dejaron de ser visibles. Sólo me quedé en silencio pensando qué significaría eso, pues, ¿cómo iba yo a saber a dónde iban?
Ya cuando los grillos se escuchaban cerca de la casa, mi madre me pidió ayudarle a limpiar el maíz para poner el nixcomel. Había en medio de la pequeña cocina de madera dos costales de mazorca, y un chiquihuite grande. Tomé un banco y me senté cerca de ella para poder quitarle el totomoxtle a las mazorcas. El humo que salía de la lumbre apenas me dejaba ver a mi madre, pues acostumbraba dejar un montón de varas encima de las brasas para que humeara en lo que hacíamos algo más.
Al terminar me apuré a sacudirme los pelitos de las hojas, porque luego la comezón parecía no tener final. Con mi madre escogimos el maíz y sólo le ayude a poner la cubeta sobre el fuego para luego sentarme. Me gustaba ver la lumbre, ver cómo salían las líneas de humo de los troncos a medio arder, eso me hacía pensar en que todos podíamos ser un tronco ardiendo en la vida, se avivaba con un movimiento y parecía ser poderoso, pero luego se apagaba…
Por un momento me quedé en silencio, hasta que me atreví a preguntarle a mi madre sobre las garzas, me pareció ver que lo pensaba, pero luego con simpleza me dijo que tampoco sabía, que tal vez se iban a un lugar que ni siquiera era cerca de aquí.
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María Elizabeth Sandoval Brunete es originaria de la localidad de Tepeixco, Zacatlán, Puebla.