ARTE DE LA REVOLUCIÓN O REVOLUCIÓN DEL ARTE / 336
[Varios autores, Pinta la Revolución: Arte moderno mexicano 1910-1950 (en tres tomos), Colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, en coedición con Philadelphia Museum of Art, Fundación Mary Street Jenkins y Secretaría de Cultura, México, segunda edición 2022-23, 157+173 pp.]
La escuela mexicana de pintura y sus alrededores constituyen un corpus fundamental de arte moderno mundial, eso es sabido. Pero la propuesta de estos volúmenes apunta a múltiples aspectos del notable fenómeno en sus décadas definitivas, que lo convierte en una lectura reveladora de ese periodo y sus creaciones. La nueva edición de Pinta la Revolucion pone al alcance del público el estupendo catálogo del Philadelphia Museum of Art y el Museo del Palacio de Bellas Artes para la exposición celebrada en ellos (2016-2017).
El tomo I presenta un planteamiento general del proyecto, así como los antecedentes directos de la pintura posrevolucionaria, el nacimiento del muralismo, la evolución de la gráfica y la enseñanza de las artes. Escriben Matthew Affron, Robin Adèle Greeley, Daphne Cruz Porchini, Renato González Mello y Mireida Velázquez. Nunca está de más volver a los tres muralistas, y al Rufino Tamayo menos “comercial”, pero sobre todo pasar por la obra de Francisco Goitia y Alfredo Ramos Martínez, el Dr. Atl, María Izquierdo e Isabel Villaseñor, para llegar al método de dibujo de Adolfo Best Maugard.
El siguiente tomo revisa al estridentismo y las vanguardias (Linda Klich), los Contemporáneos, la fotografía como creación y registro artístico (Mark A. Castro, Laura González Flores), donde entran Edward Weston, Paul Strand y Tina Modotti como precursores de Álvarez Bravo en un terreno fertilizado por los Casasola, Emilio Amero y Agustín Jiménez. Un aspecto clave en este fenómeno plástico fue su impacto en la pintura, la gráfica y el muralismo en Estados Unidos, tanto por la obra realizada en Estados Unidos por Diego, Orozco, Frida, Covarrubias y ese exilado voluntario que empieza a ser reconocido en México, el regiomontano Alfredo Ramos Martínez.
El tercer tomo se interna en el muralismo estatal entre 1930 y 1940, el formidable florecimiento del surrealismo en México, con la participación de artistas europeos que arraigaron en México y dejaron honda marca en el arte mexicano, como Remedios Varo, Leonora Carrington, Alice Rahon y otros. No quedan fuera del registro la arquitectura posrevolucionaria y moderna, así como el cine, una expresión destacada de las artes nacionales.
Vemos aquí la fuerza torrencial de la creación plástica y gráfica, como relato de la historia patria, como proyecto pedagógico de alcance masivo, propaganda, expresión lírica o bucólica, denuncia, militancia y rebeldía. Gráficamente ofrece un compendio muy generoso de lo creado en ese periodo. El suplemento Ojarasca ofrece en este número algunas de las extraordinarias imágenes contenidas en el catálogo que hoy busca un público más amplio.